Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

miércoles, 15 de octubre de 2014

HAMBURGO (II)

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero



Carta nº 48
Publicación 2ª parte de la nº 47

De tanto en tanto y cada vez que entra un cliente, se corre una cortina, mientras que algún curioso permanece con la nariz pegada a la ventana por si acaso se escapara algo. A partir de ese momento, la chica pone un despertador en marcha que se activa a los treinta minutos exactos. No hay prorroga, y si la concede cuesta el precio de otros treinta minutos y de nuevo el despertador...

Yo particularmente nunca he sentido atracción por este sistema, entre otras cosas porque resulta muy caro, poco seguro y carente del más mínimo atisbo de romanticismo. Por ello elijo una sala de fiestas que se llama “Café Kess”. En un salón de grandes dimensiones, bien decorado y con mobiliario elegante. La orquesta formada por más de una decena de músicos interpreta solo música de baile, generalmente melódica. A parte la luz del escenario donde se encuentra la orquesta, el resto solo queda iluminado por las lámparas de los veladores. Las grandes puertas de acceso llevan unos grandes cortinones de color granate del mismo tono que la tapicería de los sillones y sofás que flanquean las mesitas. El ambiente es muy elegante y acogedor. La pista es de dimensiones extraordinarias y sobre ella pende una lámpara con un globo de cristal que gira emitiendo rayos luminosos por todo su entorno. El encanto particular del “Café Kess” estriba en que no se permite al varón levantarse de la mesa para sacar a bailar a una fémina, siendo ella la que debe hacerlo. Más tarde deberás acompañarla a su sitio al término de la tercera pieza. Hay una gran variedad de gentes, si bien imperan las solteras maduritas, viudas, divorciadas etc., y marinos por doquier de todas las partes y rincones del mundo.

Ayer estuve en compañía del segundo oficial italiano y tuvimos mucho éxito. La cosa tiene su emoción, pues en cuanto comienza la orquesta se produce como una estampida de mujeres abandonando sus asientos en busca de pareja. Cuando veíamos que una se encaminaba hacia nuestra mesa deshojábamos la margarita:

“Viene a por ti”.

“No, que viene a por ti”

Tanto si es buena como si no, no tienes más remedio que bailar con ella. Lo grave es cuando le caes bien y no te deja ni fumarte un cigarrillo... y no vale el hacerse el distraído o salir corriendo hacia el “excusado”. Te esperan de pie ante tu mesa, con lo cual el bochorno es grande a la vuelta de la “escapada”.

El “excusado” es lo jamás visto. Botellas de perfume masculino, máquinas de afeitar, peines, crema y cepillo de zapatos en un ambiente de gran limpieza y lujo, que se paga a la entrada, por supuesto.

Se puede hablar de un cierto protocolo ya que cuando te sacan a bailar inclinan la cabeza como si se tratara de un baile de la corte de Luis XV. Por supuesto que tú debes hacer lo propio al dejarla.

Finalmente fuimos agraciados con dos teutonas rubias y de muy buen ver que al ser amigas, nos facilitaron las cosas. Bailamos durante toda la noche y pude observar que la de mi compañero lo hacía como si en cada paso que daba, subiera un escalón.

“Dino, me da la impresión de que la tuya es coja”, le dije.

“Niente male”, (ningún problema), me contestó.

La mía que era de raza aria pura, nos invitó a su casa y a la mañana siguiente, mi amigo Dino, me dijo:

“Pablo, certo, quando si levó le scarpe me n´accorgi che avevi raggione. (Pablo, es cierto, cuando se quitó los zapatos me di cuenta de que tenías razón).

Existe en Saint Paulis otra sala de fiestas muy peculiar, nada parecido a lo visto en otros puertos de Europa.

Los veladores tienen en el centro un teléfono y la mesa un número bien visible. Este sistema te permite entrar en contacto con cualquier velador de la sala y entablar conversación con la chica que más te atraiga. Eso es en teoría, pues dado que las alemanas no hablan inglés en su inmensa mayoría, debes, con el teléfono en la mano derecha y en pie, hacerla ver quien eres y lo que pretendes, en el lenguaje de signos. A veces se hace dificilísimo hacer comprender a la que ha respondido a la llamada, que no es con ella con la que quieres bailar, sino con la de la blusa blanca que tiene enfrente. En otras ocasiones en las que uno se puede más o menos entender en inglés con la interlocutora, la cosa cambia y resulta emocionante el ver como le cuenta a las demás quien es el que llama. Finalmente y con poca gracia que se tenga, la chica se levanta de la mesa y viene a encontrase contigo en la pista.

Aquí todavía no ha llegado la alta técnica argentina del “cabeceo”, se ahorrarían mucho gasto si la copiaran.

Pablo

Hamburgo, 9 Marzo de 1966

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