Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

jueves, 11 de septiembre de 2014

SCOTLAND

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


Barco: SINCERITY

        
Carta nº 46
                                                     De  cartas a la familia 

    Van a cumplirse cinco años desde la primera vez que llegué a Escocia y de la que escribí en el periódico “Cáceres” una carta, que ahora, casi me arrepiento de haberlo hecho. Después de aquella vez, tuve la fortuna de volver en varias ocasiones más, pero en ninguna de ellas permanecí en puerto más de dos semanas. En estos casi treinta días que en esta ocasión llevamos en Burntisland , he aprendido a mirar con otros ojos este encantador rincón de Escocia, rodeado de verdes colinas, una mar impredecible y un cielo plomizo que te llena el ánimo de melancolía. El pueblo no tiene más de tres mil habitantes, pero una historia rica que se refleja en sus monumentos y viejas casonas de fachadas tiznadas por el hollín característico que produce el humo de calefacciones y estufas de carbón mineral. 

    El puerto se encuentra situado en la orilla norte del Firth de Forth y a escasos kilómetros de Edimburgo. Por el portillo de mi camarote puedo ver el famoso puente de hierro que une a ambas orillas del Firth. Este puerto es tan pequeño que tan solo pueden entrar dos barcos, de ahí nuestra larga permanencia para descargar las 12.000 toneladas de bauxita que embarcamos en Ganha. Se trata de un dock; es decir una especie de piscina grande a la que se accede en el preciso momento de la pleamar, cuando las aguas del puerto y las de la mar alcanzan el mismo nivel. Acto seguido se cierran las compuertas sin que éstas puedan ya abrirse hasta la próxima marea. La maniobra de entrada en el dock es bastante complicada, pues generalmente el fuerte viento desplaza el barco de su correcta posición. A la hora exacta hay que tener dos cabos dados a los norays de la puerta, y el barco perfectamente enfilado con la proa prácticamente apoyada en aquella. En el preciso instante en que se produce la pleamar, se abren las compuertas y el barco, rozando con ambos costados las paredes de hormigón y con poca máquina va entrando en el dock, mientras la hélice levanta los lodos del fondo debido a que bajo nuestra quilla tan solo hay un pie de agua.

    Es éste el gran reto que nos impone el armador, cargar lo máximo pero teniendo en cuenta que en  la puerta del dock no podemos tener problemas con el calado. Esto supone cálculos muy afinados en manera que las 20 toneladas de consumo diario de combustible compensen exactamente el exceso de carga aceptada en Ganha. En caso de llegar deep nos vemos obligados a llevar a cabo todo tipo de maniobras con los tanques hasta que el barco queda perfectamente horizontal y con un calado que permita pasar al dock sin quedarnos en seco a la mitad.

A veces la maniobra de entrada es presenciada por espectadores que como aves de mal agüero parecen estar esperando que el barco se clave al fondo y no pueda entrar, con lo cual la puerta no se cerraría y el dock se quedaría en seco en la bajamar con lo que hubiera dentro.

    Siempre que abandonamos un puerto de Africa Occidental,  debemos llevar a cabo inspecciones por cada hueco del barco buscando polizones. Casi siempre suelen darse a vistas a los cinco o seis días de navegación, cuando ya no hay posibilidad de retorno para entregarlo a las autoridades. En este viaje se ha dado un caso trágico. Cuando se descargaba  el mineral, los que estábamos en cubierta nos quedamos petrificados al ver como la grúa traía colgando del carramarro y cogido por una pierna, el cuerpo de un hombre negro. Sospechamos que durante la carga debió quedarse dormido en algún hueco de la bodega y no se percató de que el mineral le había cerrado la salida. Llevaba al menos veinte días enterrado en bauxita.

    Mi capitán es un italo-austriaco nacido en Trieste, jubilado de la Marina Mercante italiana, y  embarcó en este puerto para sustituir al anterior. Tiene sesenta años, pesa más de cien kilos y bebe cerveza a cántaros. Es un hombre de refinada educación, habla cinco idiomas y tiene una cultura apabullante. Por si todo esto fuera poco, es un buen marino y además un buen amigo mío. Habíamos navegado juntos con anterioridad en el Sincerity. Cuando se enteró de que yo era el Chief Mate  del Uje, aporreó la puerta de mi camarote y me sacó de la cama para festejar nuestro reencuentro con una botella de champagne francés en su sala de estar.

