Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
De guardia en el "Sincerity", amanece solo para mi en el Atlantico.
Carta nº 69
De una carta a la familia
Gdynia, Diciembre de 1969
Nos encontramos en estos momentos a solo
500 millas del Finisterre Inglés, lo cual significa un día más de
navegación para avistar las costas de la
Bretaña inglesa. Nuestro último vistazo a la tierra firme fue pasando al oeste
de Puerto Rico, desde allí hasta aquí, 4.427 millas de mar y cielo navegadas
por ortodrómica, lo cual nos ha obligado a elevarnos mucho en latitud.
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Durante todo el viaje el tiempo se ha
mantenido dentro de ciertos límites de bondad, pues para suerte nuestra hemos
viajado en compañía de un anticiclón hasta anteayer, que se fue con viento
fresco hacia Groenlandia. Ahora ha empezado el “baile” clásico del Atlántico
Norte en invierno, pero mañana, al abrigo de las Islas Británicas, volveremos a
gozar de tranquilidad. Contrariamente a cuanto esperábamos, el frío no se ha
hecho sentir por ahora, a pesar de habernos elevado hasta los 55 grados de
latitud. Hace unos días tuvimos que parar en medio del Atlántico para reparar
una avería en la máquina. En el viaje de ida, el carpintero, uno de los pocos
que quedan de ribera y acostumbrado en su Galicia natal a construir barcos de
pesca de madera, hizo lo propio con un diseño elaborado por el capitán y por
mi, para que nos sirviera como bote o chinchorro para pintar el casco del barco
en puerto. Le salió un bote precioso, al que se le instaló un motorcito
fueraborda de 4 cv.. Durante la parada lo echamos al agua y el capitán y yo
hicimos una excursión, alejándonos del “Alacrity” fuera del radio de acción del
radar, según nos dijo el segundo oficial que se quedó de guardia en el puente.
Nunca había sentido tanta emoción. Bajo la quilla plana del bote teníamos una
profundidad de cinco mil metros, la costa más cercana estaba a más de 1000
millas y no veíamos al “Alacrity” parado en mitad del Atlántico. Por primera
vez en nuestras vidas fuimos “náufragos” por unas horas y supimos por
experiencia de la pequeñez del ser humano y de la grandeza de Dios.
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Ha pasado casi un mes desde que
abandonamos Talcahuano –al norte del Estrecho de Magallanes- y os confieso que
no veo la hora de “aterrizar” en Gdynia, me han hablado tanto de las
polacas...quiero piel blanca y cabellos dorados, necesito oler a estufas de
carbón, pisar alfombras y sentir dolor en las orejas por el frío.
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No sabemos a ciencia cierta en dónde nos
cogerá la Navidad, posiblemente en Alemania pues de Polonia vamos a Hamburgo y
a Amberes donde cargaremos para Nápoles.
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El loro continua vivito y coleando. Es de
lo más simpático que podáis imaginar, silba a las chicas, pronuncia su nombre,”
Alberto”, perfectamente; se ríe a carcajada limpia, una carcajada casi humana y
hasta ahora no ha aprendido ningún taco, pero si continúa a bordo, acabará
soltando más de uno.
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Me gustaría mucho pasar con vosotros la
Navidad, pero me he trazado un rumbo a seguir y éste pasa por Italia y Panamá
una vez más. Con ello quiero decir que de no surgir complicaciones, haré un
quinto viaje al Pacífico, para desembarcar aproximadamente a principios de la
primavera, con la sana intención de hacer el curso de Capitán y casarme, ¿con
quién?, no lo tengo aún completamente decidido, pero me caso. Hasta ahora todas
me han ofrecido amor y trabajo, siempre lo mismo, con la única variante de la
latitud. No he perdido la esperanza de encontrar una que me ofrezca amor y
“dolce vita”.
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Después de hacer pasar por nuestra quilla,
el Pacífico, el Canal de Panamá, el Atlántico Norte, el Golfo de Vizcaya, el
Canal de la Mancha, el Mar del Norte, el Canal de Kiel y el Báltico, llegamos por fin sin novedad a
Polonia con 10.000 toneladas de harina de pescado con las que alimentar a todos
los pollos del país. Esta mercancía aparentemente inofensiva es muy peligrosa
pues es autocombustible debido a su riqueza en nitrógeno. A veces se produce un
incendio en el centro de la bodega muy difícil de atajar. El centro de la carga
se convierte en un gran brasero que paulatinamente va avanzando sin humo hasta
llegar al costado o la cubierta del barco. Las altas temperaturas deforman sus
estructuras hasta quebrarlo y hundirlo
si no se llega antes a puerto. El agua no resuelve el problema pues cuando
aflora el fuego, ya es demasiado tarde. En fin, una mercancía peligrosa.
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Pasado el Canal de Kiel, encontramos un
Báltico por el que se podría caminar a pesar de que el hielo es joven. Para
llegar hasta aquí hemos tenido que navegar por “ways” de una milla de ancho de
los que no nos podemos salir por el peligro que encierran aún los campos
minados de la Segunda Guerra Mundial. Las nieblas lo hacen extremadamente
peligroso, pues aunque el radar es de gran ayuda, el tráfico es tan intenso que
las boyas que determinan los distintos rumbos de los “ways” se confunden a
veces con falsos ecos o pequeñas embarcaciones
que los cruzan, sin peligro para ellas por su poco calado.
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Gracias por vuestras felicitaciones, 34
años, ¡qué asco¡
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Con motivo de mi avanzada edad, me he
dejado bigote, lo pondré a prueba aquí en Polonia y si veo que a las
polacas-amantes de los hombres morenos y velludos,- no les gusta, me lo afeito
rápido. De momento el loro no se asusta al verme.
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