Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

lunes, 4 de marzo de 2013

EL FANTASMA DEL ACORAZADO "GRAF SPEE"

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
El "Graf Spee" tal y como yo lo vi en 1959



Carta nº 18


Finalmente dejamos atrás el golfo de Santa Catarina y la mar se torno bella, dejándonos el mal tiempo una brisa de levante que hacía las delicias de todos. El horizonte se había alejado hasta el infinito y el sol volvía a castigarnos de pleno. Desde el alerón del puente, podíamos ver como el pasaje salía a cubierta y se tumbaba sobre las escotillas de las bodegas, para recuperar las fuerzas perdidas y hacer frente a las agujetas producidas por tratar de aguantar el balance y mantener la verticalidad. Las dos cariocas, únicas pasajeras de la primera clase, tomaban el sol en la piscina, y en el puente nos dábamos de puñetazos el Agregado gallego y yo, por ver quién cogía primero los prismáticos. Pasaba su guardia y la de los demás contemplando el panorama y relamiéndose como un gato ante un plato de pescado.
 He de decir en honor a la verdad, que la mayoría de los oficiales eran vascos y que ellos se dedicaban más al “mus” y a los “chiquitos” que a perseguir faldas por el barco, por lo que mi única competencia era el gallego, que jugaba con ventaja por su facilidad con el portugués. Pero mi amigo, cometería el error de abandonar el puente y bajar a comer estando ellas en la piscina. Ahí perdió su ventaja.

De forma inopinada quitaron la cadena que impide al pasaje subir al puente y se presentaron las dos en bañador. Al mismo tiempo recibimos una llamada del Capitán, indicándonos que eran pasajeras muy recomendadas y que las tratáramos con toda clase de cortesías. No podía creérmelo, pero la llamada del Capitán era también un aviso a navegantes-nunca mejor dicho-para que anduviéramos con sumo cuidado. Romanticismo sí, pero lo justo.
 A partir de aquella visita “oficial”, mi compañero gallego y yo cumplimos con nuestro “deber” y nos prodigamos en atenciones hacia ellas, sin el menor esfuerzo, dicho sea de paso. El tercer telegrafista, buen amigo, nos suministraba toda la música romántica habida y por haber a través del sistema de megafonía interna y convertimos el salón veranda de primera clase, en una coqueta “boite”.

En los días que duró el viaje hasta Buenos Aires, contamos desde la cubierta, todas las estrellas del hemisferio austral mientras bailábamos o nos bañábamos en la piscina. Sacrifiqué horas de sueño hasta tal punto, que una noche en mi guardia, me caí redondo al suelo como fulminado por un rayo. ¡Me había quedado dormido de pie¡ El timonel se llevó un susto mortal pues al caer, pegué con la cabeza en la base de la bitácora y casi me abro el cráneo, pero... mereció la pena.
 A medida que nos acercábamos al Plata, las aguas iban perdiendo su color azul, hasta cruzar la frontera que delimita las densidades,- perfectamente definida- y que en cuestión de escasos metros se tornan color chocolate claro. En las proximidades de Montevideo, y surgiendo de las aguas someras como un fantasma, el famoso acorazado alemán “Graf Spee” se deja ver en la bajamar. Su torre de señales, su puente de mando y algún cañón afloran herrumbrosos, recordándonos la tragedia vivida en la denominada “Batalla del río de la Plata”.

Era un acorazado de bolsillo que sembró- durante algún tiempo-de muerte y desolación las marinas mercantes aliadas, al principio de la Segunda Guerra Mundial. Se hizo famoso por sus acciones de corsario en el Atlántico Sur, hasta que buques de la armada británica y australiana, le obligaron a refugiarse en Montevideo, después de haberles infligido importantes daños y pérdidas en vidas humanas, a escasas millas de ese puerto. Las autoridades uruguayas obligaron al Capitán Langsdroff a salir a mar abierto, dónde le esperaban los barcos que le habían dado caza. Inopinadamente, zarpó de puerto y siguiendo instrucciones de Berlín, hizo estallar cargas que lo hundieron para siempre a la vista de todos los curiosos que desde el rompeolas, se apiñaban con la esperanza de ver el segundo acto de la tragedia. El Capitán se suicidó en un hotel en Buenos Aires. Pasar delante de estos restos, no deja indiferente a nadie.
Pablo 

(continuará)

 
Foto:
El "Graf Spee" tal y como yo lo vi en 1959

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