Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

jueves, 15 de diciembre de 2016

LA DESPEDIDA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero



 
Dispuesto para jurar bandera en Puerta Palmas (Badajoz)
 
Carta nº 81
 
Queridos amigos y lectores anónimos:
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Desde que publiqué la primera carta en este medio de comunicación tan popular, han transcurrido varios años, a lo largo de los cuales he intentado que conocierais al Pablo, que habiendo nacido en el secarral más yermo, decidió un día, cambiar el horizonte sempiterno de la Sierrilla o la Montaña, por el de la mar océana, como diría nuestro Nuñez de Balboa.
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En los años ’50 se viajaba muy poco en España y el avión o el barco, estaba reservado para marinos, actores de cine o teatro y en viaje tan solo de ida, para emigrantes gallegos, cántabros, vascos o canarios. Era la nuestra, una profesión muy dura y mal pagada en aquella época, que nos obligó a los más lanzados a embarcar bajo banderas de otros países, habiendo sido los míos : Panamá, Suiza, Liberia y Alemania.
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Desde el año 1957 en que por primera vez pisé profesionalmente la cubierta de un barco, hasta la última en 1974, la vida me regaló momentos de grandes emociones, miedos insuperables, experiencia profesional y mundología gratuita. Fueron esas experiencias las que me facilitaron el que pudiera optar por un puesto de trabajo en tierra como inspector de fletes marítimos en Internacional Cargo Inspection Bureau de Alemania, en competencia con capitanes extranjeros que deseosos de vivir en España, optaban también por lo mismo que yo. Gracias al empuje que mi amor por Rosa produjo en mí el vivo deseo de no volver a separarme de ella jamás y en competencia con un marino sueco,  la compañía alemana  me eligió como inspector para el puerto de Barcelona  desembarcando por última vez como profesional de la mar en el puerto de  El Pireo (Grecia).
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Enfrentarte a un cambio tan radical de vida y de profesión, fue tan duro o más que la mar, pero como todo esfuerzo tiene su compensación, yo la obtuve cumplidamente con la familia que formé con ella y de la cual ya solo tuve que despedirme cuando se iban a la cama.
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Siempre he abogado por inculcar a la gente joven que me rodeaba, el no tener miedo a salir de España cuando el trabajo se te niega en tu Patria o cuando deseas ampliar horizontes profesionales que puedan significar mejoras sustanciales a tu regreso, debido a la experiencia adquirida fuera de nuestras fronteras. Esta practica bastante común en nuestros días, nuestra juventud tardó mucho tiempo en asumirla, siempre por culpa del inglés, tan deficitario en nuestra enseñanza pretérita. Ahora es un placer ver como jóvenes españoles, viajan y se instalan en países a los que antes no llegaban ni con la imaginación.
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Ya no habrá más “cartas desde la mar”, entresacadas de las que a lo largo de mis años como navegante, escribí a mi familia y que mi madre conservó  junto con cientos de postales y a la que desde aquí, doy las gracias por haberme traído a éste mundo maravilloso.
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Mi trabajo de selección y publicación, se ha visto ampliamente recompensado con vuestros comentarios, algunos de ellos inmerecidos, pero que he agradecido de corazón.
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Debo un especial reconocimiento a quienes de forma constante han dejado su impronta tras cada una de mis cartas, especialmente a mi querido hermano Juan José. Gracias sinceras por vuestra amabilidad.
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¡Hasta pronto¡
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 Pablo
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domingo, 13 de noviembre de 2016

CARTA DESDE LIVORNO

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero                                           
         

A bordo del "Sincerity" navegando por el canal de kiel 1967


Carta nº 80

De una carta a la familia    
Matadi, 21 Julio 1972
                        

                                                                    
    Encontrar a Rosa esperando que el “Randa” atracara en los muelles de Valencia ha sido para mi una de las cosas más maravillosas que me han sucedido en la vida. A medida que el barco iba aproximándose al muelle y su imagen se iba agrandando en mis prismáticos, mi corazón se iba acelerando como  una locomotora desbocada. Hacía meses que la había dejado en Cáceres en una despedida con besos con sabor a sal de lágrimas. Fue una de las experiencias más duras de mi vida, y por la que estoy decidido a dejar la mar.
    Los meses pasados con ella en nuestro pisito cacereño han supuesto para mí un periodo de plena felicidad, de ilusión compartida y de amor como no había conocido jamás. El cariño que pone en todo cuanto  pueda agradarme me parece inmerecido por mi parte y no hago más que dar gracias a Dios por haberla puesto en mi camino.
    Mi camarote es muy grande, con despacho y salita de estar. Desde que ella embarcó tengo que echar a mis compañeros casi a palos. Sé que vienen solo a verla, y al telegrafista yugoslavo le resulta difícil apartar los ojos de mi Rosina. Toman sus cervezas y no hay forma humana de que se vayan del camarote. Lo mismo les sucede al Capitán y a los pasajeros franceses que traemos desde el Congo, cuando el primero, nos invita al aperitivo en su sala de estar. Me siento halagado y orgulloso de ella y de cómo se maneja cuando tenemos visita.
    En el Golfo de León, camino de Marsella, hemos encontrado tiempo bastante duro. El barco cargado con una cubertada de troncos se movió lo suyo, dando bandazos que a uno lo sacan de la cama. Bajé del puente para ver como se defendía y me sorprendió verla sonriente y agarrada a la cama como a una farola. Me la llevé al puente y pude disfrutar mostrándole al otro Pablo que no conocía. Siempre he tenido como asignatura pendiente el que alguien de la familia pudiera ver al Pablo responsable, en su quehacer diario. Después de catorce años de navegación, ha sido ésta la primera vez que esto sucede.
    Ha quedado muy sorprendida de ver como mi camarero de color y de nacionalidad congoleña, jamás nos da  la espalda al retirarse. Son viejas costumbres coloniales que uno no sabe hasta que punto deberían  permanecer, pero ahí están. 
    El otro día en Marsella disfrutamos haciendo turismo y comiendo  una cocina francesa  deliciosa, acompañada de un buen borgoña y quesos sabrosísimos. No es que te pongan una tabla de quesos, es que traen un carrito de tres “pisos” con más de diez  clases diferentes  a cual más delicioso. En España, los buenos restaurantes deberían tomar nota.
     Como ya os dije en cartas anteriores, tenemos intención de pasar en Cáceres la Nochebuena, por lo que en cuanto me llegue el relevo desembarcaremos en este puerto para volar desde Génova a Milán y Madrid. Tengo alquilado un coche para hacer un recorrido por la Riviera italiana antes de abandonar Italia.    
    Termino esta carta sentado en una terraza en Portofino. Hemos desembarcado y en coche hemos estado en Rapallo Santa Margarita y Génova. Hemos disfrutado de lo lindo con los paisajes a lo largo de toda la Riviera. El hotel en que nos hemos instalado en Portofino, tiene unas vistas preciosas hacia la bahía, salpicada aquí y allá de preciosos yates fondeados Es un pueblecito con mucho colorido rodeado de una mar azul de aguas transparentes y un puerto casi de juguete presidido por magnificas mansiones
en su costa más cercana. Han sido unos días que en cierta medida me recuerdan a nuestra luna de miel.
Tomaremos el avión en Milán y pasaré la Navidades con Rosa en nuestro pisito cacereño. ¡Un sueño hecho realidad¡
Pablo

