Mi otro puente
Canal de la Mancha, 18 Septiembre de 1970
Ha sido mucho tiempo en tierra, aunque en mi
reloj biológico tan sólo transcurrieran
escasas horas. Los primeros días fueron horribles y mientras deshacía
las maletas a bordo, sentía una gran opresión en mi corazón y una profunda
tristeza, pensando en cuanto había dejado atrás.
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Desde que me despedí de la familia Turégano
hasta el momento en que dejé mi “coupé”, cada adiós ha sido una prueba.
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A todos nos cuesta trabajo enfrentarnos a
las obligaciones, sobre todo después de un largo periodo de “dolce vita”, pero creo que esta vez ha
sido para mí la más dura a la que me he enfrentado en mi vida. Poco a poco voy
recuperándome del mal trago que ha supuesto para mí despedirme de Rosa.
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Mamá, o yo no he estado enamorado nunca o esta vez lo estoy en demasía. Creo
que la respuesta vendrá en cuanto haga unas escalas, pues hasta ahora no he
respetado regla alguna de juego, olvidándome lo que dejaba atrás si lo que
tenía delante me apetecía. Ahora me siento muy seguro de mí mismo y sin otro
deseo que el de ahorrar lo suficiente
para volver de nuevo a ella y casarme. Todo esto quizás me lo hayáis oído decir
más de una vez, pero lo hacía sin
convencimiento e influenciado por la euforia que a cualquier marino le
produce el estar en tierra. He llegado incluso a sentir cierto remordimiento al
no poder ofrecer a Rosa una vida más tranquila de la que le espera conmigo,
algo así como si al casarme con ella fuera a cometer un delito grave. Me siento
inmerecedor de su juventud, su belleza, su bondad, su educación y de los
valores que día a día voy descubriendo en su persona, ¿pero cómo renunciar?, si
Dios la manda quiere decir que algo bueno habrá encontrado en mí para
concedérmela.
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Los detalles más insignificantes como por
ejemplo el ver mis zapatos limpios y metidos en una bolsa, las camisas bien
planchadas, los pantalones y las chaquetas perfectamente colocadas en las
maletas...me doy también cuenta ahora, de que debería haber pasado más tiempo
contigo mamá, pero cuando se tiene todo, no damos importancia a cosas que al
faltarnos las echamos terriblemente de menos. Con el vivo deseo de ser mejor y
como pecador arrepentido, he llegado incluso a pensar en confesarme para
ponerme a buenas con Dios y en agradecimiento a la oportunidad que me brinda al
entregarme una mujer excepcional, a la que con el paso del tiempo, espero
hacerme merecedor. Lo malo es que con los viajes que hago últimamente a
Alemania, Túnez o Marruecos no me va a ser fácil encontrar un cura que me
entienda y si espero a mi vuelta a España, a lo peor cuando llegue, han quitado
el sacramento.
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El tiempo es bueno con las clásicas nieblas
del Canal de la Mancha. Os recuerdo a cada instante.
.Pablo