Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

martes, 29 de abril de 2014

VENECIA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
 
Viaje Venecia-Takoradi (Costa Yugoslava), 29 de Agosto de 1964


 
Carta nº 39

De una carta a la familia

 
    Me hubiera gustado al final de cada jornada transcurrida en Venecia, contaros cuanto había conocido, disfrutado...amado. Pero el tiempo, nuestro inexorable enemigo en cada puerto, me ha impedido llevar a cabo tan sanas intenciones.

    Han sido diez días vividos intensamente y contra-reloj, hasta el punto de tener que aprovechar la playa o  el “vaporetto” que desde el puerto me trasladaba hasta San Marcos, para dormir y poder tenerme en pie...¡una locura, sí, pero qué maravillosa locura¡

    El viaje en sus 4.385 millas náuticas desde Takoradi en el Golfo de Guinea, se desarrolló con absoluta y monótona normalidad  hasta la última singladura, la número 19. En ella y aún con las imágenes selváticas del Africa Occidental en mi memoria, aparecieron por nuestra proa, las cúpulas más altas de la increíble ciudad de Venecia sobresaliendo majestuosas tras un horizonte nítido, casi tangible, en una mañana hermosa y azul. Atrás habíamos dejado el intrincado laberinto de las islas yugoeslavas y el paso entre Visebo y Vis. Dicen que es la isla en la que el mariscal Tito pasa sus vacaciones. Lo cierto es que tiene su emoción pasar rozando las costas de un país al que a los españoles nos está prohibido visitar según reza nuestro pasaporte.

    Lo que en un principio nos pareció un espejismo, una broma cruel de la naturaleza, poco a poco se fue convirtiendo en ese conjunto armónico de luz, arte y color, que es la Villa del León Alado.

    ¡Gracias Dios mío, gracias inmensas...que bueno has sido conmigo¡

    ¡Qué deseos tan grandes de vivir¡ ¡Cuánto orgullo europeista...¡

    ¿Por qué se muere ignorando tanta belleza? Me imagino que por idéntica razón por la que pasamos a mejor vida sin haber leído las obras maestras de la literatura universal, admirado a través de sus cuadros el genio casi divino de tantos maestros del color o sin haber sentido en nuestros oídos la suave caricia de La Pastoral, por ejemplo.

    Venecia es...Venecia es indescriptiblemente hermosa. No existen palabras, ni calificativos capaces de describirla o pintarla. Quizás la música pudiera amalgamar y fundir en una sinfonía, su arte, su arquitectura, su historia, su romanticismo...y dudo mucho que consiguiera, a pesar de la espiritualidad de aquella, reflejarla fielmente.

    Me daban pena los que en el silencio sobrecogedor de sus canales, no podían sentir en aquellas noches cálidas y de cielos estrellados, los latidos cercanos de un corazón femenino, ni podían ver en los ojos de una austriaca de Innsbruck, los Alpes eternamente nevados, ni en la oscuridad sentir en sus labios el sabor salado con que todo se impregna en el Adriático.

    Me daban lástima cuántos no pudieron escuchar desde lo alto del Campanil, la música de Rossini que subía intacta desde la plaza hasta lo más alto de la torre. Ni acariciar sus enormes campanas de bronce, ni contemplar el fabuloso escenario en el que los siglos parecían dormir encantados por la batuta del mago que dirigía la orquesta allá abajo.

    Sentí lástima también por quienes no pudieron ver aquella majestuosa ascensión del sol tras el verde, rosa y oro de San Marcos mientras sus torres lanzaban al aire mil acordes de bronce, rompiendo con su estruendo la diáfana mañana...

    ¡Cuánta felicidad y cuánta amargura¡

    Cuando mi barco en su búsqueda de la salida al mar, pasaba ante San Marcos y el Palacio Ducal dejando lentamente por su popa, La Salute, San Giorgio, Murano ...cuando la última paloma se llevó prendida en sus alas la última nota de aquellas campanas, con ella y confundida en apretado abrazo se fue gran parte de mi alma. Había sido todo tan bonito que me pareció despertar de un sueño en el momento en que por nuestra proa solo había agua y solo agua.

    En un instante afluyeron a mi mente y en desordenado tropel mil cosas  que nunca podré olvidar. Sus ojos, sus manos, sus labios, sus cabellos...cada fuente, cada callejuela por donde había pasado con ella en nuestro afán de conocer los lugares más pintorescos y románticos, ligados a esos momentos que dejan huella perenne en nuestro corazón, los que solo el silencio puede describir.

    Atrás quedaban los baños en el Lido, el Lacrima Christi en copas de Murano, nuestros paseos por el Gran Canal, los cafés en San Marcos escuchando las “orchestrinas” o el amanecer en las escalinatas de La Salute...

    He sentido como el mundo se me venía encima...todo había terminado, no la vería más, no podría volver a besarla, ni oiría el tono dulce de su voz, ni sentiría en mis ojos la caricia de su mirada...¿por qué Dios mío, rodeado de luz, solo veo tinieblas...? Daría cualquier cosa por unas palabras de consuelo...mientras tanto la hélice gira y gira sin piedad poniendo millas y millas de por medio.

