Pablo Romero Montesino-Espartero
(Continuación de la carta 41)
Hoy nos hemos cruzado con el “Queen Mary”. Hace un crucero navideño
para millonarios. Es un barco impresionante de 45.000 toneladas que alcanza los
47 nudos. Nosotros con buen tiempo llegamos a los 11 nudos.
Pasó como un rayo camino de Las Palmas, con
sus tres chimeneas echando humo y la proa con “bigotes” blancos y cortando la
mar como con un cuchillo. Con los prismáticos se podían ver en el puente a
varios oficiales uniformados y un sin
fin de pasajeros mirándonos como se mira a un ser inferior. Trajo a mi memoria
mi querido e inolvidable “Monte Urbasa”. El complejo de inferioridad nos
impidió saludar con la bocina como signo de felicitación por Navidad. ¿No es lo
correcto que el saludo deba partir del superior? Habrá que consultarlo en algún
libro de urbanidad...
A mediodía hemos descorchado diez botellas
de buen champagne francés en el puente y más tarde nos hemos dado el gran
banquete a base de los mejores manjares franceses, españoles e italianos. Hemos
reído, cantado, tocado palmas y la señora nos ha sorprendido cantando en
yugoslavo una canción serbia típica de estas fiestas. Como siempre, causó
sensación al “personal”. A veces pienso si su belleza la multiplicamos por diez
debido a que llevamos dos meses sin ver otra mujer blanca que ella.
A la altura del Cabo de San Vicente con mar
gruesa del norte. Temperatura 15 grados. Hemos puesto la calefacción. Pensar
que hace once días estaba en la playa...
Mañana cruzamos el paralelo de Cáceres. Con
la velocidad que hacemos, ¡el Año Viejo en Inglaterra es nuestro.¡
Mar, 25 de Diciembre de 1964
Me ha sido completamente imposible
continuar hasta hoy. Hemos pasado tres días horribles. Desde Finisterre a Land
End- el finisterre inglés- sufrimos vientos de fuerza 8 y 9 con mar arbolada
del noroeste, mala visibilidad, frío
tremendo y bandazos de hasta 25 grados. No dejó nada en pie y casi perdemos uno
de los botes salvavidas por efecto de un golpe de mar. Las olas pasaban de
babor a estribor como si no existiéramos. No pudimos tener una situación fiable
en tres días hasta hoy que nos fue posible observar el sol. Nos encontramos a
200 millas de las costas de Irlanda y a cerca de 20 millas de donde creíamos
estar, a causa de la deriva que nos han producido las corrientes y el temporal.
Durante toda la noche hemos estado oyendo
en un tanque vertical -que llevamos vacío y que tiene capacidad para 1.000 toneladas de lastre-unos golpes y
chirridos extraños. Al amanecer bajé al tanque en compañía del contramaestre y
vimos con asombro, que varias planchas del casco se curvaban hacia el interior
cada vez que la mar las golpeaba. La causa era que había tres cuadernas que se
había rajado de arriba abajo y friccionaban produciendo un sonido insoportable.
Subimos los catorce metros de escalera desde el plan del tanque hasta la
escotilla como auténticos gatos, para informar al capitán de que de un momento
a otro se podían reventar varias planchas del casco, lo cual habría supuesto el
naufragio en un abrir y cerrar de ojos, dado que el barco va a máxima carga.
Fuimos poco a poco cambiando el rumbo hacia el Canal de Bristol evitando así
los golpes directos de las olas en esa parte debilitada del barco. Ahora
navegamos en una empopada con mar arbolada que nos lleva en volandas, viento en
popa, corriente a favor y dando ¡ 14 nudos¡
Canal de Bristol, 30 de
Diciembre de 1964
.............
Ayer llegamos a fondear frente al puerto de
Newport a las 10 de la noche y como tenemos averiado el VHF, tuvimos que pedir
práctico con la lámpara de destellos. El práctico no quería salir por el oleaje
que había en donde estábamos fondeados. Directamente le contesté, que nos
acercaríamos más a la entrada del puerto y que la tripulación tenía ya la
corbata puesta.
Los británicos a parte de ser buenos
marinos, comprenden muy bien a la gente de mar de cualquier nacionalidad y
sobre todo en una ocasión en que la mar nos había dado una gran paliza a dos horas del Año Viejo. La respuesta no se
hizo esperar y confirmó que salía fuera inmediatamente a por nosotros.
A la maniobra fuimos vestidos de calle y
una vez atracados al muelle, nos trasladamos en taxi al centro de la ciudad. En
el primer “dancing” que encontramos, nos metimos como fieras salvajes. La
entrada en él fue espectacular. Dieciocho hombres renegridos del sol tropical,
con caras de querer comernos el mundo y de participar en todo el jolgorio que
allí se cocía. Cuando entramos en tromba, faltaban tan solo unos minutos para
que sonaran las campanadas. El techo había desaparecido tapado por cientos de
globos de colores. La bola mágica repartía destellos por todo el salón. La
orquesta rompía, con su estridente sonido, nuestros tímpanos habituados al silencio de los quince
días de navegación. El olor a perfumería barata fue lo primero que nos impactó.
A punto de sonar las doce campanadas, tomamos
posiciones, sabedores de la costumbre que tienen las inglesas de dar besos a
diestro y siniestro en esos momentos de euforia. Yo no encontraba una de mi
gusto entre tanto rostro pálido, así es que me sorprendió la explosión de
júbilo sin haber alcanzado una buena posición . Nada más terminar las notas del
“Dios Salve a la Reina” se me colgó una inglesa del cuello y me empezó a besar
como una loca. Tenía cerca de 30 años. Al Tercer Oficial, italiano, que estaba
junto a mí y era su primer viaje al Reino Unido, casi se le caen los pantalones
de la impresión, al ver como se le venía otra encima.
Bailamos toda clase de danzas, escocesas,
galesas y que se yo...fue divertido, pero no veía la forma de librarme de
aquella pesadilla de mujer.
La sala de baile se convirtió en una casa
de locos. Por todas partes se veían besos atornillados de larga duración,
algunas parejas continuaban besándose en el suelo cuando por efecto de la
borrachera, el giróscopo dejaba de funcionarles. A la una de la mañana pude
librarme de aquella lapa.
Al verte libre, las chavalas te cogían, te
traían y llevaban como a un muñeco. Besos a diestra y siniestra con sabor a
alcohol rancio. Para nosotros aquello acababa de empezar, ellas arrastraban
quién sabe cuantas horas de desenfreno. A cada “happy new year” se te
abrazaban, te pisaban, te zarandeaban y te besaban hasta sacarte el hígado. Lo
malo del caso es que todas las que me achucharon eran bastante callos.
A las tres de la mañana regresé a bordo. Me
divertí mucho a pesar de no haber encontrado algo de mi gusto.
Me sucedió una anécdota curiosa. Al entrar
en la sala había en la calle una chavala muy mona que tenía una trompa
tremenda. Al pasar a su lado le ofrecí mi brazo y se agarró a él como si se
tratara de un salvavidas. Pagué su entrada y en cuanto traspasó la puerta se
dirigió de urgencia a W.C más cercano. Pues bien, entre todo aquél follón de
cientos de parejas, me encontró dos horas más tarde, me dio las gracias y me dijo “you are a gentleman”.¡Lástima que tuviera
pareja...¡
Newport, 1 de Enero de 1965
Pablo