    Al capitán Cosín le debo el que le perdiera el respeto a conducir por la izquierda. Un buen día me hizo que le acompañara al muelle para enseñarme algo que me iba a gustar. Me sorprendió el ver que sacaba del bolsillo las llaves de un coche, mientras me decía:

-Questa sará la nostra mácchina fino alla nostra  partenza per Rotterdam, (éste será nuestro coche hasta nuestra salida para Rotterdam). 
Con el Comandante Cosin en el aeropuerto de Fiumicino en Roma 

   Se trata de un Morris 1100 prácticamente nuevo, en  el que sin más preámbulos me hizo que lo llevara por las calles de Burntisland hasta las oficinas de nuestros agentes de la naviera en Escocia. Los primeros metros por la calles de Burntisland me produjeron un cierto desasosiego, pero gracias a las palabras de ánimo y aprobación de mi “labor” por parte del capitán, llegamos sin problemas a nuestro destino. Fue mi bautismo conduciendo a siniestrosum. Como anécdota debo confesar que tuve una negativa, al calárseme el coche en un cruce de calles y no encontrar la marcha atrás para salir del apuro. Los pasajeros del autobús al que obligué a parar, se partían de la risa, pero no sonó ni un sólo bocinazo.
    Por no se sabe que extrañas razones mi capitán no conduce, pero como copiloto es extraordinario y a lo largo de nuestra larga permanencia en Burntisland estamos haciendo viajes interesantísimos por el norte hasta Inverness, recorriendo el Caledonian Canal los lagos Lemon y Ness y las High Lands con su Ben Nevis cubierto por la nieve, y por el este, Aberdeen, Dundee.

 y Kirkaldy. He visitado a orillas del Loch Ness las ruinas del castillo de Urquahart, donde el amor secreto de Maria Estuardo- el italiano David Riccio- fue sacado de la cama por orden de la reina Elizabeth de Inglaterra para ser asesinado. Es un castillo de lo más tenebroso, con una historia plagada de violencias y que fue la última morada de la Estuardo y que lo abandonó para  ser ejecutada también por orden de la reina Elizabeth. Era defensora del catolicismo en Escocia y esto la llevó a la tumba. A medida que te informas de los acontecimientos vividos por la reina de los escoceses, crece tu simpatía hacia ella y tu antipatía más visceral contra la que ordenara su muerte. Por cierto que el pasado fin de semana entramos en la finca  del castillo de Balmoral, propiedad de otra Elizabeth, pero ésta mucho más pacífica. Circulamos por sus estrechas carreteras asfaltadas sin que nadie nos detuviera, hasta llegado un punto en el que al salir de una curva, una veintena de reporteros gráficos enchufaron sus cámaras a nuestro coche en mitad de la vía. El susto fue mayúsculo. Pero todo se  aclaró, cuando entre nuestro coche y los fotógrafos pasaron arrastrando sus carritos de golf, el Príncipe de Edimburgo y el premier británico Harold Willson. Estuvimos presenciando durante un largo rato el juego para incorporarnos más tarde a la carretera que nos llevaría de vuelta a Burntisland. En ese trayecto y de improviso, salió de la cuneta un faisán macho que fue a estrellarse contra el parabrisas de nuestro coche. Miré por el retrovisor y vi como un elegante caballero escocés con pantalón bombacho a cuadros, me mostraba a lo lejos el faisán muerto. Se me heló la sangre, pues conociendo el percal, pensé que como mínimo me iba a caer una buena reprimenda. Con un ademán nos indicó que fuéramos a recogerlo, así es que el telegrafista que había sido invitado a la excursión tuvo que lidiar el asunto. Cual no sería su sorpresa cuando el inglés ante el azoramiento de mi compañero, le dijo: “llévatelo que es muy rico para comer “.

    El cocinero italiano, en un alarde de arte culinario, lo presentó en la mesa de oficiales con sus largas plumas decorando la cola, y su cabeza tornasolada echando llamas azuladas producidas por el cognac francés al arder. Lo cierto es que fue una exquisitez y todos los presentes reconocimos que era la primera vez que comíamos un faisán “real”.

    Esta gente es extraordinariamente hospitalaria. Nada que ver con el carácter inglés-se enfadan cuando los confundes con ellos-siendo asombrosa su manera de beber la cerveza negra. Dado que el Whisky es muy caro para sus bolsillos, a una pinta de cerveza le echan un vasito de whisky y la estiran hasta la eternidad. Gustan de cantar y bailar en las tabernas, algunas veces –especialmente los sábados- van a ellas vestidos con sus famosas kilts y no es extraño escuchar el sonido lastimero de la gaita escocesa al pasar frente a algún pub. A diferencia de lo que ocurre en España, aquí hay una hora de cierre de los bares y tabernas y los días de diario a las siete de la tarde el boby de turno entra en ellos con un silbato y grita time please  o lo que es lo mismo: ¡Se acabó¡

     Hacemos fácilmente amigos que nos invitan a sus casas y  nos dicen a menudo que entienden y conocen bien la vida dura y sacrificada del marino y que somos nosotros los que hacemos que la British Aluminium Co. continúe siendo el motor de la vida económica de Burntisland.

