Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

domingo, 16 de febrero de 2014

CARTA DESDE ALEMANIA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero



Camino de Hamburgo
 
 
Carta nº 34
Publicada en el periódico “Cáceres” el 25 de Marzo de 1963

 

    Queridos lectores del periódico CACERES :    

    Os escribo en esta ocasión desde una de las más bellas ciudades de la Alemania Occidental. Separada del mundo comunista por el río Trave, Lübeck, es además de un importante centro industrial, un frecuentadísimo lugar de turismo. Su nombre, encierra un significado análogo al de nuestra palabra “hermosa” y a fe mía que quién así la bautizó supo hacerlo.

    Su historia se remonta al siglo XI. A través de la misma y siempre a causa de la guerra, ha sido reconstruida en diversas ocasiones. Hoy, sus habitantes, pueden sentirse orgullosos de su ciudad y de sí mismos, dado que todos y cada uno de ellos, con verdadero amor y desinterés, participaron en su última reconstrucción. Fue el Domingo de Ramos de 1942, un “raid” aéreo aliado, que duró el día y la noche, destruyó sin piedad media historia de Alemania, convirtiendo en polvo cuantos monumentos y reliquias guardaba tras sus murallas la Ciudad Imperial de Lübeck.

    Tenía formada una idea equivocada de este país y  sobre todo de la mujer alemana. Siempre me la había imaginado como algo muy rubio, alto, de carácter poco comunicativo, sin el menor sentido de la elegancia...No son ni tan altas, ni tan rubias y en cuanto a elegancia se refiere, son de un gusto exquisito en el arte de saber vestirse y calzarse. Cuando se habla de “alta moda” y de importantes colecciones, nos referimos naturalmente a Francia, Italia o España, como si fuésemos tan solo nosotros, los latinos, quienes supiésemos vestir en Europa. Gran error. Las casas alemanas están demostrando también en este campo, que están a la altura de aquellas naciones cuya larga experiencia las ha colocado a la cabeza de la moda. A lo largo de Breite y Köning Strasse-principales arterias de Lübeck-los escaparates, tanto de alta costura como los que muestran trabajos de confección, ofrecen, dentro de una originalísima fantasía y sin apartarse de la línea clásica, modelos de la más pura y estudiada elegancia.

    Es quizás éste, de cuantos puertos conozco de Europa, en el que me he sentido menos lejos de España. La vida aquí no muere a las seis de la tarde, como sucede en un Londres, Rótterdam o Génova. La gente gusta de rozarse con la gente, beber, cantar, bailar...

    Existen en Lübeck encantadoras tabernas típicamente decoradas, donde una juventud democrática, alegre y dinámica baila, canta y se divierte, mientras corre la cerveza  o el buen vino del Rhin. De vez en cuando, entre las voces alemanas, unas palmas, unas bulerías o un “Cuando calienta el sol”, cantado por emigrantes españoles, nos hace sentir más cerca el hogar.

    Después de escuchar tantas historietas picantes referentes a Alemania, sus costumbres y la libertad de la mujer, me llevé un gran “disgusto” al comprobar la buena administración que de aquella saben hacer.

    ¿Se reconoce a un joven de veinte años el derecho a enamorarse? Muy bien: el mismo se le concede a una joven de parecida edad.

    ¿Puede salir por la noche y no regresar a casa hasta altas horas de la madrugada? De acuerdo: su hermana está autorizada a hacer otro tanto. Los padres saben que, de no permitir esta paridad de derechos, sus hijas organizarán su propia existencia fuera del hogar.

    A pesar de la independencia y libertad absoluta de que gozan, son rarísimos los casos de “palomitas seducidas”. Desde los primeros años de escuela saben cuántos peligros encierra el roce con el otro sexo. Ningún misterio circunda la llegada a este mundo, suya o de sus padres.

    Muchos de vosotros las habréis visto recalar en nuestras playas, llenas de esperanza en busca del sol mediterráneo, ansiosas de poesía y romanticismo...tanto han oído hablar de los “latins lovers”...Vuelven decepcionadas porque no sabemos tratarlas como mujeres capaces de sentimientos profundos. La alemana, como la española y como todas las chavalas del mundo, sueñan con el matrimonio. Tienen una concepción de él mucho más difícil que la nuestra. Desean la unión perfecta, la fidelidad absoluta, desean en resumen, mantener intacta la pasión amorosa a través de los años.

