Pablo Romero Montesino-Espartero
A bordo del "Sincerity" navegando por el canal de kiel 1967
De una carta a la familia
Matadi, 21 Julio 1972
Encontrar a Rosa esperando que el “Randa”
atracara en los muelles de Valencia ha sido para mi una de las cosas más
maravillosas que me han sucedido en la vida. A medida que el barco iba
aproximándose al muelle y su imagen se iba agrandando en mis prismáticos, mi
corazón se iba acelerando como una
locomotora desbocada. Hacía meses que la había dejado en Cáceres en una
despedida con besos con sabor a sal de lágrimas. Fue una de las experiencias
más duras de mi vida, y por la que estoy decidido a dejar la mar.
Los meses pasados con ella en nuestro
pisito cacereño han supuesto para mí un periodo de plena felicidad, de ilusión
compartida y de amor como no había conocido jamás. El cariño que pone en todo
cuanto pueda agradarme me parece
inmerecido por mi parte y no hago más que dar gracias a Dios por haberla puesto
en mi camino.
Mi camarote es muy grande, con despacho y
salita de estar. Desde que ella embarcó tengo que echar a mis compañeros casi a
palos. Sé que vienen solo a verla, y al telegrafista yugoslavo le resulta
difícil apartar los ojos de mi Rosina. Toman sus cervezas y no hay forma humana
de que se vayan del camarote. Lo mismo les sucede al Capitán y a los pasajeros
franceses que traemos desde el Congo, cuando el primero, nos invita al aperitivo
en su sala de estar. Me siento halagado y orgulloso de ella y de cómo se maneja
cuando tenemos visita.
En el Golfo de León, camino de Marsella,
hemos encontrado tiempo bastante duro. El barco cargado con una cubertada de
troncos se movió lo suyo, dando bandazos que a uno lo sacan de la cama. Bajé
del puente para ver como se defendía y me sorprendió verla sonriente y agarrada
a la cama como a una farola. Me la llevé al puente y pude disfrutar mostrándole
al otro Pablo que no conocía. Siempre he tenido como asignatura pendiente el
que alguien de la familia pudiera ver al Pablo responsable, en su quehacer
diario. Después de catorce años de navegación, ha sido ésta la primera vez que
esto sucede.
Ha quedado muy sorprendida de ver como mi
camarero de color y de nacionalidad congoleña, jamás nos da la espalda al retirarse. Son viejas
costumbres coloniales que uno no sabe hasta que punto deberían permanecer, pero ahí están.
El otro día en Marsella disfrutamos
haciendo turismo y comiendo una cocina
francesa deliciosa, acompañada de un
buen borgoña y quesos sabrosísimos. No es que te pongan una tabla de quesos, es
que traen un carrito de tres “pisos” con más de diez clases diferentes a cual más delicioso. En España, los buenos
restaurantes deberían tomar nota.
Como ya os dije en cartas anteriores,
tenemos intención de pasar en Cáceres la Nochebuena , por lo que en cuanto me llegue el
relevo desembarcaremos en este puerto para volar desde Génova a Milán y Madrid.
Tengo alquilado un coche para hacer un recorrido por la Riviera italiana antes de
abandonar Italia.
Termino esta carta sentado en una terraza
en Portofino. Hemos desembarcado y en coche hemos estado en Rapallo Santa
Margarita y Génova. Hemos disfrutado de lo lindo con los paisajes a lo largo de
toda la Riviera. El
hotel en que nos hemos instalado en Portofino, tiene unas vistas preciosas
hacia la bahía, salpicada aquí y allá de preciosos yates fondeados Es un
pueblecito con mucho colorido rodeado de una mar azul de aguas transparentes y
un puerto casi de juguete presidido por magnificas mansiones
en su costa más
cercana. Han sido unos días que en cierta medida me recuerdan a nuestra luna de
miel.
Tomaremos el avión en
Milán y pasaré la Navidades
con Rosa en nuestro pisito cacereño. ¡Un sueño hecho realidad¡
Pablo