Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

domingo, 16 de marzo de 2014

CARTA DESDE EL CANAL DE KIEL

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
Navegando por el Canal de Kiel helado
 
              
 
CARTA DESDE EL CANAL DE KIEL
  
Carta nº 36
 
    Comienzo esta carta en el puerto de Brunsbütel, situado en la salida del canal de Kiel al Mar del Norte. El viaje desde Lübeck hasta aquí, navegando por el Mar Báltico y más tarde por el canal  ha sido emocionante y de gran espectacularidad. El último barco que salió de Lübeck fue nuestro “Navidad”, después, el puerto quedó cerrado a la navegación por motivo de los hielos que cubren el río Trave y todo el Mar Báltico. Estamos a 19 grados bajo cero. Desde Lübeck hemos salido a la mar remolcados por un rompehielos que al no tener suficiente potencia  de máquinas a medida que el hielo se iba cerrando, las catorce mil  tone ladas de nuestro barco fueron perdiendo      

velocidad hasta quedar atrapados en una mar helada de más de treinta centímetros de espesor. El remolcador se fue y nos dejó clavados en la masa de hielo que todo lo cubre. Hemos permanecido derivando durante veinticuatro horas hacia las costas de las islas danesas, hasta que por fin un rompehielos de altura  ha desincrustado de nuestro casco  todo el hielo que nos aprisionaba. Su desplazamiento en zig-zag nos ha permitido ponernos en movimiento y a una velocidad de tres nudos hemos llegado a la entrada del canal siguiendo el camino que poco a poco nos iba abriendo. El chirriar del hielo rascando nuestro barco se hacía insoportable para los oídos, pero lo más espectacular fue ver como el rompehielos se montaba prácticamente sobre los bloques para quebrarlos con el peso de su proa. Nos cruzamos con un barco pequeño y hubo un instante en que lo arrastramos con nosotros en la dirección contraria a la que llevaba.

    Como cosa anecdótica, el práctico que nos trajo desde el Báltico al Mar del Norte por el canal de Kiel, llegó andando por el hielo hasta la escala real del Navidad que le facilitó el subir a bordo.

    La noche que pasamos atrapados disfrutamos de una luna limpia y brillante que iluminaba la mar dándole a ésta el aspecto de un paisaje lunar. Durante la navegación por el canal presencié una puesta de sol difícil de describir. El agua helada se tiñó de rosa por nuestra proa, por efecto de un sol de aspecto frío y difuminado e inofensivo para la vista, mientras las orillas nevadas, salpicadas de casitas de tejados oscuros le daban al cuadro el toque definitivo. Solo faltaba la firma, si bien, creo no fuera necesaria.

    Nos cruzamos con algún barco ruso en el que sus formas desaparecían por completo bajo una máscara de hielo. Uno se pregunta, como se puede navegar así y lo que es más increíble, como se puede trabajar en esas condiciones. Los entrepuentes se asemejan a cuevas de estalactitas que los tripulantes tienen que romper para poder circular por las cubiertas.

         Después de permanecer en Brunsbütel dos días, salimos ayer al Mar del Norte. Cuanto abarca la vista se encuentra helado formando montículos y bloques remontados de hasta dos metros de altura. En estos momentos avanzamos a razón de ochocientos metros a la hora a pesar de que la máquina va revolucionada a cuanto da de sí. Ha amanecido un día esplendido de sol que a primera hora rompió los estratos del horizonte, coloreándolos como si de una aurora boreal se tratara. La mar se encuentra salpicada  aquí y allá de barcos diseminados, los unos completamente parados y los otros luchando como nosotros por salir de esta zona que se extiende muchas millas hacia el Canal de la Mancha. Hace horas que llevamos pegado a nuestra popa un barquito de poco porte que a primera vista da la impresión de que nos empujara cuando la realidad es que se mueve gracias al camino que entre esta inmensa y compacta masa de hielo que nos circunda, se va abriendo paso el Navidad. A poco que se descuide el que nos sigue puede quedarse parado al cerrársele el espacio que media entre los dos barcos.

    Las guardias en el puente se hacen interminables y lo único que nos da ánimos, es ver como poco a poco la velocidad va aumentando a medida que se abren claros en la mar. Hace mucho frío y el viento corta el rostro como un cuchillo, pero este viento hace que se desplacen los bloques de hielo que nos restan velocidad al impactar nuestra proa contra ellos.

    Nos encontramos frente a las costas de Holanda. Las condiciones mejoran por momentos y navegamos ya en aguas libres, aunque aun se ven hielos flotando, probablemente procedentes de la desembocadura del  Mosa. Daríamos cualquier cosa por estar ya en el Mediterráneo y sentir en la cara el calorcillo de nuestro maravilloso sol... pero nos queda al menos una semana para doblar el cabo San Vicente.