    He tenido ocasión de tratar estos días de permanencia en Lübeck con una de aquellas niñas rubitas que fueron acogidas por familias españolas después de la Segunda Guerra Mundial hace catorce o quince años...¿Las recordáis jugando en  nuestro Paseo de Cánovas?  No las comprendíamos...Ayer, en su infantil castellano me dijo:   

  “Vosotros, los españoles, os acercáis a nosotras seguros de una fácil conquista, negándonos esa innata sinceridad y ese romanticismo que os hace adorables”.

   De una carta a la familia:

   Durante los diez días que pasamos juntos en Travemünde hemos visitado los lugares más bonitos del “Montecarlo alemán”. Hemos corrido por la nieve de sus parques y saltado entre los trozos de hielo de la playa y cuando el frío se hacía insoportable nos refugiábamos en una diminuta y cálida taberna junto al casino y allí bailábamos al calor de una estufa enorme. Además de todos sus encantos tiene una voz  que al pronunciar su español, hacen de ella una verdadera delicia para el oído.

    En Alberita-pueblo de Logroño en el que vivió con sus padres españoles dos años de posguerra-me decía: “ todo el pueblo venía a la iglesia para oírme cantar el ave María de  Schubert y don Leo-el párroco- era muy contento porque siempre que yo cantaba , la iglesia era llena de personas y todos me besaban mucho. Siempre andaba en pantalones y toda mi ilusión era montar en asno”.         

    En sesión privada he tenido la ocasión de oírla cantar en alemán, italiano y latín y es un ángel con una voz que te transporta. Cuando me despedí de ella por última vez en la parada de mi autobús, tuve que apearme de él para consolarla y en un taxi  volver a Lübeck. Al día siguiente, al pasar con el barco frente a Travemünde pude verla saludando al “Navidad” desde la terraza de su casa, mientras el barco a duras penas, luchaba por llegar al Báltico navegando por el helado río Trave.

Pablo
 

                                            Mar Báltico Febrero de 1962

martes, 4 de febrero de 2014

CARTA DESDE ESCOCIA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
Fotos: En la City Junio de 1962         


 
Carta nº 33
 
 
CARTA DESDE ESCOCIA

Hoy os escribo desde Burntisland, puerto situado en la orilla norte del Firth de Forth a solo doce kilómetros de Edimburgo.

     Burntisland es un pueblecito muy lindo de Escocia, rodeado de suaves y verdes colinas. Tiene sus iglesias católica y protestante, que en buena armonía se hacen la competencia, un Ayuntamiento antiguo como su historia, dos hermosos cinemató...grafos a los que no va nadie y un “dancing” donde los mozas y los mozos se reúnen la noche del sábado para bailar el “twist”, contribuyendo con la lluvia, al florecimiento de la industria zapatera del país.

     Cualquiera que no conozca a los británicos y entre en uno de estos “dancings” en los que más de quinientas parejas se retuercen al son de una guitarra eléctrica y de los berridos de un esquizofrénico ante un micrófono, sufrirá una dura impresión, dada la fama que de persona formal y seria tienen los habitantes de estas islas. Pero más se sorprenderá aún, cuando al finalizar, digamos el baile, vea como las quinientas parejas en posición de firmes escuchan sin pestañear desde la primera a la última nota del himno real.

     Recuerdo que en mi primera visita a Inglaterra, y como nunca fui un bailarín aventajado, tenía pánico a bailar cualquier ritmo moderno con una inglesa y que ésta se me fuera de las manos, quedándome a un metro de ella y sin saber que hacer. Trataba de sacarlas a bailar cuando la música era lenta, melodiosa y romántica; esto lo sabíamos porque venía acompañada de una iluminación particular de un globo de espejos, que giraba sobre nuestras cabezas toda la noche. La fiesta terminaba. Sonaron las primeras notas de un “slow”, de esos que uno no necesita ni mover los pies. Venciendo mi timidez-no había bailado en toda la noche-me acerqué como un caballero español a una “girl” británica y le solté el “will you dance with me?”. Nunca una mirada me hizo sentirme tan pequeño. Era el himno nacional “God save the Queen”.
 
