Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

miércoles, 2 de octubre de 2013

EL CANAL DE LA MANCHA

 
Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 
Con 22 años, “el mundo en mis manos”. Monte Urbasa . Atlántico Sur 1959

Carta nº 27


Las rocas blancas de Dover...yo las he visto, y no son blancas más bien son grisáceas, y si para los pilotos ingleses y americanos suponían la bienvenida a casa después de alcanzar sus objetivos en Alemania, para nosotros no son más que unos acantilados de los que mejor es mantenerse alejados. ...

     Un cambio de la dirección del viento hace que en pocos minutos desaparezca la costa de igual manera que apareció, sumergiéndonos en una espesa niebla.

     Se me pone la carne de gallina al ver en la carta náutica nombres como: Normandie, Cherburg, Dunkerque... pensar que hace tan solo catorce años en estas aguas se moría en una lucha sin cuartel, y que la quilla de mi barco está pasando por encima de cientos de barcos hundidos en los que gente de mi edad dejaron sus vidas en el periodo comprendido entre los años 40 y 45. Muchos de estos buques que se encuentran en aguas poco profundas están señalados en las cartas, y en las mareas vivas afloran como fantasmas sus esqueletos herrumbrosos, queriéndonos recordar el lugar exacto de una tumba. Pero hay algo más inquietante para nosotros en estos mares y es la existencia permanente del peligro de minas flotando, que aún hoy siguen ascendiendo a la superficie del agua cuando por efecto de las corrientes, de los temporales o de la descomposición de su cadenas, se rompen éstas y navegan a la deriva movidas por efecto de las mareas y los vientos.

     El Canal vuelve a ser lo que siempre ha sido y el tráfico endemoniado de barcos que de norte a sur y de este a oeste cruzan del continente a las islas y de las islas al continente, nos aleja de cualquier romanticismo. Moderamos nuestra velocidad y alertamos a la máquina de que navegamos en niebla cerrada. La navegación se hace inquietante y el atronador sonido de la bocina hace que tu estómago lo perciba como si de un terremoto se tratara, incrementando aún más las preocupaciones de cuantos estamos en el puente. El Capitán va recibiendo información de continuo, facilitada por los serviolas y por el oficial de guardia que no aparta su vista de la pantalla del radar. Entre Dover y Calais, casi es mejor no mirarla. El corazón se acelera al ver en ella los “ecos” de decenas de barcos que haciendo caso omiso del Código de Navegación, navegan sin moderar máquina y a veces sin tan siquiera emitir las señales reglamentarias. ¡Tanta es la confianza que depositan sus capitanes en la electrónica y en su experiencia¡ Otros, como el nuestro, tienen bien presente aún el desastre del “Andrea Doria” que supuso el que uno de los más bellos trasatlánticos de Italia, se fuera al fondo del mar llevándose con él a varias decenas de pasajeros.

     Navegamos por el Eskalda discurriendo entre grandes centros industriales de todo género. Son kilómetros y kilómetros de fábricas, algunas de ellas rodeadas de explanadas con miles de coches nuevos listos para su traslado. ¡Qué sensación de bienestar y riqueza muestra todo esto¡

 A diferencia de otros países, Bélgica quedó casi intacta tras la ocupación alemana y eso se nota en su rápida recuperación. Tras el paso por una esclusa, nos hemos quedado atracados en un muelle desde el cual podemos ver en la lejanía la catedral de Amberes. Mi buen amigo, el radiotelegrafista gallego, me ha hablado tanto de esta ciudad y de su ambientillo mundano, que estoy deseando poner los pies en tierra. Las pasajeras están invitadas por el Capitán a recorrer la ciudad en el coche del consignatario, por tanto un día perdido.

     Hemos hecho un recorrido interesantísimo por la ciudad vieja y me ha cautivado la catedral. El púlpito es algo que te deja sin palabras. Uno piensa, ¿de dónde sacarían tanto tiempo para hacer semejante obra de arte? Debió de ocuparle la vida entera al artista que lo labró.

     Bajo sus bóvedas te sientes sobrecogido por tanta grandiosidad y al estar completamente vacía, el sonido de nuestros pasos nos son devueltos desde allá arriba con un lapso de tiempo que nos permite apreciar la altura de sus bóvedas. Pero todo su misticismo termina en cuanto sales por su puerta monumental. La zona de la catedral está llena de locales nocturnos, en su mayoría refugios de la guerra, que ahora son auténticos antros, en los que no hay más luz que la que emiten unas extrañas lámparas que dan una luminosidad azulada a todo lo blanco. Aquí y allá en especie de hornacinas, parejas de enamorados se arrullan mecidos por la voz del solista que interpreta al piano canciones francesas.

Pablo

(continuará)


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