Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
Publicado en la revista UOMM de la Marina Mercante Española en Mayo de 1967
Señor Director:
Me dirijo a Vd. en calidad de Primer Piloto
de la motonave “UJE” de bandera panameña y por tanto como marino emigrado.
Desde que tengo uso de razón la frase
“España es una nación eminentemente marinera”, no influyó lo más mínimo en mi
ánimo, pero desde que navego, cada vez que la oigo o leo, me invade una
tristeza profesional indescriptible. Esa frase es la bofetada más hiriente que de
manos de la Patria haya recibido el marino español.
No hace mucho tiempo, un periodista puso de
relieve muchos de los sinsabores de nuestra profesión, por esta razón no deseo
cansarle con nuestros problemas, por otra parte, de todos conocidos.. Además no
es este el objeto de esta carta.
Al igual que miles de marinos, españoles y
no españoles, sintonizo nuestros Centros Emisores de Radio Nacional de España,
cuyas audiciones son perfectas desde cualquier latitud, motivo por el cual me
he sentido orgulloso en más de una ocasión, navegando en buques extranjeros.
Sus programas inteligentemente llevados, satisfacen a toda una extensísima gama
de oyentes. Sus antenas irradian ciencia, arte y cultura del polo al ecuador,
pudiendo ser sintonizada por cualquier español ausente de la Patria.
El intelectual, el analfabeto, la
modistilla, la cocinera, el taxista, el amante de la buena música, el
“yeyeismo”, el deportista, el taurino, etc. etc. etc., ven colmados sus gustos
y aficiones gracias a la gran oferta de Radio Nacional.
¿Cómo es que siendo España una nación
eminentemente marinera olvida negligentemente a sus hombres de la mar? ¿Por qué
Radio Nacional se siente tan esplendida con la cocinera, y deja a un lado a aquél que sacrifica su
juventud para que ella pueda preparar sus guisos? Lástima que los muertos no
puedan hablar, de otra forma ratificarían mis palabras los tripulantes del
“Sierra Aranzazu”, “Castillo de Montjuich”, “Bonifaz”, “Monte Palomares”,
“Monelos” y cuantos pescadores han dejado sus vidas en la mar, en lo que va de
año..
Naciones eminentemente marineras como
Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia, tienen emisiones especiales dedicadas a
aquellos que realmente sacrifican, en tiempos de paz, algo de valor en
beneficio de la comunidad. Estas naciones saben que su bienestar y progreso se
lo deben en gran medida a sus marinas mercantes y a los hombres que las
integran.
En estas naciones eminentemente marineras,
el marino es algo más que un borrachín, mujeriego y contrabandista -títulos por
los que el noventa por ciento de la población española nos conoce-, gracias a
ciertos cretinos que no saben si el té se produce en la huerta valenciana o se
importa de la India, que jamás han puestos sus pies sobre algo que flote y
cubren sus doctas cabezas con gorras marineras que solo han visto la mar a través de las ventanas de algún club náutico;
señores que conducen sus Wolkswagen o Mercedes porque esos borrachines,
mujeriegos y contrabandistas, lejos de todo afecto familiar y de cualquier
agradecimiento por parte de la Patria y de sus compatriotas, han cruzado las
“mine danger areas” del Báltico, los temporales del Mar del Norte, las nieblas
del Canal de la Mancha y las temidas 360 millas del Golfo de Vizcaya, entre
bromas y veras, con el salvavidas bajo la almohada.
Sí, señor Director, ya va siendo hora de
que al marino español se le conozca en España por algo más que por sus
francachelas, su esplendidez o su desenfrenada afición al sexo opuesto.
Si alguna vez llegase por mar a Hamburgo,
durante la navegación fluvial y a su paso por “Shaulau” sentirá viva emoción
escuchando a través de grandes altavoces el himno nacional-el
nuestro-interpretado en honor de cuantos bajo el pabellón que ondea allá arriba
en el “pico”, llegan o abandonan su puerto. Una voz con marcado acento alemán
le deseará una feliz estancia o unas condiciones meteorológicas favorables para
el viaje que inicia. Para un marino, estas pequeñeces significan tanto, como el
cargamento para aquellos que de él esperan obtener un beneficio.
Radio Hamburgo, la B.B.C., Radio Nederland,
la R.A.I. y otras estaciones de radiodifusión, al finalizar sus emisiones o durante
las mismas, saludan a sus marinos deseándoles feliz viaje o simplemente buena
guardia. Cada doce horas transmiten boletines meteorológicos dedicados
exclusivamente a la navegación marítima. Boletines precisos, no vagos, leídos a
velocidad de dictado y en los cuales se incluyen la situación general del
Atlántico. Boletines en los que se especifican, zona, velocidad, fuerza y
dirección del viento, estado de la mar y su dirección, visibilidad y estado del
cielo, temperatura y situación de bajas o altas presiones, con rumbo y
velocidad de las mismas y me estoy siempre refiriendo a estaciones de
radiodifusión. Estas estaciones, jamás dirán “nudos por hora”, ni darán la
situación de un barco en peligro de hundirse, unas veces al sur de cabo San
Vicente y otras a cinco millas de la Mezquita de Córdoba.
Naciones eminentemente marineras como
Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia, además de una bien organizada
radiodifusión, poseen estaciones radiomarítimas de onda corta, gracias a las
cuales y a la competentísima plantilla de médicos y operadores de radio, miles
de vidas se salvan anualmente a bordo de buques de todas las banderas. Estas
naciones tienen una perfecta organización para el salvamento de náufragos en
sus costas, remolcadores de altura, embarcaciones de salvamento marítimo y
helicópteros en puntos estratégicos de sus costas y no permitirían que un barco
a la deriva estuviera durante días a merced de las olas frente a Cabo Mayor
hasta terminar aplastado contra sus acantilados, y su tripulación muerta,
mientras un público morboso y unas autoridades inoperantes contemplaban el
espectáculo desde el mirador del faro.
Estas naciones eminentemente marineras
tienen un respeto sacro por el descanso dominical en sus puertos, casi
desconocido en nuestra Patria a pesar de ser también “eminentemente católica”.
España puede que sea una nación marinera,
esto se lo debemos únicamente al Creador, que nos regaló unos cuantos cientos
de millas de costas, pero esto, señor Director, hace sentirse orgulloso solamente
a los necios y pobres de espíritu.
En nombre de todos los hombres de mar
españoles, le ruego con el mayor encarecimiento, haga cuanto esté a su alcance
para que se vean representados en las emisiones de Radio Nacional de España,
aunque para ello sea necesario robarles tiempo de programa a los intelectuales,
taxistas, modistillas, cocineras, deportistas, jovencitos, etc., etc., etc.,
pues estoy seguro que todos ellos se sabrán
sacrificar por quienes arriesgando mucho y mal recompensados, material y
espiritualmente, traen a España el petróleo del Pérsico, el trigo de
Norteamérica, la especias de Oriente, el azúcar y café cubanos, el bacalao de
Terranova o la merluza del Cantábrico, etc., etc., etc.
Pídole excusas por cuanto en esta carta
pueda encontrar de ofensivo, al escribirla en ningún momento entró en mi ánimo
deseo de herir a nadie, solo únicamente la tristeza y el orgullo me empujaron a
ello.
Reciba mi más reiterado agradecimiento por
su benevolencia con mis más atentos saludos.
Pablo
Atlántico Norte, Febrero de 1967