Pablo Romero Montesino-Espartero
Camino de Hamburgo
Carta nº 34
Publicada
en el periódico “Cáceres” el 25 de Marzo de 1963
Os escribo en esta ocasión desde una de las
más bellas ciudades de la Alemania Occidental. Separada del mundo comunista por
el río Trave, Lübeck, es además de un importante centro industrial, un
frecuentadísimo lugar de turismo. Su nombre, encierra un significado análogo al
de nuestra palabra “hermosa” y a fe mía que quién así la bautizó supo hacerlo.
Su historia se remonta al siglo XI. A
través de la misma y siempre a causa de la guerra, ha sido reconstruida en
diversas ocasiones. Hoy, sus habitantes, pueden sentirse orgullosos de su
ciudad y de sí mismos, dado que todos y cada uno de ellos, con verdadero amor y
desinterés, participaron en su última reconstrucción. Fue el Domingo de Ramos
de 1942, un “raid” aéreo aliado, que duró el día y la noche, destruyó sin
piedad media historia de Alemania, convirtiendo en polvo cuantos monumentos y
reliquias guardaba tras sus murallas la Ciudad Imperial de Lübeck.
Tenía formada una idea equivocada de este
país y sobre todo de la mujer alemana.
Siempre me la había imaginado como algo muy rubio, alto, de carácter poco
comunicativo, sin el menor sentido de la elegancia...No son ni tan altas, ni
tan rubias y en cuanto a elegancia se refiere, son de un gusto exquisito en el
arte de saber vestirse y calzarse.
Cuando se habla de “alta moda” y de importantes colecciones, nos
referimos naturalmente a Francia, Italia o España, como si fuésemos tan solo
nosotros, los latinos, quienes supiésemos vestir en Europa. Gran error. Las
casas alemanas están demostrando también en este campo, que están a la altura
de aquellas naciones cuya larga experiencia las ha colocado a la cabeza de la
moda. A lo largo de Breite y Köning Strasse-principales arterias de Lübeck-los
escaparates, tanto de alta costura como los que muestran trabajos de
confección, ofrecen, dentro de una originalísima fantasía y sin apartarse de la
línea clásica, modelos de la más pura y estudiada elegancia.
Es quizás éste, de cuantos puertos conozco
de Europa, en el que me he sentido menos lejos de España. La vida aquí no muere
a las seis de la tarde, como sucede en un Londres, Rótterdam o Génova. La gente
gusta de rozarse con la gente, beber, cantar, bailar...
Existen en Lübeck encantadoras tabernas
típicamente decoradas, donde una juventud democrática, alegre y dinámica baila,
canta y se divierte, mientras corre la cerveza
o el buen vino del Rhin. De vez en cuando, entre las voces alemanas,
unas palmas, unas bulerías o un “Cuando calienta el sol”, cantado por
emigrantes españoles, nos hace sentir más cerca el hogar.
Después de escuchar tantas historietas
picantes referentes a Alemania, sus costumbres y la libertad de la mujer, me
llevé un gran “disgusto” al comprobar la buena administración que de aquella
saben hacer.
¿Se reconoce a un joven de veinte años el
derecho a enamorarse? Muy bien: el mismo se le concede a una joven de parecida
edad.
¿Puede salir por la noche y no regresar a
casa hasta altas horas de la madrugada? De acuerdo: su hermana está autorizada
a hacer otro tanto. Los padres saben que, de no permitir esta paridad de
derechos, sus hijas organizarán su propia existencia fuera del hogar.
A pesar de la independencia y libertad
absoluta de que gozan, son rarísimos los casos de “palomitas seducidas”. Desde
los primeros años de escuela saben cuántos peligros encierra el roce con el
otro sexo. Ningún misterio circunda la llegada a este mundo, suya o de sus
padres.
Muchos de vosotros las habréis visto
recalar en nuestras playas, llenas de esperanza en busca del sol mediterráneo,
ansiosas de poesía y romanticismo...tanto han oído hablar de los “latins
lovers”...Vuelven decepcionadas porque no sabemos tratarlas como mujeres
capaces de sentimientos profundos. La alemana, como la española y como todas
las chavalas del mundo, sueñan con el matrimonio. Tienen una concepción de él
mucho más difícil que la nuestra. Desean la unión perfecta, la fidelidad
absoluta, desean en resumen, mantener intacta la pasión amorosa a través de los
años.
He tenido ocasión de tratar estos días de
permanencia en Lübeck con una de aquellas niñas rubitas que fueron acogidas por
familias españolas después de la Segunda Guerra Mundial hace catorce o quince
años...¿Las recordáis jugando en nuestro
Paseo de Cánovas? No las comprendíamos...Ayer,
en su infantil castellano me dijo:
“Vosotros, los españoles, os acercáis a
nosotras seguros de una fácil conquista, negándonos esa innata sinceridad y ese
romanticismo que os hace adorables”.
De una carta a la familia:
Durante los diez días que pasamos juntos en
Travemünde hemos visitado los lugares más bonitos del “Montecarlo alemán”.
Hemos corrido por la nieve de sus parques y saltado entre los trozos de hielo
de la playa y cuando el frío se hacía insoportable nos refugiábamos en una
diminuta y cálida taberna junto al casino y allí bailábamos al calor de una
estufa enorme. Además de todos sus encantos tiene una voz que al pronunciar su español, hacen de ella
una verdadera delicia para el oído.
En Alberita-pueblo de Logroño en el que
vivió con sus padres españoles dos años de posguerra-me decía: “ todo el pueblo
venía a la iglesia para oírme cantar el ave María de Schubert y don Leo-el párroco- era muy
contento porque siempre que yo cantaba , la iglesia era llena de personas y todos
me besaban mucho. Siempre andaba en pantalones y toda mi ilusión era montar en asno”.
En sesión privada he tenido la ocasión de
oírla cantar en alemán, italiano y latín y es un ángel con una voz que te
transporta. Cuando me despedí de ella por última vez en la parada de mi
autobús, tuve que apearme de él para consolarla y en un taxi volver a Lübeck. Al día siguiente, al pasar
con el barco frente a Travemünde pude verla saludando al “Navidad” desde la terraza de su casa, mientras el barco a duras
penas, luchaba por llegar al Báltico navegando por el helado río Trave.
Pablo
Mar
Báltico Febrero de 1962