viernes, 14 de octubre de 2016

CARTA DESDE EL CONGO

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


En el Gran Bassá de Costa de Marfil"


Carta nº 79                 
De una carta a la familia
Matadi, 21 Julio 1972

                                                 
   
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    Doy comienzo a esta carta navegando a lo largo de la Costa de Marfil. Mañana por la mañana entraremos en Abidjan para dejar en ese puerto dos mil toneladas de camiones, maquinaria y tractores agrícolas, con los que hemos tenido muchos problemas durante el viaje debido al mal tiempo. Es una carga que puede causar graves daños al barco si se aflojan las trincas ya que un camión suelto chocando contra las cuadernas y las planchas del casco pueden producir una vía de agua y llevarnos al fondo del mar en un abrir y cerrar de ojos. El oleaje de través imprime al barco unos bandazos tales, que cuando debemos bajar a la bodega para frenar una pieza de 25 toneladas, se produce algo así como una corrida de toros, en la que marineros y oficiales, nos jugamos el tipo tratando de parar a la "fiera".  
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De Abidjan iremos a Lagos (Nigeria) y de allí a Pointe Noir y Matadi (Congo) donde terminará el viaje de ida. El regreso será tocando puertos de Camerún, Ghana, Marruecos, Francia e Italia.
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    Nuestro bello “Geneve” en estos momentos parece un barco de esclavos de principios de siglo XIX. En Nigeria tomamos pasajeros para Matadi. Los blancos van en cómodos camarotes con aire acondicionado y los 50 negros, los llevamos en cubierta. Duermen a la intemperie, comen de lo que llevan encima y viajan con gran cantidad de bultos, en los que esconden la coca con la que producen estupefacientes motivo generalmente de su viaje. Algunas mujeres van acompañadas de crios que transportan sobre sus espaldas metidos en un atillo de tela multicolor. Al atardecer rezan mirando la puesta de sol y entonan cánticos que me recuerdan a las “Minas del rey Salomón”. Por la mañana, el espectáculo desde el puente es indescriptible. Cogen agua dulce de los grifos de cubierta y se lavan completamente desnudos, hombres, mujeres y niños sin el menor pudor. Bien es cierto que lo negro todo lo oculta, o casi todo. A popa tenemos instalada una cabina de madera que sobresale del casco del barco y en la que hacen sus necesidades desde una altura de doce metros desde el nivel del mar. Otras más elegantes o por miedo a las alturas y a la mar  que aparece bajo sus pies, llevan su orinal para el “popó” que sin el menor reparo lo hacen sin ocultarse de nada ni de nadie. Bueno son cosas que viéndolas así parecen de lo más normal, pero si uno lo piensa...en fin, así es Africa y sus miserias. Las pasajeras francesas se lo pasan en grande contemplando el folclore desde las ventanas de sus camarotes.
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    Continuo esta carta navegando por le río Congo camino de Matadi donde cargaremos 3.000 toneladas de cobre en lingotes. Matadi se encuentra a casi 300 kms. de la desembocadura del Congo. Es un río asombroso en el que debemos navegar a toda máquina, para poder luchar contra su fortísima corriente. Su cauce es muy cambiante dependiendo de sus tremendas crecidas, lo cual representa un riesgo añadido a su difícil navegación ya que el menor error puede dejar al barco parado en seco sobre un bajo de fangos. Llevamos un “práctico” que embarcamos en la desembocadura y que no es otra cosa que un aborigen semidesnudo buen conocedor del río. Lo elegimos siguiendo indicaciones de un capitán francés que conocimos en Camerún. Se presentan en piraguas y cada “práctico” lleva una bandera que no es otra cosa que su identidad personal. Luchan contra la corriente, el oleaje y a veces entre ellos mismos, para acercarse a nuestro barco con el fin de ser contratado. La competencia es tremenda y solamente termina, cuando el elegido sube por la escala de gato con su bandera arrollada al cuello en señal de victoria, y saluda desde el puente de mando a los perdedores. Este río, debido a sus crecidas, está cambiando continuamente su cauce, por lo que el tener a bordo a uno de estos conocedores de sus intrincados caminos y alteraciones, nos ayuda a relajarnos de los peligros que encierra su navegación. Navegamos por una mar color chocolate en la que el camino seguro para nuestro barco y su calado, permanece oculto a nuestros ojos, debiendo confiar ciegamente en las indicaciones de cambio de rumbo, que el aborigen da al piloto de guardia.
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    Hemos terminado la carga de lingotes de cobre. Pesan 50 kilogramos cada uno. Es una carga sumamente golosa y problemática, pues si faltan lingotes en la descarga en Europa, tenemos graves problemas con la Aduana, pero no son menores si nos sobran. En este caso antes de finalizar la descarga, separamos los que sobran, los escondemos y al salir a la mar los lanzamos por la borda. Cada uno de ellos tiene un valor en Europa de unos 200 dólares.
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    El calor húmedo mezclado con los olores del Africa más profunda hace que uno sienta deseos de salir corriendo...pienso como estarán en estos momentos las playas españolas... y yo aquí en mitad del río Congo, rodeado de selva tropical, mosquitos y negritud.
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Pablo

lunes, 29 de agosto de 2016

CARTA A TERE Y LUZ

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
 
Carta nº 78
 

 
Fotocopia de mi carta manuscrita dirigida a mis pequeñas y queridas cuñadas Tere y Luz
 
