Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

jueves, 29 de octubre de 2015

“APUNTAMENTO” EN PUNTA TETAS

Autor:
Pablo Romero Montesino.Espartero



 
Carta nº 66
De una carta a la familia
Pacífico Sur 1969

 

    En el anecdotario de mi vida, podrían figurar en lugar preferente, los acontecimientos de éste viaje por la costa del Pacífico, desde Panamá hasta Valparaíso y regreso.
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   A pesar de nuestros buenísimos sueldos, todos los marinos tratamos de mejorarlos con algún que otro negociete, para que nuestros jolgorios en tierra nos salgan gratis. Es algo innato que se puede hacer extensivo a marinos de guerra, pilotos de líneas aéreas y todo aquél que cruza una frontera. La única diferencia estriba en la cantidad, y en un barco mercante, la cantidad no supone freno alguno, ya que tenemos espacio de sobra.
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    En nuestro paso por  Cristóbal que es puerto franco en el Canal de Panamá, tuvimos la visita de un contrabandista de tomo y lomo, el cual nos hizo una proposición tan deshonesta como tentadora. Se trataba de cargar en una bodega del barco, 4.000 cartones de cigarrillos americanos y 100 cajas de whiskey para entregarlos fuera de las aguas jurisdiccionales de Chile y precisamente a 12 millas al oeste  de Punta Tetas (cabo muy conocido de la costa chilena a poca distancia de Antofagasta).
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    La operación la bautizamos “apuntamento en Punta Tetas” porque en italiano-nuestra lengua oficial a bordo-“apuntamento” significa cita.
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    Básicamente nuestro trabajo consistiría en transportar la carga hasta el lugar del encuentro por la módica cantidad de 5.000 dólares americanos y descargarla sobre una lancha antes de que anocheciera, todo ello en la fecha fijada de nuestro paso al oeste de Punta Tetas, camino de Valparaíso. El pago del “flete” sería contra la entrega de la “mercancía”. El “contrato” lo cerraron  el Capitán y el Jefe de Máquinas, en anuencia con el resto de la tripulación a la que se le pagaría proporcionalmente al sueldo de cada uno de nosotros.
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    El Jefe de Máquinas  buen amigo, excelente profesional y experto en estas lides, tiene un bonito negocio, que además de proporcionarle pingües beneficios, le facilita sus relaciones con las chilenas y peruanas que acuden  a su “tienda”, en cuanto el Alacrity asoma su proa por la bocana de El Callao o Valparaíso. En Barcelona hace su acopio de mercancías por medio de una furgoneta cargada de ropa variada e íntima de mujer, blusas, faldas, lencería, cremas y potingues, perfumería etc. etc. Todo ello lo camufla en la sala de máquinas, quedándose en su despacho del camarote, con un amplio muestrario que le sirve para hacer pedidos por el teléfono interior a su “almacenista” en la máquina. El muestrario ha desplazado de sus cajones a los planos del barco, instrumentos de precisión etc. es decir un auténtico profesional del comercio internacional y no catalán como sería de esperar, sino castellano y de Almorox provincia de Toledo.
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    Una vez  terminada la operación de carga de la “mercancía” salimos a la mar camino de Valparaíso, mientras que el contrabandista partió por tierra hacia Antofagasta, dejándonos una emisora para las comunicaciones de última hora entre nosotros y la lancha.
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    En la fecha y hora fijadas, el Alacrity paró sus máquinas 12 millas al oeste de Punta Tetas, - y por tanto, fuera de las aguas jurisdiccionales de Chile- con fuerte marejada y vientos de poniente que proporcionaban al barco un balanceo desagradable. A medida que se acercaba la puesta de sol, la mar empeoraba sin que la lancha hiciera acto de presencia en la pantalla del radar. Poco antes del ocaso, un eco en el radar nos hizo pensar que pudieran ser ellos. Llamamos por radio y en su respuesta solo pudimos entender que estaban a punto de hundirse y que regresaban a la costa, con lo cual se nos planteó un gravísimo problema, cual era el de entrar en Valparaíso con un cargamento de tabaco y whiskey que podía llevarnos a la cárcel desde el primero hasta el último de la tripulación. La única solución era echar todo por la borda, con lo cual el contrabandista se quedaba sin nada - riesgo de represalias- o buscar un escondrijo en el barco que fuera tan seguro como para arriesgarnos.
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   En conclave decidimos correr el riesgo, escondiéndolo todo en un tanque vacío, que no figuraba en los planos del barco y sito en el compartimiento del servomotor del timón.
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   En un trabajo de artesanía del equipo de máquinas, todo quedo dentro del tanque, cuya puerta se soldó con autógena, colocándose sobre ella, ruedas dentadas de las máquinas.
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    Nada más atracar en los muelles de Valparaíso, apareció el contrabandista y nos informó de su epopeya para evitar que la lancha se fuera a pique con los tres hombres que la gobernaban. Veían el barco aparecer y desaparecer en el horizonte según estuvieran en la cresta o el seno de la ola sin que avanzaran en su aproximación al Alacrity . La comunicación por  radio- con un walky- talky de poca potencia- fue tan solo un cruce de pocas palabras  debido a la distancia y al ruido de la mar al romper en la proa, por lo que decidieron abortar la aproximación pues estaban embarcando mucha  agua.
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    Los días que pasamos en Valparaíso fueron de gran preocupación hasta que los inspectores de la Aduana abandonaron el barco no habiendo encontrado nada ilegal y por supuesto tampoco el “tesoro”.
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   A los pocos días repetimos el “apuntamento” en la misma situación y esta vez con éxito.
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    La lancha era un lanchón de madera con motor diesel y unos seis metros de eslora que se abarloó sin problemas con una mar bella y el viento en calma.
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    La “mercancía” fue subiendo y subiendo en altura, hasta tal punto de que nos daba la impresión de que el lanchón volcaría en cuanto soltara los cabos que tenía dados a nuestro barco. Con un francobordo de unos 20 cms. desde la superficie del mar, parecía que sobre cubierta llevara un autobús de Londres.  Comenzó su navegación hacia la costa embarcando los salpicones del agua que levantaba su proa. Poco antes se había efectuado el pago del “flete” en el despacho del Capitán, quedando bajo su custodia en la caja fuerte del barco.
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   Antes de nuestra llegada a Perú, se distribuyó lo que para cada uno de nosotros significó el sueldo de un mes. En Lima dimos rienda suelta a nuestras alegrías, gastando lo que con tan poco esfuerzo habíamos ganado, hasta que en un lugar de cuyo nombre no puedo acordarme, alguien le gritó a un tripulante : “¡son falsos, son dólares falsos¡”. Fue como una estampida, pero a cámara lenta. Fuimos saliendo del local nocturno, sin prisa pero sin pausa, sin mirar atrás pero con unas ganas irrefrenables de echar a correr. Ya en el barco, el más entendido de todos, cogió un billete lo mojó con su saliva y lo frotó con otro. La tinta impregnó de verde lo que no lo era, hasta quedar el billete como un pimiento frito.
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    En Europa, con el afán de protegernos la huida, solíamos invitar a los compañeros a todo gasto pagado, siempre que fuera con los dólares de Punta Tetas y en locales nocturnos. Nunca faltaron guardaespaldas.
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Pablo
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