Este es mi duodécimo viaje a las Islas Británicas y sigo sin comprender a esta gente.
¿Como comprender a una persona que conduce por la izquierda y camina por la derecha? que toma té a las cinco de la tarde y cerveza a las ocho de la mañana; que considera un deber no inmiscuirse en la vida del vecino, pero está al corriente de cuanto acontece tras las rejas del palacio de Buckingham; que ama las flores y cada mañana trunca la vida de una para adornar su solapa; que se vanagloria de su libertad y a las tres y un minuto de la tarde tras el “time please” del “boby” de turno, le arrancan de la mano la jarra de cerveza; que considera al “Times”, el periódico más serio del mundo y reserva la primera página para envolver el “sandwich” de las diez; que saca el sombrero cuando llueve y el impermeable cuando luce el sol; que odia la glotonería y pasa el santo día comiendo cualquier cosilla; que marca los precios de ciertos artículos en guineas y no existe como moneda de curso legal la tal guinea en su sistema monetario; que con mal o buen tiempo lleva paraguas y jamás lo abre; que se tiene por persona ordenada y en el bolsillo de las cerillas siempre lleva un penique para poder hacer uso en la calle de cierto sitio; que viste faldas en las grandes solemnidades y “frac” en las carreras de caballos; que posee un sentido innato de la grandeza y le gusta montar en “poney”...
 
Pensaréis con justa razón que le tengo algo de manía al inglés. Sí, más no solo a los ingleses, también a las inglesas.

     Como no tener manía a una mujer que tiene piernas preciosas y manos de fregona, que te deja sin cigarrillos y en cambio no admite invitación alguna; que solo baila “twist” y canta de memoria pasajes de La Boheme, que le dices “ I love you” en tu más amoroso inglés y te contesta con un estampido de su chicle; que jamás lleva bolso y te obliga a guardarle la colilla de su cigarrillo en uno de tus bolsillos, preferentemente el del pañuelo, para encenderla a lo mejor, en el momento más emocionante de un beso; que su color preferido es el rosa; que huele a cosméticos a una legua de distancia; que se lava poco: que corre por la calle y no te suelta la mano cuando lo hace; que jamás lleva paraguas; que dice “te quiego”, besa con los ojos abiertos y te machaca con que los latinos olemos siempre a ajo. Por cierto, que los marinos españoles que visitamos con frecuencia Inglaterra, solemos abstenernos de ingerir comida con tal condimento, al menos tres días antes de tocar un puerto inglés. El que no “pica”, ajos come, decimos.

     Ayer en Edimburgo, y con el fin de resguardarme de la lluvia, se me ocurrió la buena idea de entrar en un restaurante. Luego de guardar cola media hora y servirme té con huevos fritos, habiendo pedido té con pasteles, me hicieron cargar con la bandeja hasta mi mesa.

     Pero de todas las bromas que me han gastado, hay una de la cual conservo mi más amargo recuerdo de la City.

     Así como en nuestra España, tenemos la buena costumbre de situar en los lugares más estratégicos de las plazas importantes, los servicios públicos, aquí en el Reino Unido, los esconden y disfrazan, cosa admirable desde el punto de vista estético, pero catastrófico desde el práctico. Pues bien, cuando mi desconsuelo había llegado al máximo, di por fin con las iniciales tan ansiosamente buscadas en la estación Victoria. Me dirigí hacia el lugar haciendo un verdadero esfuerzo por frenar mis piernas con objeto de no llamar la atención e imaginaos mi desesperación al encontrarme con que la cerradura de la puerta funcionaba introduciendo una moneda de un penique en su mecanismo y yo… no tenía ese maldito penique.

     Desde Burntisland, con frío glacial y un sol apagado y triste, os envío mis saludos y... ¡hasta Venecia¡.     
 
Pablo