 
 


martes, 23 de agosto de 2016

CARTA DESDE SIRIA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


Foto : Con mis “tallymen” en Takoradi (Ganha), finalizada la carga de 12.000 toneladas de bauxita en el “Uje” para la Bristish Alluminium Co. de Escocia. Año 1970
 
 
Carta nº 77
De una carta a la familia
Mar, 10 de Junio de 1971

 
   Dejamos Latakia hace cuatro días y en estos momentos nos encontramos navegando  la costa de Argelia. La estancia en aquél puerto sirio ha sido bastante inquietante por la situación política actual. Latakia es un puerto árabe más en el que la miseria y la suciedad reinan por doquier, con el agravante de que a diferencia de Arabia Saudita, en donde el robo está penado con amputaciones públicas, aquí en cuanto te descuidas te entran en el camarote y te despellejan por robarte un transistor, y no pasa nada.
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    De todo cuanto he podido ver, lo que más me ha gustado ha sido el comercio al aire libre de telas y brocados de Damasco. El colorido de los mercados exhibiendo tejidos artesanales bordados, alfombras persas y toda clase de objetos típicos árabes, es algo espectacular. En cada tenderete que encontraba a mi paso, pensaba cuánto hubiera disfrutado Rosa eligiendo alguna tela de aquellas. No pudiendo ser así, decidí hacerlo por mi cuenta y elegí un tejido negro precioso de Damasco bordado que estoy seguro de que mi Rosina sabrá sacar buen partido de él. Yo he pensado en una falda maxi de fiesta.
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    Nuestra salida de Siria para los Estados Unidos ha estado rodeada del mayor secreto por la situación de estos países con Israel, eterno protegido de los norteamericanos. Lo cierto es que hasta que  no estuvimos fuera de sus aguas jurisdiccionales no supimos ni media palabra a donde nos dirigíamos. La orden fue “rumbo  a cabo Matapán” al sur de Grecia, y a decir verdad, supuso para nosotros una gran alegría el saber que dejábamos definitivamente  Siria  para volver a la civilización occidental. El ambiente empezaba a estar un tanto caldeado después de las declaraciones del presidente egipcio Sadat y sus fanfarronadas con respecto a Israel, lo cual no presagia nada bueno. En Siria, al igual que nos sucedió en Egipto, la censura postal es muy severa y hay que tener sumo cuidado de lo que se dice sobre la aparente situación de preguerra. El puerto está muy defendido con artillería de costa y  los minaretes y silos, parecen erizos por la cantidad de antiaéreos y nidos de ametralladoras colocados en los lugares más prominentes.
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    Navegamos con buen tiempo en un Mediterráneo que no entiende de conflictos y nos regala su belleza en una demostración de grandeza capaz de hacer reflexionar a cualquiera. Uno se pregunta por qué Dios creó tal maravilla y la puso en manos de una humanidad cretina que solo ve a través de intereses territoriales y absurdos nacionalismos como si en la Tierra no hubiera sitio para todos.
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    Llegaremos a la Texas Transport Terminal de Nueva
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Orleáns el día 29 de junio y permaneceremos allí seis días cargando 9.000 toneladas de harina de soja para Venecia.
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Seguro que estaréis pensando: Texas, Texas...Ruth... pues no. Soy un novio ejemplar y seré un buen marido. Cuando conocí a Rosa, salí de la curva, pero no por la tangente, sino por la línea recta que es la que conduce a los “ valores eternos”, he dicho.
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Pablo
 
                                                   

domingo, 7 de agosto de 2016

ATLANTICO SUR

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


Foto: Puesto de venta de recuerdos de Abidjan en el que compré mis colmillos de elefante




 
Carta nº 76
De una carta a la familia
Isla de la Ascensión, 4 de Abril de 1971
 


          Después de pasar siete días descargando 12.000 toneladas de arroz en el puerto de Abidjan en Costa de Marfil, navegamos en demanda de la Isla de la Ascensión, situada en mitad de Atlántico Sur y a medio camino entre Africa Occidental y Argentina, nuestro destino.

Abidjan es una ciudad preciosa, que en nada tiene que envidiar a cualquiera otra de la costa europea. Los franceses han hecho de ella la más moderna de Africa Occidental dándole un sello de distinción, con un ambiente de lo más cosmopolita en las zonas en las que los europeos, -contrariamente a lo que sucede en las colonias británicas- se mezclan con la gente nativa sin complejos de ninguna clase por motivo del color de su piel o de su raza.

     Abidjan está situada a orillas de una extensísima laguna llamada Grand Bassá que se comunica con la mar a través de un canal. No he visto nunca playas tan bonitas como las de esta ciudad. Son kilométricas y rodeadas de palmeras rendidas sobre sus arenas rojizas, las de la costa. Las del lago están rodeadas de selva y son de arena blanca. 


     Los domingos la laguna se puebla de velas de colores y de lanchas rápidas arrastrando a esquiadores e impregnándolo todo de un cierto sabor mediterráneo. La laguna tiene cerca de 40 kms. de longitud y en ella desembocan varios ríos de aguas límpidas, formándose toda clase de accidentes geográficos que le dan un cierto carácter de mar interior. En la bajamar, el agua es dulce y en ella se cría una clase de insecto microscópico que al introducirse en los oídos humanos deterioran o dañan seriamente el órgano interno que regula el sentido del equilibrio. Al subir la marea, se desplazan con el agua dulce río arriba, lo que permite bañarse en sus aguas cuando en la pleamar es absolutamente salada.


     Por las tardes acudimos los marinos a una cafetería de lo más “chic” con una estupenda terraza con vistas a un parque que parece la continuación de la selva, de no ser por los paseos, los tenderetes y los niños blancos jugando con lo negros si ningún problema, disfrutando de la tierra con sus cubos y palas.


     El parque está flanqueado aquí y allá por tenderetes mostrando toda clase de artesanías africanas. Son espectaculares los grandes colmillos de elefantes, las pieles de leopardo y serpiente, pero a mi lo que más me atrae son las figuras en madera de ébano negro o ébano real. Las mejores las he comprado en Nigeria. Lo malo de todo esto es tener que cargar con todo hasta la llegar al barco. He adquirido dos colmillos de elefante de pequeño tamaño, pero que tienen gran mérito ya que están labrados en ellos dos figuras muy elegantes. 


