Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

jueves, 28 de mayo de 2015

CARTA DESDE PORT SUDAN

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


A bordo del "Sincerity" presumiendo de mi captura.

 
Carta nº 59
 

 3 de Julio de 1968
 

    Llegamos a este infierno desértico hace hoy una semana y aún deberá pasar otra  para salir de él.
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    Hemos alcanzado los 50º centígrados a la sombra, el aire es irrespirable y la cubierta de acero no la podemos pisar si no es con calzado de suela gruesa porque se abrasan materialmente nuestros pies. Ayer sufrimos una tormenta de arena, la visibilidad se redujo a pocos metros, se hizo casi de noche y en pocos minutos la pintura blanca del barco se puso de color rojizo. Las operaciones de carga del barco quedaron suspendidas hasta que pasó la tempestad.
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    La miseria, el hambre y la suciedad están por doquier. Algunos de los negros que trabajan en las bodegas son caníbales, según los ingleses que trabajan en las oficinas del consignatario de la naviera. Llevan unas melenas de pelo muy rizado que se cardan durante los descansos, con unos peines de madera de agujas muy largas, que hacen que la cabellera aumente de volumen hasta alcanzar proporciones inverosímiles. Algunos parece que llevaran un gran cesto en la cabeza.
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    Estos árabes son muy altos, mal encarados, sucios,  y te roban al menor descuido. Sus vestimentas, que algún día fueran blancas, tienen el color de la mugre y tan solo dejan ver los pies calzados con sandalias de cuero y sus asquerosos talones  desnudos.
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    Las mejillas las tienen desfiguradas de las cicatrices que les identifican con su tribu, y se ponen furiosos si intentas hacerles una fotografía. Hace dos días bajé al muelle para echar un vistazo a los calados del barco y vi a uno de ellos que estaba sentado en unos sacos de los que estábamos cargando. Me llamó la atención su aspecto bonachón y me acerqué a él para preguntarle que significaba el brazalete de cuero que llevaba en el brazo, con una especie de recipiente de madera ligado a él. Inocentemente, se me ocurrió la idea de acompañar la pregunta con el gesto, llegando a tocar suavemente lo que me pareció un adorno cilíndrico. ¡Jamás lo hiciera¡ Me echó una mirada amenazadora gritándome algo ininteligible, que me causó una impresión muy desagradable. Subí a bordo, y el capataz de la carga, un armenio que hablaba muy bien inglés, me dijo que lo que llevaba en el cilindro de madera, eran  cenizas de un ser muy querido para él y el solo hecho de que lo hubiera tocado un cristiano, no le dejará dormir en mucho tiempo.
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    Es impresionante de que forma se cargan sacos de sesenta y cinco kilogramos sobre el costado y lo trasladan desde el centro de la bodega hasta el fondo de ella. Por más que les explicas que se podían ahorrar mucho trabajo si balancearan el cable de la grúa para depositar la izada lejos de la vertical, no lo entienden.
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     Cuanto rodea a Port Sudán es arena. El primer día fuimos a dar una vuelta con el agente de la naviera y vimos el lugar donde se reúnen las caravanas que van a Khartoun. En el área de reunión habría más de mil camellos desdibujados por la tremenda polvareda y cientos de árabes cocinando con los excrementos de los animales. El olor fétido de sus fogatas, mezclado con el de la  suciedad y miseria de sus enseres y tiendas, hacían peligroso el respirar aquél ambiente y una vez visto el espectáculo nos alejamos sin tan siquiera bajar la ventanilla del coche.
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    Es asombroso como puede existir tanta diferencia con Arabia Saudita, no cabe duda de que el petróleo está mal repartido en el mundo árabe.
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    Poco antes de dejar Jeddah, nos dijeron los ingleses, que los viernes, después de las oraciones del santón tenían lugar en la plaza  las ejecuciones públicas. Unos marineros presenciaron la amputación de la mano izquierda de un ladrón. Volvieron con la faz demudada y uno de ellos vomitando por el camino. La descripción que hicieron fue tremenda y aun me dura la impresión que me causó.
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Nos sentimos prisioneros en nuestro barco y no vemos el momento de abandonar Sudán.
 
El día 17 de este mes saldremos para Italia a donde esperamos llegar a finales de agosto. Tendremos en el viaje 20 días de invierno puro, 6 de trópico y 20 de verano.

Pablo


 

martes, 5 de mayo de 2015

CARTA DESDE JEDDAH

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


Sextante en mano observando la meridiana tocado con fez tunecino

  

