Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

lunes, 20 de enero de 2014

PASO DEL BONIFACIO

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 

  La mar cruel en el arte
 
 
Carta nº 32
 
 
PASO DEL BONIFACIO

En la Mar, Diciembre de 1962

Llegamos a Sete en Francia, procedentes de Venecia, después de pasar el estrecho de Bonifacio y en el que hemos estado a punto de perder el “Navidad”-mi primer barco de bandera extranjera- contra las rocas de la isla de Asinara. ...
La navegación por el Adriático y el posterior paso por Messina ha sido muy bonita, especialmente el transito por el estrecho que me ha permitido contemplar el Etna y su famosa “fumarola” blanca. Impresiona la mole del volcán en estado de reposo. Contemplándolo con los prismáticos se pueden apreciar las huellas que sus erupciones dejaron en sus laderas y que se asemejan a la piel de un cocodrilo de dimensiones gigantescas. Es fácil imaginar el fuego fáustico que debió producir tales promontorios de lava.
A diferencia de los barcos españoles, aquí el Capitán no aparece por el puente en los estrechos si el tiempo es bueno, de tal manera que eres el responsable de la navegación de uno a otro extremo del paso si éste se produce en tu guardia. Los distintos cambios de rumbo desde Cabo Spartivento hasta Cabo Peloro-salida del estrecho- hacen sentirte importante ante el resto de la tripulación española a la par que orgulloso de tu “soledad”, en una navegación que encierra dificultad y peligro.
Una vez pasado el archipiélago de las Lipari, el rumbo es directo a las bocas del Bonifacio y a medida que cae la noche, el tiempo empeora y el barco sin más carga que el lastre que metimos en la laguna de Venecia, empieza a cabecear con una mar de proa y viento del noroeste que nada bueno presagia. Barómetro 30.20 pulgadas.
Vamos dejando atrás las islas menores y a medida que nos adentramos en el estrecho, nos vamos percatando de que se está formando una golfada de buenas proporciones. En este punto paso a transcribir los acontecimientos que quedaron reseñados en mi diario de navegación la noche del 9 al 10 de Diciembre de 1962:
“A las 1930 nos encontramos francos del estrecho y al sur verdadero de la farola de Bonifacio a 5 millas de su puerto.
Durante toda la guardia el buque sufre, por efecto de la mar gruesa de proa, violentos pantocazos que hacen trepidar toda su superestructura.
Finalizamos la singladura con vientos y mar del cuarto cuadrante barómetro 30.00 pulgadas y bajando rápido.
A medida que avanza la noche la mar y el viento van definiendo más la golfada del León pasando a mar muy gruesa, disminuyendo nuestra velocidad a 4 nudos y sufriendo duros golpes de mar con fuertes pantocazos.
A las 0500 y con temporal del noroeste de fuerza 9 y mar arbolada perdemos el gobierno del barco atravesándonos a la mar con bandazos de hasta 35 grados quedándonos al garete. Por medio de marcaciones radiogoniométricas observamos que abatimos a razón de 5 millas a la hora hacia la costa de Córcega, sin que con toda la potencia de máquinas el barco gane en latitud. Barómetro 29.93 bajando.
A 1100 ponemos proa al sudoeste con el fin de no caer sobre la isla de Córcega.
El fuerte cabeceo hace que la hélice salga constantemente del agua cavitando y produciendo grandes aceleraciones en vacío que hacen vibrar todo el barco.
A las 1200 continuamos abatiendo sin gobierno y a la deriva hacia la costa de Cerdeña.
Con el fin de obligar a que la popa mantenga sumergida la hélice, nos vemos obligados a inundar la bodega número cinco, hasta la altura del túnel de la hélice.
A las 1345 nos situamos con el radiogoniómetro observando que estamos a punto de alcanzar la latitud del faro de la isla de Asinara y a tan solo 2 millas, sin que la visibilidad cerrada por efecto del agua en suspensión, nos permita ver la costa.
Se abaten los pescantes de los botes salvavidas como medida de seguridad.
Viendo la imposibilidad de salvar la isla debido al fuerte abatimiento, Capitán y oficiales acordamos que la única manera de no perder el barco en la costa, es tratar de alcanzar el fondeadero de la isla de Asinara.
A las 1220 damos rumbo hacia el estrecho sin tener una situación fiable y guiándonos únicamente por el sonido de la bocina del faro de Asinara.
Navegamos con una deriva de 45 grados y con la proa al norte tratamos de salvar las rocas de la costa occidental de la isla.
Doblada la punta más oriental de Asinara la mar se hace manejable si bien el viento de fuerza 9 del noroeste nos hace abatir como un corcho.
A las 1545 alcanzamos el fondeadero Reale Roadted
en la costa este de la isla de Asinara sin más daños que todo el plan de la bodega número cinco levantado por efecto del deslizamiento del agua embarcada y desperfectos en el bote salvavidas de babor, por efecto de un golpe de mar."
En un temporal de esta categoría, la noche hace que el miedo a veces te sobrepase. El barco en lastre es como un gran cajón vacío flotando. Los golpes de mar en los costados hacen que las planchas se abomben hacia el interior de la bodega vacía, los remaches de las planchas crujan, cedan y se rompan, saliendo disparados como balas hacia el interior del casco y produciéndose vías de agua difíciles de taponar en medio del temporal. El sonido de un remache al romperse es como el restallido de un látigo y te avisa de que una plancha del casco ha quedado debilitada. Hay que bajar a la bodega e inspeccionar el daño, mientras el barco sufre bandazos de 30 y 35 grados.
En el momento de mayor abatimiento, la estela, que siempre es un trazo de espuma blanca prolongación del rumbo, era prácticamente perpendicular a él. Navegábamos de costado, cabalgando sobre olas de proporciones gigantescas cuyas crestas espolvoreadas por el viento huracanado hacía imposible ver a más de doscientos metros. Una mar montañosa que en sus embates, subía por el costado escorado del barco e inundaba la cubierta principal convirtiéndola en una especie de escollera, en la que la espuma blanca todo lo cubría.
La fuerza del viento era tal que todo lo poco que abarcaba la vista estaba blanco y el aire que respirábamos era agua en suspensión.
En nuestro rumbo hacia el fondeadero pasamos tan cerca de las rocas, que las gentes de las casas del penal que allí existe, se asomaban a sus ventanas contemplando el espectáculo del barco luchando por alcanzar su salvación en una pequeña bahía al sudoeste de la isla.
Con la mar de la bahía en calma por efecto del abrigo que ofrece la isla, creo que todos dimos gracias a Dios por el final feliz. Frente a nosotros las montañas dejaban pasar un viento rabioso de fuerza 9 que ya no nos afectaba físicamente, pero que como la conciencia, nos decía con su sobrecogedor rugido que ahí estaba aún.
A excepción del personal de máquinas, el resto de la tripulación pasamos la noche en el puente. A ninguno de nosotros se nos podrá olvidar esa fecha. Para mí, sin género de dudas, la de mi segundo nacimiento.

  Pablo

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