     Ya en el ámbito más sentimental, le he comprado a Rosa un colgante que representa una máscara africana con rejilla muy fina, todo en oro. A mi me ha hecho gran ilusión y daría cualquier cosa por poder entregársela hoy mismo.


     Otro de los atractivos de la terraza es la mutación que nos ofrece el arbolado del parque. De día sus ramas están pobladas de grandes hojas oscuras que desaparecen al caer la noche. El secreto se nos desveló cuando un día, al atardecer, vimos como millones de murciélagos de grandes proporciones abandonaban los árboles en dirección al lugar por donde se había ocultado el sol.


 En este puerto, el año pasado y fletados por la ZIM descargamos entre otras muchas mercancías, una partida de veinte toneladas de zapatos baratos cargados en Italia. Cuando salían los estibadores de la bodega, todos lo hacían con zapatos nuevos flamantes, contrastando con sus desnudeces y su ropas deterioradas y sucias. Al terminar la descarga, se recogieron como barreduras de la bodega más de mil pares de sandalias viejas y chanclas de todo tipo y condición abandonadas después del cambio. El fletador ha decidido en próximos embarques cargar los del pie derecho en un barco y los del izquierdo en otro. No sé hasta que punto le resultará, pues esta gente es capaz de ponerse los de un pie en los dos.

Llevamos cuatro días de navegación desde que dejamos atrás el Africa Occidental y a pesar de que la Isla de la Ascensión es como una aguja en el pajar atlántico, mis cálculos con las estrellas al alba y al ocaso, nos han traído sin error alguno a recalar en ella. A la hora calculada, despuntó por nuestra proa en un horizonte azul y nítido el cono parduzco del volcán. Con objeto de verla y comprobar nuestra situación, nos hemos desviado de nuestro rumbo directo a Mar del Plata, pues seguramente jamás volveremos a tener la ocasión de pasar tan cerca de ella. Es quizás una de las menos conocidas por parte de los marinos del mundo entero, debido a que está a trasmano de todas las rutas que cruzan este océano. Aparte los bancos de delfines y algún tiburón o manta, no hemos visto el menor signo de vida en lo que llevamos de viaje.


     La isla de la Ascensión es de origen volcánico, no tiene agua, la vegetación es escasísima y solo viven en ella unos cuantos aborígenes y dos o tres blancos que cuidan de las instalaciones que unen por cable submarino Nueva York con Ciudad del Cabo. Es inaccesible, no tiene puerto, ni rada alguna, solo se puede llegar en avioneta o helicóptero. Nos acercamos tanto a su costa, que podíamos ver a sus escasos pobladores atentos a nuestros cambios de rumbo; deben haber pensado que llegaba el Mesías.


 Otros habitantes son las tortugas gigantes que ponen sus huevos en los meses de Junio y Julio, los entierran y se van, desligándose por completo de sus futuras crías.


Hace quince días que solo me quito el bañador para meterme en la cama. Llegaremos a Mar del Plata a principios del otoño austral y entraremos en el Mediterráneo a principios del verano boreal. Las noches son esplendidas y cuando viene algún chubasco tropical aprovechamos para dejarnos duchar por la lluvia fresca. No hay mayor disfrute en el trópico que una ducha nocturna bajo la lluvia.

 Permaneceremos en la Argentina un mes aproximadamente...sé lo que estáis pensando y el que sea, se equivoca. Aquello está más apagado que el Chimborazo y en mi corazón solo cabe ya la persona que me espera en Cáceres. Mi pena es no haberla encontrado antes, me habría evitado dilapidar años preciosos de mi juventud. Pero aún queda mucho amor dentro de mi y toda una vida para hacer feliz a Rosa en la que pienso en cada instante. Vivo obsesionado con mi vuelta a España, y mi mayor deseo es casarme con ella cuanto antes.

Pablo





jueves, 7 de julio de 2016

YO ME CONFIESO

Autor:
Pablo Romero Montesino.Espartero

                    

  Mi otro puente




Carta nº 75
De una carta a la familia
Canal de la Mancha, 18 Septiembre de 1970
 
       Ha sido mucho tiempo en tierra, aunque en mi reloj biológico tan sólo transcurrieran  escasas horas. Los primeros días fueron horribles y mientras deshacía las maletas a bordo, sentía una gran opresión en mi corazón y una profunda tristeza, pensando en cuanto había dejado atrás.
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    Desde que me despedí de la familia Turégano hasta el momento en que dejé mi “coupé”, cada adiós ha sido una prueba.
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    A todos nos cuesta trabajo enfrentarnos a las obligaciones, sobre todo después de un largo periodo de “dolce vita”, pero creo que esta vez ha sido para mí la más dura a la que me he enfrentado en mi vida.       Poco a poco voy recuperándome del mal trago que ha supuesto para mí despedirme de Rosa.
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    Mamá, o yo no he estado enamorado  nunca o esta vez lo estoy en demasía. Creo que la respuesta vendrá en cuanto haga unas escalas, pues hasta ahora no he respetado regla alguna de juego, olvidándome lo que dejaba atrás si lo que tenía delante me apetecía. Ahora me siento muy seguro de mí mismo y sin otro deseo que el  de ahorrar lo suficiente para volver de nuevo a ella y casarme. Todo esto quizás me lo hayáis oído decir más de una vez, pero lo hacía sin  convencimiento e influenciado por la euforia que a cualquier marino le produce el estar en tierra. He llegado incluso a sentir cierto remordimiento al no poder ofrecer a Rosa una vida más tranquila de la que le espera conmigo, algo así como si al casarme con ella fuera a cometer un delito grave. Me siento inmerecedor de su juventud, su belleza, su bondad, su educación y de los valores que día a día voy descubriendo en su persona, ¿pero cómo renunciar?, si Dios la manda quiere decir que algo bueno habrá encontrado en mí para concedérmela.
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    Los detalles más insignificantes como por ejemplo el ver mis zapatos limpios y metidos en una bolsa, las camisas bien planchadas, los pantalones y las chaquetas perfectamente colocadas en las maletas...me doy también cuenta ahora, de que debería haber pasado más tiempo contigo mamá, pero cuando se tiene todo, no damos importancia a cosas que al faltarnos las echamos terriblemente de menos. Con el vivo deseo de ser mejor y como pecador arrepentido, he llegado incluso a pensar en confesarme para ponerme a buenas con Dios y en agradecimiento a la oportunidad que me brinda al entregarme una mujer excepcional, a la que con el paso del tiempo, espero hacerme merecedor. Lo malo es que con los viajes que hago últimamente a Alemania, Túnez o Marruecos no me va a ser fácil encontrar un cura que me entienda y si espero a mi vuelta a España, a lo peor cuando llegue, han quitado el sacramento.
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    El tiempo es bueno con las clásicas nieblas del Canal de la Mancha. Os recuerdo a cada instante.
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Pablo
 