 Carta nº 58                    


    Arabia Saudita, 25 de Junio de 1968
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    Finalmente llegamos al “puerto deseado” después de 1.024, 42 horas de navegación sin escalas. El calor es asfixiante y solo gracias al aire acondicionado se puede respirar. Por las tardes la brisa limpia el ambiente y solo cuando el sol se sumerge tragado por las aguas del Mar Rojo, se puede permanecer en la cubierta del barco. Tenemos la lancha a motor en el agua y todos los atardeceres salimos a pescar a los arrecifes de coral. Las aguas someras nos permiten disfrutar de la belleza indescriptible de estos  arrecifes coralinos, que vemos a través de una especie de cubo con el fondo de cristal. Bañarse en estas aguas es suicida, pues los tiburones están por todas partes. Cuando entramos en puerto, los veíamos tras la estela de nuestro barco devorando los desperdicios de comida que echábamos por la borda, y hace unos días a un pescador que estaba sentado en el muelle con las piernas colgando, se lo llevo uno y no dejó del  pobre más que un rastro de sangre por todo el puerto.
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    Me han sorprendido las costumbres de los saudíes, tan diferentes a las del resto de los árabes  del Africa septentrional.
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    Es gente de carácter muy serio, trabajadores y lo más inaudito de todo: honrados.
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    En Egipto, Túnez, Marruecos etc. te persiguen por las calles pidiéndote cualquier cosa y al menor descuido te dejan desnudo. En los camarotes entran a robar cuando duermes y son verdaderos pelmas como vendedores. Aquí en cambio, todo está abierto. Las mercancías valiosas que descargamos, como televisores, comestibles, automóviles de lujo etc. permanecen en el muelle sin vigilancia alguna y dado que no llueve nunca, a la intemperie. Ni un solo árabe merodeando por los pasillos del barco, ni entre las mercancías. Les ofreces un cigarrillo y se niegan a cogerlo. En fin algo que si me lo hubieran jurado no lo habría creído jamás.
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    El por qué de todo esto es sencillo. Las leyes saudíes son muy severas. Por un hurto de un reloj o una pluma, la pena es la amputación de un dedo de  la mano izquierda, pudiendo aumentar el número de amputaciones dependiendo del valor de lo sustraído, hasta la pena capital por decapitación en la plaza de Jeddah ante todo el que quiera presenciarlo. Si por ejemplo has golpeado a una persona con un palo, la pena es ser golpeado con el mismo palo y en doble medida que sufrió la victima. Si has matado con un cuchillo, te pasan a mejor vida con el mismo cuchillo, clavándotelo en la misma parte del cuerpo en la que lo fue el agredido. Fornicar no estando casado significa un año de cárcel y el adulterio se castiga con la decapitación de la fémina o la lapidación en según que orilla del Mar Rojo te coja.. En cambio, y esto si que tiene su qué, el hombre importante o poderoso, lleva siempre con él a un crío de 12 ó 13 años, que los italianos llaman diaboletto , y que no es otra cosa que un amante . De donde se deduce que la pedofilia aquí no es punible. La mayoría de la población es muy rica debido al petróleo. Poseen automóviles lujosos y viven en mansiones de las mil y una noches. La ciudad está  rodeada por el desierto y cuando te desplazas en taxi por la periferia, los camellos y las cabras se entremezclan con los Mercedes y los Cadillacs más impresionantes.
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    Las mujeres escasean y las que se dejan ver van tapadas con velos negros que no dejan un ápice de sus cuerpos al aire libre. De vez en cuando hacen alarde de su posición social, mostrando sus antebrazos cubiertos de pulseras de oro y brazaletes hasta el codo, y su piel, a diferencia de la de los varones, es blanca como la leche, supongo que porque jamás les da el sol.
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    Los hombres visten unas túnicas blanquísimas con cordones negros en la cabeza y se pasean para arriba y para abajo en sus soberbios coches acompañados del diaboletto  vestido también de un blanco impoluto.
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    La calle principal de Jeddah es algo así como nuestra calle de Pintores, pero un poco más larga. En ella se encuentran las mejores joyerías del mundo árabe. Pero lo que más llama la atención es ver como  a uno y otro lado de la calle, los comerciantes exponen sobre alfombras persas, lingotes y monedas de oro, objetos de marfil, pulseras sortijas de brillantes, diamantes a granel, esmeraldas y toda clase de relojes de oro de las marcas suizas más selectas. Siempre el oro por doquier. Pero lo más sorprendente es que cuando llega la hora del cierre, meten todo el tesoro en una caja fuerte y se van a sus casas, dejando  la caja en el suelo de la calle sin absolutamente ningún sistema de fijación ni de vigilancia.
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    A pesar de ser Jeddah una ciudad con los mejores hoteles del mundo, no hay un solo bar, ni una sala de cine, ni nada que se le parezca. El alcohol está prohibido y las diversiones abolidas dada la escasa distancia a la Meca, ciudad prohibida para un cristiano.
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    La hora oficial difiere  a la nuestra en casi doce horas. Ellos al ocaso ponen sus relojes a las doce y es precisamente cuando el santón empieza sus rezos desde una  torre inclinada, situada en el centro de la ciudad. Solo los hombres rezan.
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    La única diversión que nos podemos permitir, es meter en el agua una pequeña embarcación a vela y alejarnos unas millas del puerto para pescar o disfrutar de la navegación a vela. La brisa que suele soplar de poniente a la caída de la tarde, suele darnos velocidad y sobre todo aire que respirar. Si de repente cambia la dirección del viento, la atmósfera se hace irrespirable a causa del polvo en suspensión que viene del desierto. Todos estamos deseando abandonar este país. Lo malo es que nos espera otro aun peor : Sudán.
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Pablo