    Aunque os parezca pretencioso me encierro con llave en el camarote en cuanto los trabajadores del muelle terminan su jornada laboral. En Escocia existe una desaforada afición al whisky, y todo el mundo sabe que en el camarote de un oficial no falta nunca. Al caer la tarde y cuando el muelle queda silencioso y solitario, chicas menores de edad tratan de “asaltarnos” y se te cuelan en el camarote con la excusa de conocer a un latin lover...y de paso, tomar una copa gratis. Esto que a primera vista parece una bicoca, ha llevado a más de un oficial de nuestra compañía a la cárcel. Los italianos, ante estas cosas se frenan poco o nada y se ven obligados a esconderlas en la sala de máquinas cuando llega la policía dando una redada de menores. Así es que aunque parezca paradójico, tenemos que echarlas del barco...claro está, solo si son menores.

     Otra distracción en este pueblo es jugar a los bolos. Hay buen ambiente para hacer amistades femeninas en la bolera del pueblo. En ella conocí hace unos días a una chica norteamericana de San Antonio (Tejas), que tiene ascendencia escocesa y está pasando una temporada con su abuela. Jugaba en otra pista y se me acercó al ver sobre mi mesa un paquete de Marlboro. La pobre llevaba varias semanas sin tabaco americano. Le ofrecí un cigarrillo y casi se lo bebió. El caso es que hemos iniciado una amistad. No es una belleza, pero es un tipazo de mujer.

    No es corriente que un marino español tenga un coche esperándole en el muelle. Así es que la americana se sorprendió cuando al día siguiente  la recogí en el flamante nuevo coche alquilado, un Ford Cortina de más enjundia que el Morris y la invité a cenar en Edimburgo.

    Desde lo alto del castillo, la vista nocturna de la capital escocesa es fascinante, e inquietante la subida a él por una carretera estrecha oscura y solitaria. Al llegar a lo más alto, pensé que con la vista tan romántica que se podía disfrutar, estaría llena de parejas enunciando el verbo amar. Pues no. Bajo aquel manto de nubes borrascosas y desde el interior de un coche inglés, tan solo una americana y un cacereño, contemplábamos desde el lugar más famoso de Escocia, la incomparable ciudad de Edimburgo. Paseamos por Princes Street, de la que dicen es la avenida más bonita del mundo, contemplamos el monumento a Walter Scott y cenamos en el restaurante de un hotel de postín  el pollo más repugnante que he probado en mi vida. Ella llamó al camarero para felicitarle y yo tuve que abandonar la mesa con arcadas. El buen whisky escocés y la música de Tom Jones bailada a media luz  entonaron de nuevo mi maltrecho cuerpo.

    El regreso a Burntisland lo hice en solitario, pues tenía que empezar mi trabajo a las ocho de la mañana. El cúmulo de horas sin dormir, se tradujo en que a la salida del puente del Firth de Forth di una cabezada y me salí de la carretera sin que, afortunadamente,  el Ford Cortina o yo sufriéramos daño alguno.

    La salida de Burntisland, como en otras ocasiones, ha sido muy “lacrimógena”. Después de treinta y dos días en este puerto, todos hemos sido de una u otra manera “flecheados” por cupido. Los italianos las han enamorado a pares, yo en cambio me llevé una solo, pero norteamericana, con lo cual he sido un poco la envidia del resto de la oficialidad. Casarse con una estadounidense, es el sueño dorado de cualquier marino europeo. Puedes pasar de tener unas condiciones laborales aceptables, a tener las mejores del mundo. De momento vendrá a Rótterdam- nuestra próxima escala- con objeto de seguir nuestra relación. Más adelante tenemos planeadas unas vacaciones en España y luego Dios dirá, pero me temo que su intención es buscar trabajo en la base americana de Torrejón para alargar su estancia allí. Me ha preguntado directamente si no estaría interesado en trabajar en Estados Unidos.

       Un español y un yugoslavo junto a cuatro  italianos en buena armonía 

    Con la pleamar, y con nuestro barco en lastre pasamos ayer la puerta del dock. Fue muy emocionante pues el espigón estaba lleno de chicas despidiéndonos con sus pañuelos y gritando desaforadamente. Pasamos a escasos metros del  “comité” de despedida y francamente estas cosas te hacen creer realmente en la famosa teoría del latin lover de la que ellas mismas hacen publicidad. Creo que el secreto está en nada de alcohol, sólo amor.

    Se lo comenté al práctico y me dio la razón.

Pablo

                                  Mar del Norte, 5 Octubre de 1965