               

viernes, 27 de mayo de 2016

LA REVANCHA

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
  
De la película "Rebelión a bordo"
 



Carta nº 74
Amberes, Enero de 1970

 

Hemos llegado a Amberes, y en el muelle nos estaba esperando el relevo de todos y cada uno de los que habíamos participado en la “rebelión” en Puerto Chicama. Al poderoso Lauro no le había sentado nada bien el que un grupito de orgullosos españoles, dejáramos tirado a su representante en un perdido puerto de la costa peruana.

Fue una despedida triste por dejar tan buenos compañeros y amigos, pero también alegre por haberle dado una lección a la única persona que a bordo no supo mantenerse en su lugar en ciertas circunstancias. Tuvimos una cena de despedida en un estupendo restaurante de Amberes, los que ya no volveríamos a coincidir nunca más en un mismo barco y del que cada uno de nosotros se llevaba recuerdos imborrables.

Ganamos una batalla, pero como siempre sucede, el más fuerte acaba ganando la guerra, aunque no le asista la razón.

Habíamos llevado a cabo un viaje difícil, descargando con los puntales y pluma del barco, gran parte de la maquinaria de gran tonelaje de difícil manejo y que los estibadores peruanos habrían destrozado, de no haber intervenido nosotros a petición del fletador Lauro.

Formamos un equipo de profesionales jóvenes, alegres, trabajadores y unidos en todas las acciones, a bordo y en tierra, respetando siempre el rango de cada cual. Una tripulación que dejó un buen cartel en todos los puertos del Pacífico Sur y del que autoridades y gente común en Polonia, quedó asombrada de nuestra solidaridad en los veinte días que duró nuestra descarga en el puerto de Gdynia, especialmente viendo como celebramos la Navidad a bordo, en un comedor engalanado con las banderas de Polonia, Italia, Yugoslavia, Ecuador, España y la del pabellón de nuestro barco, Panamá, en una mesa corrida, en la que nos sentamos todos, desde el Capitán hasta el último marmitón de la cocina incluido un polizón.

 El “Alacrity” tampoco defraudó batiéndose en los temporales con la valentía y resistencia de los buenos barcos marineros, y cuando a bordo del taxí que me llevó al aeropuerto vi por última vez su atípica proa “Mayer” ,sentí que con él dejaba una parte de mi “hogar”.

Pablo.
 

sábado, 9 de abril de 2016

CARTA DESDE HAMBURGO

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


 Venecia  Agosto 1964 (con el "Sincerity")




Carta nº 73
De una carta a la familia
Hamburgo, 6 de Enero de 1970
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Después de casi 20 días en Polonia llegamos a este puerto el día 30 y en él permaneceremos unos 4 ó 5 días más, para más tarde dirigirnos a Amberes.
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Desde el sábado pasado tengo alquilado un Mercedes 250 S automático que es una maravilla. Tan sólo tiene diez mil kilómetros. Lo cierto es que no lo hice sin intención. La cosa fue que no tenían más que ese coche y el Capitán , me animó diciéndome : “No te preocupes, le sacamos un buen seguro”
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Es la primera vez que me pongo al volante de un automático y al principio lo pasé mal para sacarlo del aparcamiento.
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He invitado al Capitán a cenar en Travemünde, que es una de las ciudades más típicamente alemana, algo así como el Montecarlo del Báltico. Cuando llegamos al barco, la tripulación pensó que llegaba el hijo del armador que tiene uno igual. Es un coche increíble, capaz de enloquecer a cualquier amante del volante. De Travemünde nos fuimos a Lübeck y de allí a Bremen. Ciudades que ya conocíamos, pero que deseábamos visitar llegando a ellas por tierra y no por mar como siempre.
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El día de Año Viejo conocí a una noruega que vive en Hamburgo y está divorciada. Como veréis llevo una buena racha de casadas...La conocí en un local en el que los hombres no pueden solicitar baile a las damas. Ya hemos estado aquí en otras ocasiones. El sitio es elegantísimo y la mayor parte de los caballeros  vestía smoking y de largo las damas. Me sacaron a bailar varias féminas y me sentí bastante incómodo con los compañeros de mi mesa, pero al final todos “ligamos” una frau. La mía se llama Haneloren y a las cinco de la mañana, a los acordes de Dulces Navidades de Frank Sinatra, descorchamos una botella de Champagne en su apartamento después de pasar una hora buscando un medio para ir a su casa y a 15 grados bajo cero. Aquí hacen hinchar un globito para saber la cantidad de alcohol que llevas en el cuerpo, por eso no circulaba nadie en automóvil. Al entrar en el apartamento me entró complejo de artista de cine o al menos estar soñando una película. Encendimos las velas del árbol de navidad, escuchamos coros rusos en un aparato estereofónico fantástico, bailamos con música de Tom Jones y cuando me desperté, tenía el desayuno preparado en una mesita rodante junto a la cama. ¡Eran las tres de la tarde¡
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Está divorciada hace un año y tiene una niña que pasa estas fechas con los abuelos. Por la tarde fuimos en su coche a cenar a un típico restaurante y a las nueve  estábamos viendo la televisión en su casa. Tiene 32 años y trabaja en Lufthansa, no es una belleza, pero está muy bien dotada.
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El barco lo hemos tenido que fondear en medio del río esperando atraque para terminar la descarga. Ayer cogí el  Mercedes y me llevé al  Capitán y al Jefe de Máquinas a recoger a mi noruega y a una amiga suya. Cuando nos vieron bajo su ventana con el coche, no lo podían creer. Tres marinos latinos con semejante automóvil...no era posible. Las llevamos de excursión y terminamos bailando en un lujoso vagón de ferrocarril reconvertido en saloncito de fiestas. Se alargó tanto la velada, que perdimos el último spido que debía llevarnos hasta el barco fondeado en medio del río, con lo cual tuvimos que pasar la noche dentro del coche con el motor en marcha y la calefacción al máximo. A la mañana siguiente una señora salió de su casa para ver que nos pasaba y se quedó perpleja cuando nos vio coger nieve para lavarnos la cara entre risas y bromas. El coche se portó, pues en el exterior alcanzamos los 15 bajo cero.

