Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

miércoles, 21 de mayo de 2014

ANÉCDOTA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


 Con el Comandante triestino Cosín en el aeropuerto de Fiumicino 1968
 
Carta nº 40

                                                       (De una carta a la familia)
                                                  A bordo del San Salvador

 

    Llevamos cerca de dos meses con nuevo capitán. Embarcó en Génova, es italiano y afiliado al Partido Comunista a pesar de haber pasado cuatro años de su vida prisionero de guerra en Rusia.

 Es un tipo extraordinariamente delgado, descuidado en el vestir, más bien bajo, de buen carácter, pero reservado, desconfiado, fumador empedernido y que llega para sustituir a mi buen amigo el capitán Cosín, también italiano y gran profesional que ha desembarcado por vacaciones.

    A los pocos días de embarcar notamos en él cosas muy extrañas, como por ejemplo que sólo comiera pan y queso, acompañado de solo café y en manera muy esporádica algo de pasta. Como  Segundo Piloto llevo también la contabilidad del tabaco de a bordo y he llegado a la conclusión de que fuma diariamente cinco y hasta seis paquetes de cigarrillos.

    Hace unos días le sorprendí en su mesa de trabajo con un cigarrillo encendido en el cenicero, otro entre el dedo corazón y el índice de la mano izquierda y un tercero entre el  corazón y el anular de la misma mano.

    Al entrar en su despacho me sorprendió de tal forma que le pregunté a “bote pronto”:

“Capitán, ¿los fuma ahora de tres en tres?”

Se miró la mano y como si le hubiera dado un calambre los largó al suelo sobre la moqueta.

    Si esto es sorprendente, lo es mucho más su extraña actitud y comportamiento.

      La puerta del puente de mando del San Salvador - que como Liberty americano está concebido con el mayor pragmatismo – comunica directamente con el despacho del Capitán, por tanto cuando ambas puertas están abiertas, el oficial de guardia puede verle sentado ante su mesa de despacho a una distancia de unos seis metros; en cambio,  y durante la navegación nocturna, el puente siempre permanece a oscuras, por lo que es difícil que desde su mesa pueda ver los movimientos del oficial.

    Todo esto viene a colación porque durante mi guardia, le veía manipular una especie de cinta negra en doble, mientras hacía cálculos sobre un papel. Dejaba el lápiz sobre la mesa y cogía la cinta con los dedos pulgar e índice de su mano derecha, volteándola a veces y otras, con los mismos dedos la hacía girar como una perindola por la doblez. Paraba, depositaba cuidadosamente la cinta sobre sus muslo derecho, volvía a sus cálculos y a los diez minutos repetía la acción así durante el tiempo que permaneciera sentado. Tanta era mi curiosidad por saber que juego era ese, que me decidí a observarle con los prismáticos desde el puente a oscuras, llegando a la conclusión de que era una simple cinta negra y nada más.

    En momentos de niebla o en maniobras de atraque en puerto, desaparecía y se metía en el cuarto de derrota, sorprendiéndole en más de una ocasión con la cinta en ristre que en un santiamén se metía en el bolsillo en cuanto me veía aparecer. Aquello me tenía tan intrigado que no pude aguantar la tentación y un buen día que le sabía lejos de su despacho, entré en él, abrí el cajón en el que  la guardaba después de cada sesión y la tuve por fin en mis manos.

    No era ni más ni menos que lo descrito. Una cinta de seda negra en doble, que de tanto manipularla y girarla se le había formado en la doblez una especie de chupete sucio de tanto manoseo.

    Aún hoy me pregunto el por qué de esa manía en los momentos difíciles o de nerviosismo. En nuestras amigables charlas durante la navegación, solía contarme historias de su cautiverio y me leía párrafos de su adorado libro rojo del “Manifiesto Comunista”. Nunca entenderé que después de sus sufrimientos en Rusia, se hiciera comunista, y es que como dicen en Andalucía, “hay gente pa to”.
 
Pablo