Pablo
 
Mar del Norte, Enero de 1963

domingo, 2 de marzo de 2014

CARTA DESDE PORT DE BOUC

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero



CARTA DESDE PORT DE BOUC
De una carta a la familia
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Carta nº 35
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Hemos llegado a este puerto de la costa francesa del Mediterráneo después de pasar una serie de vicisitudes, que han hecho que el Capitán español dijera adiós para siempre a la marina mercante, optando por ingresar en la Reserva Naval como Alférez de Navío. Ganará la cuarta parte que ahora, pero tendrá una vida relajada y placentera, saliendo a la mar tan solo para algunas maniobras y el resto, mucho club náutico y mucho ligue. También a mi me ha tentado pasarme a la Armada, pues están buscando cubrir plazas en los buques que los EEUU entregan a España un día sí y otro también, pero no solo de uniforme vive el hombre y hoy por hoy prefiero seguir conociendo mundo ganando dinero.

La cosa empezó después de terminar la descarga en Italia de 11.000 toneladas de“ghisa” en lingotes.

Se trata de un material de hierro muy rico en carbono que sirve para producir acero de calidad. Generalmente, al finalizar la descarga de cualquier cargamento a granel, se quedan en las bodegas residuos que sino valen nada se tiran por la borda a la salida de puerto. En caso de cierto valor, esos residuos pertenecen a la tripulación que puede venderlos en el siguiente puerto. Pues bien, al contramaestre le di instrucciones para que todo el material sobrante lo metieran en las sentinas, con objeto de que el siguiente cargamento que era clinker de cemento, no se mezclara con los restos de lingotes y pudiéramos venderlos en cualquier puerto. La orden fue “solamente residuos”, entre otras razones porque no podíamos obstruir las sentinas que son parte vital de la seguridad del barco en caso de colisión e inundación de una bodega.

De Italia nos dirigimos a Bizerta en Túnez para cargar el clinker . En aquél puerto y debido a una falsa maniobra por parte del práctico tunecino, no pudimos frenar la arrancada del barco y fuimos a dar con nuestra proa en el muelle, de forma tan violenta que se produjo una vía de agua inundándose el tanque de agua dulce de proa. Cuando investigamos la avería, nos dimos cuenta que no podríamos llegar a Nigeria sin efectuar reparaciones y que las bombas no achicaban bien el agua de las sentinas, debido a que el contramaestre de motu propio haciendo caso omiso de mi orden , de noche, había llenado las sentinas de las cinco bodegas del “Navidad” con lingotes de la carga. Calculamos que se habían escamoteado unas 100 toneladas, las cuales impedían el funcionamiento del sistema de achique, de tal forma que no había más remedio que informar al armador de la avería y dirigirnos urgentemente a Palermo (Sicilia) para reparar la vía de agua e intentar vender las 100 toneladas en ese puerto, para más tarde regresar a Bizerta para cargar las 12.000 toneladas de clinker con destino a Nigeria.

Bizerta es una ciudad fantasma en la que se amontonan por todas partes restos de armas y proyectiles de obuses disparados durante la guerra. No hay una sola casa que no tenga señales de impactos de bala y de metralla y los tunecinos nos miran como a enemigos. Cuando nos cruzarnos con ellos en descampados, nos ponemos a cantar en español, con objeto de que no crean que somos franceses, a los que odian a muerte.

En Palermo iniciamos enseguida las reparaciones y entramos en contacto con un mafioso que aceptó comprarnos toda la ghisa a un precio de saldo- al darse cuenta del lío en que estábamos metidos hasta las cejas- pero que suponía casi un sueldo para cada uno de nosotros. Desplegamos nuestros puntales y grúas e iniciamos con nocturnidad y alevosía la descarga fiándonos del mafioso, que dijo haber “comprado” al carabinero de guardia. Encontrándonos en faena y con los camiones al costado del barco, nos sorprendió el inspector de la compañía armadora que había llegado en avión desde Génova para verificar las reparaciones de la vía de agua.
“¿Pero han venido ustedes a reparar o a descargar?” Me preguntó con cierta guasa, intuyendo lo que nos traíamos entre manos. Le quise hacer ver que eran restos de la carga anterior, pero se puso serio y me hizo que le acompañara al camarote del Capitán.
Alli y luego de unas cuantas copas, el Capitán le ofreció parte en el“negocio”. El resto fue coser y cantar. El mafioso apareció en una lancha rápida con el dinero y en presencia del inspector se cerró la operación quedando el dinero ingresado en la caja fuerte del despacho del “viejo” para la correspondiente distribución.

Si a todo esto le añadimos el que en Rotterdam al desembarcar del remolcador que nos llevó a tierra, resbalara y se cayera desde la proa al agua entre bloques de hielo, el que en Sete (Francia), una grúa nos rompiera el mastelero y en su caída casi nos mata a todos los que estábamos en cubierta y que el año pasado no perdimos de milagro el “Navidad” contra las costas de Cerdeña, no es de extrañar que el hombre haya decidido colgar la gorra.

La última fue anteayer. Lo oí subir al puente gritando ordenes “todo a estribor”, “todo a estribor”. Medio dormido, se había asomado a la ventana de proa en su despacho y había visto la farola roja de entrada al puerto, y creyendo que era un barco que venía a rumbo de colisión, subió despavorido y no dejó de gritar hasta toparse de narices con la ventana del puente y ver que no estábamos navegando sino atracados y bien atracados al muelle.
Es un buen tío, pero creo que lo mejor que puede hacer es irse a casa .


Pablo


Port de Bouc, Marzo de 1963