Seguimos rodeados de hielo, a lo que ya nos hemos habituado, pero no por ello deja de ser un espectáculo impresionante al ver como se van acumulando los bloques unos encima de otros. Salimos para Amberes y después Nápoles. Nuestro sol y nuestro mar azul nos espera.
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Pablo
 
                                        

jueves, 17 de marzo de 2016

ADIOS, GDYNIA, ADIOS

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


 
 
 
Mar Báltico   29 de Diciembre de 1969
Carta nº 72
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    El  Alacrity surcando a velocidad reducida un mar de bloques de hielo y a 27 grados bajo cero nos va acercando poco a poco al Canal de Kiel. Por la proa, Alemania Federal, por estribor, Suecia y Dinamarca, por babor Alemania Oriental y para tristeza mía, por la popa, la inmaculadamente blanca Polonia. Allá se queda una buena parte de mi corazón, encerrado en unas fronteras tan inexpugnables como absurdas. Tania me preguntaba cosas acerca de España y del mundo libre; el Mediterráneo, sus playas, la moda femenina, cualquier cosa le maravillaba y exclamaba : “¡estúpido comunismo¡” .
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    Antes de hacernos a la mar nos convocaron a todos e hicieron una revisión profunda del barco buscando algún polizón. Cruzamos la bocana del puerto acompañados por los haces luminosos de potentes reflectores.
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          Toda la tripulación está recluida en sus camarotes y en las guardias de mar se refleja en nuestros rostros cierta tristeza. No hay bromas, tampoco se habla de lo bueno o lo malo de nuestros días en Polonia, cada uno rumia sus recuerdos, pero todos coincidimos en una cosa : jamás olvidaremos las navidades blancas del 69 en Gdynia.
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Pablo 

viernes, 19 de febrero de 2016

CARTA DESDE GDYNIA (II)

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


A bordo del "Sincerity" buscando la Torre de Hércules




Carta nº 71
De una carta a la familia
Continuación de la carta anterior
 
 
    Hoy hace exactamente dieciséis días que llegamos a Polonia durante los cuales he vivido intensamente, amado mucho y trabajado poco.
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    Hace unos días al pasar el control de pasaportes a la salida del puerto me encontré  de nuevo a Tania atendiendo en su ventanilla a los marinos que salíamos del puerto. La he visto en otras ocasiones en las que siempre le había demostrado mi admiración por sus encantos femeninos. Es rusa, tiene treinta y tres años y está casada por lo que siempre me limité a ser simplemente cortés con ella. Pero mira por dónde, un compañero me dijo que no perdiera el tiempo y que hiciera algo más, ya que ella al parecer se interesaba por este cacereño. A mí Tania  no le falta de nada. Seguro del terreno que pisaba, la cité ocultando mi conocimiento de su estado civil. Me contestó que no podía encontrarse conmigo en ningún local pues como funcionaria, le estaba prohibido intimar con extranjeros. El problema quedó resuelto encontrándonos en la casa de la amiga del Tercer Oficial del Alacrity buen amigo y compañero, que no puso inconveniente alguno. Otra vez compartiendo techo con otra pareja. Habitación y salón bastante grande para lo que se lleva por aquí. Desde su ventana se puede contemplar el paisaje nevado más bonito que he visto en mi vida. Música, vodka, cigarrillos americanos, comestibles aportados por dos pudientes marinos españoles, calor de estufa de carbón y mucho amor.
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    El día de nochebuena nos reunimos en este apartamento el Capitán, el Jefe de Máquinas, el Tercer Piloto, el Telegrafista y yo, cada uno, a excepción del Capitán, con su respectiva “banquera”. Trajimos del barco en una furgoneta dos pavos asados, champagne, vodka, vinos, spaghetties, pescados, dulces variados, conservas de todo tipo, adornos navideños y regalos. Con todo el material y dirigiendo la operación vino también el cocinero del barco, hombre divertido dónde los haya y buen profesional que preparó una cena pantagruélica que dejó al personal perplejo, especialmente a nuestros amigos polacos, que vieron aquello como un milagro de la virgen de Cracovia. Tuvieron que pedir sillas a unos vecinos para poder sentarnos todos alrededor de una vieja mesa de madera. La cena resultó un éxito y como ésta gente es tan religiosa, tuvimos que acompañarlas a la Misa del Gallo, pero nos vimos obligados a  quedarnos fuera de la iglesia porque estaba hasta los topes. Con cerca de 20 grados bajo cero y no pudiendo entrar en calor de otra forma, los latinos nos alejamos de la puerta y nos liamos a tirarnos bolas de nieve y a correr de un lado para otro como caballos desbocados Creo que los feligreses lo entendieron, porque una vez finalizada la ceremonia, recogimos a nuestras polacas y no nos lo tuvieron en cuenta.
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    El otro día tuve un contratiempo que me podía haber costado muy caro. Gracias al Capitán, profesional donde los haya y buen amigo mío, todo quedó en un susto mayúsculo.
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    Generalmente el cambio de moneda lo hacemos en el mercado negro de la ciudad, para evitarnos problemas a la salida del puerto, pero esta vez caí en la tentación de hacerlo cómodamente a bordo, pues el cocinero tenía una buena remesa de zlotis de no se sabe que extraña procedencia y me ofrecía un cambio estupendo.
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    Nada más poner los pies en tierra, un oficial de aduanas, me hizo la pregunta de rigor:
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“¿Cuántos dólares y zlotis lleva encima?”
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    Tiré de cartera y como un auténtico panoli le enseñé todo mi capital, cifrado en unos tres mil zlotis.
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    Debo aclarar que oficialmente el Capitán entrega a cada tripulante el dinero polaco que desee, pero al cambio oficial, lo cual sale carísimo.
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    Inmediatamente el oficial me volvió a preguntar:
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“¿En dónde ha obtenido estos zlotis?”, a lo que respondí:
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   “Me los ha entregado el Capitán”, (cambio oficial).
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Sin mediar otra palabra me cogió del brazo y me llevó detenido a las oficinas de la policía del puerto en cuyas paredes colgaban una al lado de la otra, fotografías de Lenin y Marx. Allí, una mujer uniformada de cabellos estirados y moño, con toda la pinta de una inquisidora del KGB, me volvió a hacer las mismas preguntas en presencia del aduanero, obteniendo con ello las mismas respuestas. Descolgó el teléfono e hizo una llamada y me dijo:
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“Está Vd. mintiéndonos, el agente de su compañía naviera nos dice que las numeraciones de los billetes que tiene en su cartera, no coinciden con las serie de los que le entregaron a su Capitán para la tripulación.”
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Me temblaron las piernas pues había oído hablar de las leyes tan estrictas en lo concerniente al tráfico de divisas.
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Hicieron que me desnudara hasta dejarme en calzoncillos, registrando hasta el último rincón de mi ropa y me dijeron que estaría detenido hasta que el Capitán se hiciera responsable de la multa o me quedaría en Polonia unos cuantos meses.
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  Pasadas unas horas y acompañado por el mismo oficial de Aduanas que me detuvo, llegó el cocinero que me había hecho el cambio de moneda a bordo, con un pañuelo en la boca y tosiendo como un tuberculoso. Delante de mí le obligaron a desnudarse, encontrándole unos cientos de zlotis que como hice yo, confesó que se los había entregado el Capitán (cambio oficial). Le registraron hasta los calcetines, con cierta prevención por parte del oficial de Aduana, pues tosía y tosía tapándose la boca con el pañuelo.
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    La policía le confirmó que los números de los billetes pertenecían a las series que el agente de la Naviera había entregado al Capitán y que por tanto no había ningún problema y que se podía ir tranquilamente. Pasaron varias horas, hasta que llamaron al Capitán para explicarles que su Primer Oficial estaba detenido por tráfico ilegal de divisas. Cuándo lo vi entrar en aquella tétrica y siniestra oficina, su pequeña figura me pareció la de un gigante, que con su espada de fuego venía a liberarme de las garras de aquella comunista, marxista, leninista polaca.
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Su defensa se fundamentó en explicarles mi desconocimiento de las leyes polacas, el que fuera mi primera visita a Gdynia y sobre todo en mi buena fe, ya que no había escondido el dinero y el cambio lo había efectuado en la ciudad engañado seguramente por alguna mujer.
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Después de cerca de cinco horas detenido, salimos camino del barco con la lección bien aprendida y sin un céntimo, ya que me “confiscaron” todo. Tan sólo se libraron unos dólares que llevaba camuflados en el cuello de mi abrigo de cheviot. No hubo multa pues ello hubiera significado papel oficial, con lo cual no habrían podido sacar partido del botín, así es que todo se quedó en un buen susto.
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Una vez a bordo, le dije al cocinero que se había librado por los pelos y le pregunté:
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 “Pero ¿por qué coño tosía usted tanto en el interrogatorio y el cacheo?”, a lo que contestó:
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 “En el pañuelo tenía enrollados más de cinco mil zlotis del mercado negro en billetes grandes”. Es napolitano.
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 Pablo                                        
 