 Pablo

 

miércoles, 23 de abril de 2014

DE UNA CARTA FAMILIAR

Autor:
Pablo Romero Montesino.Espartero
 
 
 
Viaje del Congo a Francia, Abril de 1963
 
Carta nº 38 
    

    Hace cinco días que dejamos atrás las costas congoleñas y aún nos encontramos cruzando el Golfo de Guinea y a unos siete días de Sierra Leona. Tenemos exactamente un grado de latitud norte. Los días se suceden uno tras otro con una ligerísima brisa casi imperceptible, que no llega siquiera a rizar la mar. Cinco días sin ver un solo barco en una soledad que te hace recapacitar sobre muchas cosas de la vida.

    Ayer nos visitaron  cientos de mariposas de los más exóticos colores, arrastradas sin duda por la brisa del nordeste-el Alisio-. Parece mentira que puedan llegar hasta nosotros vivas, después de volar más de seiscientas millas marinas.

    Esta tarde nos cruzó la proa un banco enorme de bonitos, que convirtieron la mar en agua en ebullición. Por espacio de media hora nos amenizaron con sus saltos, encendiendo sus lomos brillantes al darles el sol en su piel mojada. De haber llevado calados los aparejos habríamos hecho buenas capturas para el cocinero.

    Durante mi guardia me subo al puente alto y me ducho con una manguera de agua salada, dejándome secar por la deliciosa brisa, hasta que mi piel se queda salpicada de salitre. Miro a mi alrededor y pienso que el sol que me baña, solo a mi lo hace en sabe Dios cuantos miles de kilómetros cuadrados de Océano Atlántico. Al atardecer me voy a proa a contemplar la puesta de sol. Echo una pierna por babor, la otra por estribor y agarrado al torrotito me dejo mecer por las suaves cabezadas del barco, mientras mi vista se pierde en el inalcanzable horizonte. No se oye más ruido que el del agua al ser cortada por la proa de nuestro Navidad.

    Cada día que pasa, como llevamos rumbo casi oeste, el sol se retrasa en su ocaso casi quince minutos, lo cual quiere decir que mañana ya no podré disfrutar de él, pues a las ocho debo estar en la cama.

    Hoy hemos pasado junto a un gran pesquero ruso parado en espera posiblemente de calar sus redes. Había en cubierta gran número de “socialistas rojos”. Lo de rojos es por el color de la piel, todos están quemados por el implacable sol del trópico y deben estar sufriendo lo suyo.

    A propósito de Rusia. El Capitán que es un genovés socialista convencido, y que a lo largo de sus treinta años de navegaciones ya no le queda rincón del mundo por conocer, ha estado en varios puertos rusos en diversas ocasiones y cuenta cosas interesantísimas sobre los países del “telón de acero”. Dice que el comunismo es el cáncer de la sociedad. Me gusta oírle hablar de la democracia y del socialismo, pero de cuanto me cuenta lo que más me entusiasma son las anécdotas de sus viajes y sus vivencias durante la Segunda Guerra Mundial a bordo de un petrolero. Cada vez que salían a la mar camino de Trípoli desde el sur de Italia, tenían la convicción de que les atacarían los submarinos ingleses y que eran los partisanos italianos los que informaban a los aliados del rumbo de cada convoy.

    Siente gran simpatía por España pero no por su gobierno. Os transcribo uno de sus pensamientos que me ha hecho leer:

    “El hombre debe ser libre y saber administrar esa libertad, pues en ella se basa la grandeza y el desarrollo de un país. Todo Gobierno que se tenga por tal, debe preocuparse primordialmente por la enseñanza y educación del pueblo ya que estos son los verdaderos caminos que conducen a la libertad de pensamiento e ideas. Sin la iniciativa privada jamás prosperará el nivel de vida de una nación” De esto último Rusia es un buen ejemplo, según él.

    Nos encontramos a 100 millas de Dakar en donde entraremos mañana. Nos hemos hecho 2.300 millas desde Pointe Noire (Congo) y nos quedan otras 2.500 millas para terminar nuestro viaje en Le Boucau.
 
Pablo
         

lunes, 7 de abril de 2014

CARTA DESDE SICILIA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero




                             
 Carta nº 37
Publicada en el periódico Cáceres el 8 de Abril de 1963
               

       Como veréis, queridos amigos de Cáceres, esto de ser marino es una "bicoca". Hace tan solo unas semanas estábamos a la deriva aprisionados por los hielos del Mar Báltico disfrutando de 19 grados bajo cero y ahora gozamos de un sol abrasador siciliano.

    Si amigos, con esta profesión no solamente puedes permitirte el lujo de viajar cobrando, sino también tener dos y hasta tres veranos al año, ver el sol durante el día y la “noche”, pasar las navidades con 45 grados a la sombra, vivir años de 367 días y días de 25 horas o estar en 1963, mientras en casa aún andan por el 62. Lo malo de todo esto, es tener que aguantarse con el sol de medianoche cuando se desea el del mediodía o verte obligado a tirar de abrigo en pleno Agosto, mientras tus compatriotas se tuestan al sol en las playas.

