Pablo Romero Montesino-Espartero
Carta nº 51
Precedentes de Rótterdam y con una carga
12.000 toneladas de harina de trigo- regalo de la Comunidad Económica Europea
al pueblo egipcio- llegamos a este puerto hace ya una semana.
El viaje ha sido muy duro, con muy malos
tiempos en el Mar del Norte y el Atlántico. La costa portuguesa nos ha
vapuleado sin piedad durante dos días, dando bandazos de hasta 35 grados y
embarcando olas tremendas por el costado de estribor.
Suponíamos que con el cargamento que
traemos se nos recibiría a bombo y platillo, al fin y al cabo estamos haciendo
la labor de la Cruz Roja sin recibir a cambio ninguna compensación extra por
riesgo de guerra. Lo cierto es que nuestra llegada nos ha puesto los pelos de
punta. Hace ya cuatro meses que terminó la guerra entre Israel, Egipto y los
países árabes y esta gente sigue
pensando que todavía no está dicha la última palabra.
Fondeados en la rada hemos podido observar
el movimiento de lanchas rápidas de fabricación rusa, armadas con misiles, que
patrullan la costa. La entrada al puerto está protegida por una red
antisubmarina que sólo se abre cuando entra o sale un barco, y por doquier,
antiaéreos y nidos de ametralladoras en todos los edificios altos.
Después de
varias horas de espera, llegó finalmente el práctico acompañado de dos
soldados armados con metralletas, que embarcaron ordenándonos que a partir de
la puesta del sol no tuviéramos luces en cubierta y que los portillos de los
camarotes debían permanecer cerrados y con las cortinas corridas hasta el
amanecer.
El capitán-italiano con experiencia de
convoyes durante la Segunda Guerra Mundial-, le preguntó al práctico:
“¿Oscurecimiento total a
partir de la puesta del sol...? ¿Pero, no ha terminado la guerra?”
“No capitán, la guerra no ha terminado”,
contestó.
Cuando la red antisubmarina fue cerrándose
a medida que nuestro barco cruzaba la entrada al puerto, los oficiales que
estábamos en el puente, nos miramos como preguntándonos: ¿pero que demonios
estamos haciendo aquí?
Dentro del puerto había tres destructores
rusos abarloados a pocos metros de nuestro atraque.
La primera noche, de madrugada, empezaron a
sonar disparos acompasados y explosiones. Saltamos de la cama y salimos varios
de nosotros a cubierta, con la cara demudada, descalzos y semidesnudos. Los
disparos procedían de uno de los destructores rusos, que irracionalmente o por divertimiento,
disparaban contra un satélite artificial que cruzaba nuestro cielo. El susto
fue mayúsculo, pero empezamos a tomarnos la cosa con cierto humor, al ver que
las explosiones se quedaban casi a la altura de un cohete de feria, si la
comparábamos con la del satélite. Esto mismo se repitió de día, pero esta vez
contra un caza israelí del que tan sólo se veía una ligera estela blanca a una
altura estratosférica. Esta vez fue una lancha egipcia la que hizo los
disparos.
La descarga de la harina se lleva a cabo
muy lentamente, por lo que suponemos que tendremos que pasar otra semana en
Alejandría.
Hablando de descarga, esta mañana hemos
presenciado un espectáculo muy triste. En el muelle y en guardia permanente,
soldados armados con fusiles, vigilan que nadie recoja del suelo un gramo de
harina. En un descuido del soldado, una niña de unos diez años, corrió con una
lata y un cartón a recoger de un pequeño montón de barreduras, un poco de
harina. Al percatarse el soldado, corrió hacia ella y la golpeó con la culata
del fusil e hizo que vertiera en el
suelo el producto de su “rapiña”. Fue un acto político asqueroso, pues de no
haber estado nosotros presenciando la escena, posiblemente hubiera actuado de
otra forma. Se avergüenzan del hambre...si ellos supieran la que Europa sufrió
del 39 al 45...
He salido a tierra con un compañero y hemos comprado algunos recuerdos. Un jarrón
de alabastro y dos calzadores de asta de no sé que animal. Tienen cabezas representando a Nefertite y a Ramses,
creo. Nos hemos divertido viendo en un night club la danza del vientre. Es
impresionante de que forma son capaces las bailarinas de mover el esqueleto
semidesnudo. ¿Cómo es posible que dentro del mundo árabe haya tales diferencias
de actitud respecto al comportamiento de la mujer? El local estaba protegido
por sacos terreros, al igual que casi todos los comercios de la ciudad, pero ya
no nos impresionan tanto como el primer día. Lo que si nos ha llamado la
atención es el riesgo que corren los viandantes en esta ciudad caótica. Los
coches y autobuses se mueven entre la gente a golpe de bocinazos y sin
semáforos que regulen el tráfico; cruzar una calle es casi suicida. A veces
piensas que buenos toreros podrían salir de algunos de estos peatones.
Esta noche hemos tenido otra vez un
sobresalto. A eso de las cuatro de la mañana una fuerte explosión bajo el agua,
ha hecho que el barco, que está medio vacío, chocara duramente contra el
muelle. De nuevo hemos salido todos a cubierta despavoridos, preguntándonos que
había sido eso. La respuesta nos la dio una segunda explosión a unos
trescientos metros de nosotros, mientras una lancha sin luces, se alejaba del
lugar.
En este puerto, durante la Segunda Guerra
Mundial, un cuerpo italiano de ataque submarino llamado “Decima MAS” consiguió
colocar bajo las quillas de los acorazados británicos “Valiant” y “Queen
Elizabeth cargas explosivas que hicieron que ambos barcos se hundieran en el
mismo puerto. Fue una acción de un gran valor, coraje, determinación y
preparación técnica, en la que un submarino puso en el agua a dos torpedos
humanos, cuyos tripulantes después de mil vicisitudes, lograron colocar los
explosivos. Esto, los egipcios no lo han olvidado y de ahí el que lancen cargas
de profundidad de vez en cuando para evitar que posibles hombres rana
israelitas ataquen sus barcos de guerra en este puerto.
Después de doce días descargando
harina, por fin mañana saldremos a la mar. Me voy con la pena de no haber
podido “ver” el famoso faro de Alejandría, ni la biblioteca, ni tantas cosas
maravillosas de éste país...vigilan nuestros movimientos y no nos permiten
salir de la ciudad. Hacer una fotografía es una acción suicida. Poseer cualquier revista o signo de haber
estado antes en Israel, supone la cárcel. A pesar de ello, estoy satisfecho por
haber colaborado a quitar el hambre a medio Egipto, aunque sólo sea por un día.
Termino mi carta navegando en un
Mediterráneo azul maravilloso en un día luminoso de Otoño. La sensación que
tengo al haber dejado atrás tanta miseria es la que se siente después de una
buena ducha.
El barrido de las bodegas ha producido
casi una tonelada de harina que hemos echado al mar. Ha venido a mi mente la
niña de Alejandría y creo que todos en nuestro fuero interno nos sentimos en
pecado mortal.
Pablo
Alejandría, Octubre de 1967