lunes, 1 de febrero de 2016

CARTA DESDE GDYNIA (I)

Autor:
Pablo Romero Montesino-Expartero

 
Navegando por el Canal de Kiel
 

Carta nº 70
De una carta a la familia
Gydinia, 15 de Diciembre de 1969

 
    Esta carta no saldrá desde Polonia pues censuran la correspondencia hacia los países occidentales, así es que esperaré a Hamburgo para echarla al correo.
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    Llevo cinco días en Polonia y en el transcurso de los mismos, creo haber adquirido suficientes conocimientos como para escribir un artículo periodístico.
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    No sabría explicar la extraña sensación que uno siente tras el Telón de Acero, que aunque no lo creáis, continua siendo de acero y del bueno. Creo haberos contado la impresión que me causó Alejandría, cuando los remolcadores abrieron las redes anti-submarinos para dejar pasar a nuestro barco. Pues bien, lo que se siente aquí es algo parecido, con la diferencia de que aquello, al cabo de unos días te dabas cuenta de que a pesar de las cargas de profundidad en el puerto y los disparos de los antiaéreos, todo era una tragicomedia por la teatralidad que ponían los egipcios en sus acciones guerreras. Aquí en cambio, el drama aumenta a medida que vas conociendo más de la situación policial bajo la que nos encontramos y de la sordidez del comunismo que aplasta a esta pobre gente, y que te produce un temor que no había jamás sentido en ningún país de los que a lo largo de los años haya conocido.
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    La reglamentación a la que estamos sometidos los tripulantes de barcos occidentales es de tal calado, que antes de mover un dedo, debes pensártelo bien durante unos minutos, no sea que esté prohibido.
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    Inmediatamente después de haber dado cabos a tierra, nos colocaron tres soldados, uno ruso y dos polacos, armados con metralletas, uno en cada  extremo del barco y otro en el centro vigilando la escala real, con la exclusiva misión  de evitar fugas del país embarcando como polizones.
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    Los costados del “Alacrity” los tienen iluminados con potentes reflectores, de tal manera  que los soldados pueden vigilar el que ningún hombre  trepe por los cabos o por la cadena del ancla. Los soldados de los extremos están en continuo movimiento, entre otras cosas porque estamos a 18 bajo cero y siguen bajando las temperaturas.
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    He tenido ocasión de hablar en inglés con varios polacos, gente educada, culta y de una amabilidad extraordinaria. Tan solo se permiten hacer críticas sobre el comunismo y los rusos-a los que detestan- si no están acompañados de otro polaco y siempre vigilando que nadie pueda escucharles. Si por el contrario están dos, el afán de ambos es ponderar el régimen comunista y a sus “hermanos” los rusos.
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    La ciudad, es como esas casas señoriales a las que la ruina de sus dueños las ha dejado en el más absoluto abandono, pero que conservan su empaque de otra época mejor, sin  atisbo de modernismo alguno. El tráfico automovilístico prácticamente es inexistente, tan solo autobuses, taxis, camiones y algún que otro turismo oficial circulan por sus calles, tristes y sin color alguno que te recuerden al mundo occidental.
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    Los signos clásicos de la Navidad están representados por algún árbol con una paupérrima iluminación, adornos de poco gusto en los escaparates, en los que poco o nada tienen que mostrar. Se ven zapaterías que exhiben tres o cuatro pares de zapatos y hacen colas para verlos en un orden pasmoso. También rollos de telas, que parecen abandonadas y tiradas en desorden y aquellos que exhiben prendas femeninas, se asemejan a los escaparates de nuestros pueblos menos desarrollados, mostrando sujetadores que una española no vestiría ni para interpretar a Dulcinea del Toboso.
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    La gente camina a toda velocidad con enormes abrigos hasta los pies, sombreros de astracán y botas altas con los pantalones dentro de ellas. En los jóvenes  se nota quizás una cierta variedad en el vestir pero dan la impresión de un pueblo triste o muy serio, no sabría diferenciarlo. La música en la radio es toda sinfónica o folclórica. La televisión solo se ve en bares y cafeterías y como transmiten en canales distintos a los nuestros, no la podemos ver en el televisor del barco.
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    El descanso dominical tampoco existe; trabajan en turnos continuos día y noche, incluso en Navidad. Dejan de hacerlo en lugares a la intemperie cuando la temperatura alcanza los 25 grados bajo cero; en cambio las iglesias se llenan de fieles y oyen misa desde el exterior a pesar de un tiempo gélido que hiela hasta los pensamientos.