    Augusta, puerto desde el cual escribo estas líneas, se encuentra situado en la costa oriental de Sicilia. Después de la Segunda Guerra Mundial adquirió cierta fama por haberse llevado a cabo en sus inmediaciones el desembarco aliado que obligó a emprender su retirada hacia el norte a las tropas de Hitler destacadas en la Baja Italia..

    Esta isla, cuna de los más conocidos atracadores, traficantes de drogas y contrabandistas italo-americanos, conserva en ciudades como Palermo la impronta de cuando no se ponía el sol en los reinos de Carlos V. Si las huellas del pasado nos hace a los españoles sentir algo muy especial por Sicilia, más aún lo son quizás sus paisajes y sus gentes sencillas tan similares a  nuestra Extremadura, tanto, que a veces cuesta trabajo hacerse una idea de cuán lejos quedan nuestros encinares y alcornocales, nuestros olivos y nuestras tierras pardas.

    Pero todo el bucólico paisaje, sus calles y plazas, su maravilloso cielo estrellado, su increíble mar azul, su música, la hospitalidad de su pueblo...todo cuanto de bueno- que es mucho- tiene Sicilia, se ve siempre  manchado del rojo, del rojo sangre...

    El legendario salteador de caminos “lupara” en mano, es aún en esta isla de una actualidad asombrosa. Sus faenas y aventuras nutren con harta frecuencia las páginas de ciertos diarios italianos, que aprovechan sus desmanes y lances para basar en ellos auténticas novelas rosa en las que a ciencia cierta, no se sabe si el protagonista es un héroe, un Don Juan, un asesino o las tres cosas a la vez. Quizás sea que Giuliano se reencarna o que no ha muerto o quizás el bandidaje se hace necesario para combatir  lo injusto de este mundo a golpe de trabucazo.

    La “Mafia” esa organización tan conocida a través del cine americano, y que hasta mi llegada a este país creía era solo “cosa de películas”, es algo tan real y existente como el majestuoso volcán que se yergue ante mis ojos liberando al espacio abierto su  eterna “fumarola”.

    Existe una extraña pero inevitable unión o más bien una cierta confidencia entre el siciliano y la “Mafia”. Para aquél que tiene algo que perder, esta confidencialidad se hace necesaria pues de ella depende a veces, la seguridad de su casa, sus bienes o cosechas y en muchos casos la de su propia vida.

    Sorprende como quienes han sido objeto de algún abuso o latrocinio cometido por vulgares delincuentes, se dirigen no a la policía si no a  un “elemento qualificato” (que paga tributos a la “Mafia”) y éste a su vez, al “uomo di riguardo” (mafioso). En pocas horas, el automóvil, las joyas, el cuadro...volverá a las manos del propietario legal. Si la victima es “persona rispetatta” (que puede devolver el favor) no tendrá que soltar un céntimo. A los pocos días recibirá una carta pidiéndole una recomendación, una colocación o su voto en algunas elecciones.

    Puede darse el caso de haber sido cometido el robo, por un “no asociado”, esto es, por un independiente, en cuyo caso, como le sucedió a una conocidísima artista de cine en Palermo, recibirá a domicilio varias prendas semejantes a la desaparecida (en el caso de la artista, un abrigo de pieles), pero no la misma.

    Si el padre de una joven seducida quiere evitar un escándalo deshonroso a su familia, solo necesita poner el asunto en manos del “uomo qualificato”. Al cabo de veinticuatro horas, el Don Giovanni, con su traje de los domingos y las alianzas en la mano, entrará en casa  de la desgraciada para pedir su mano.

    Durante mis ocho meses a bordo de este buque, en el que italianos y españoles navegamos en un ambiente de confraternidad y camaradería encomiables, he mantenido mi incredulidad  sobre la existencia en Sicilia de esta organización, cada vez que ha surgido el tema en la cámara de oficiales. Mi forma de pensar cambió en cuanto puse los pies en tierra.

    Me habían dicho que la palabra “Mafia” o “mafioso” nunca se debían pronunciar en la isla, yo lo hice el otro día en un bar y cuantas personas había a mi alrededor suspendieron la conversación y me miraron como diciéndome: ¿estás loco?

    En el interior, algunas costumbres ancestrales como la contratación de plañideras en funerales, la exhibición en el balcón de los novios de la sabana nupcial manchada de sangre, recuerdan otras épocas de nuestros pueblos de la España más profunda.

    El ponerme en contacto con el paisaje siciliano ha sido como estrechar en un fuerte abrazo a un entrañable amigo, cuyo rostro el tiempo y la distancia hubieran borrado de mi mente. Jamás pude pensar que un olivo, una encina o el rebuzno de un asno, tuviera poderes tan mágicos en el corazón y el ánimo de un extremeño.

Pablo