Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

“ REBELION” A BORDO

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
Escena de la película Rebelión a Bordo



Carta nº 67
De una carta a la familia
Mar Caribe 1969
 
 

Ayer pasamos el Canal de Panamá y ahora navegamos en aguas del Caribe con rumbo a pasar al Sur de Florida.
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Nuestro último puerto de descarga y carga fue Puerto Chicama en Perú, donde se produjeron los acontecimientos que paso a relataros.
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Al iniciar el viaje en Italia y por exigencias del poderosísimo naviero Lauro, que tiene fletado nuestro barco, embarcó un sobrecargo de dicha compañía, para supervisar las operaciones de carga y descarga en los distintos puertos de América e informar de cualquier contingencia al fletador. Generalmente es, como en este caso, un capitán de la flota  Lauro  de confianza del naviero.
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Esta persona que en un principio se comportó como un pasajero, a medida que iban pasando las semanas de viaje, comenzó a adjudicarse competencias, tales como impartir órdenes desde el puente a la marinería en las maniobras de atraque y desatraque, o incluso  al oficial de proa o al timonel.
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Nuestro capitán a todo aquello no le daba mucha importancia, pues para nada quería tener un enfrentamiento, con el representante de la compañía que nos tenía alquilado el barco, lo cual podía acarrearle algún roce con nuestro propio armador.
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En cierto momento, llegados al último puerto de descarga en América, convoqué una reunión a la que asistieron toda la gente de cubierta, nuestro capitán y también nuestro Jefe de Máquinas, italiano el uno y español el otro, ambos buenísimos profesionales y lo que es más importante, buenísimos amigos míos.
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Expuse mi parecer y el de todos los marineros, incluido el contramaestre, sobre el comportamiento del sobrecargo italiano, al que habíamos soportado a lo largo de casi dos meses de navegación, pero que no teníamos intenciones de continuar haciéndolo durante el largo viaje de regreso a Europa.
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Informé al capitán de que toda la gente de cubierta y yo al frente, no saldríamos de Puerto Chicama, si el sobrecargo de Lauro no se quedaba en tierra y volvía a Europa en avión o en cualquier otro barco, pero no con nosotros.
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El pulso lo iniciamos veinticuatro horas antes de la salida y supuso un ir y venir de los agentes representantes de Lauro, con el fin de que depusiéramos nuestra actitud. Nos reunieron a todos, incluido el sobrecargo motivo de nuestra “rebelión”, para intentar aproximar posiciones, pero centramos nuestro descontento, en lo que di en llamar un sometimiento denigratorio para nuestro orgullo como oficiales y marineros, teniendo que soportar a un personaje que se adjudicaba competencias que no le incumbían a bordo del Alacrity  y menos aún después de haber descargado hasta la última tonelada de carga. Llegado el momento de la partida, el capitán nos ordenó a los puestos de maniobra y a ellos acudimos con la mayor naturalidad. En el puente de mando, como siempre, el sobrecargo era la sombra del capitán, pero esta vez no hizo el menor gesto, ni transmitió la mínima orden desde allá arriba. Todo parecía una maniobra más de desatraque, hasta que el capitán ordenó virar el ancla y yo no obedecí. Ningún marinero movió  un dedo y el ancla seguía en el fondo como antes de la orden.
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Por segunda vez, se me ordenó virar el ancla, con el mismo resultado, para posteriormente hacerme subir al puente con objeto de aclarar la situación.
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Todo fue inútil y al capitán le dije que  desembarcaba  el  sobrecargo o el barco no salía a la mar, al menos con nosotros como tripulación.
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Después de una hora de espera, el sobrecargo, con la cara desencajada e imaginándose las preguntas que le iban a hacer sus superiores en Italia, desapareció del puente para hacer las maletas. Media hora más tarde  bajaba a la lancha del práctico para no volver al Alacrity. Inmediatamente y en cuanto lo vimos descender por la escala, pusimos el molinete en marcha y comenzamos a virar el ancla, que no volvería a tocar fondo hasta Polonia.
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Habíamos ganado la batalla y recuperado el honor perdido.
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 Pablo
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