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     Nos paran por la calle para pedirnos que les vendamos nuestra ropa, ofreciéndonos cambios de 120 zlotis por un dólar, mientras que el cambio oficial es de 24 zlotis el dólar. En ocasiones dejamos de propina al taxista hasta el triple del coste de la carrera pues ellos saben que su trabajo lo estamos pagando con lo que gastamos en occidente en tomar un café.
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    El bajar a tierra significa tener que pasar  tres controles: uno del partido, otro de la aduana y un tercero de la policía, tomando nota de la hora exacta en que abandonamos el barco, entregando el pase de frontera y haciendo declaración de cuanto llevas, cigarrillos, zlotis y efectos personales, no pudiendo permanecer fuera del barco más de 24 horas y sin alejarte más de 20 kms. de la ciudad, estando terminantemente prohibido abandonar la carretera cuando vamos a la bonita ciudad de Sopot. Oficialmente tenemos prohibido el frecuentar locales que no estén destinados específicamente para extranjeros, -cosa que no cumplimos-pero en cambio te juegas de uno a seis años de prisión, si sacas una fotografía o tomas apuntes, dibujos etc. de las instalaciones portuarias. Estás obligado a presentar la declaración de moneda en cualquier momento que se te pida y no puedes regresar a bordo con un solo zloti   que no haya sido cambiado bajo pena de prisión. Controlan las numeraciones de los billetes que los agentes de la compañía nos entregan al salir del barco, por tanto la única formula es sacar escondidos los dólares, cambiarlos en el mercado negro y dárselos a guardar a nuestras respectivas “banqueras”. Cada tripulante tiene la suya y son de fiar, porque somos esplendidos con nuestras conquistas polacas.
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    Los sueldos oscilan entre las 1.400 ptas. de un  aduanero a las 5.000 ptas. de un arquitecto o ingeniero. Los precios son increíblemente bajos si haces el cambio en el mercado negro. Una cena en el mejor restaurante de Gdynia viene a costar unas 200 ptas. Una botella de vodka-bebida nacional que consumen hombres y mujeres como si bebieran agua-  cuesta en el mejor salón de baile unas 75 ptas.; unos buenos zapatos no más allá de 140 ptas. un traje entre 2.000 y 3.000 ptas.
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    El otro día me dijo un alférez de la policía que estuvo tomando una copa en mi camarote, “sí Chief, mi sueldo mensual es justamente lo que uno de sus marineros gasta en tierra una noche en Gdynia”.
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    La guerra le supuso a Polonia la enorme pérdida de seis millones de hombres por esta razón la población femenina es tan grande viéndose a la salida de las fábricas solo mujeres, si bien la profesión mejor pagada en Polonia es la prostitución y está protegida al ser una óptima fuente de ingresos de divisas para el Estado. Lo cierto es que  en mayor o menor medida, soltera o casada, empleadas o no, todas explotan un negocio que les produce en una noche la mitad del sueldo mensual de un obrero. De esta forma, las mujeres lucen lujosos atuendos, abrigos de piel, joyas etc. mientras que los hombres parecen hijos del mismo padre y de la misma madre. Ellas con sus dólares se hacen comprar por los tripulantes de los barcos  en almacenes para extranjeros, toda clase de “trapos” y enjuagues y siendo los marinos los únicos extranjeros, nos convertimos sin comerlo ni beberlo en pura golosina para el sexo débil de este país. Por otra parte, nuestra forma de ser latina y nuestra sana alegría contagia a esta pobre gente cuando en algún local nocturno nos desternillamos de risa, cantamos o bailamos como peonzas, y las chicas que no están con nosotros miran a las nuestras con cierta envidia. Somos, incluido el capitán, nueve oficiales. Después de cenar nos citamos todos en el Gran Café que es el local más “chic”. Allí acuden nuestras  “banqueras” y organizamos una juerga que un día nos van a tachar de asquerosos burgueses, capitalistas a los que chicas comunistas revisionistas  han hipnotizado con sus encantos.
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    En cada casa o apartamento viven de dos a cuatro familias. El primer día que fui con mi “banquera” a su apartamento vi que en cada puerta había tres o cuatro pares de botas masculinas y femeninas. Pensé que sería una familia de veinte o treinta personas y me asusté un poco, pues eran demasiadas botazas para este cacereño perdido de amor. Entonces ella me explicó la cosa  y lo difícil que resulta el tener una vivienda en Polonia. Lo cierto es que cuando iba al baño pasaba mi apuro, pero cuando noté que no se sentían ofendidos de tenerme bajo el mismo techo, no cedía el baño a nadie, ¡la cola es la cola¡
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    Otro día os seguiré contando, pues la estancia aquí va a ser más larga de lo esperado.
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 Pablo                                  
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