Pablo Romero Montesino.Espartero
Viaje del Congo a Francia, Abril de 1963
Carta nº 38
Hace cinco días que dejamos atrás las
costas congoleñas y aún nos encontramos cruzando el Golfo de Guinea y a unos
siete días de Sierra Leona. Tenemos exactamente un grado de latitud norte. Los
días se suceden uno tras otro con una ligerísima brisa casi imperceptible, que
no llega siquiera a rizar la mar. Cinco días sin ver un solo barco en una
soledad que te hace recapacitar sobre muchas cosas de la vida.
Ayer nos visitaron cientos de mariposas de los más exóticos
colores, arrastradas sin duda por la brisa del nordeste-el Alisio-. Parece
mentira que puedan llegar hasta nosotros vivas, después de volar más de
seiscientas millas marinas.
Esta tarde nos cruzó la proa un banco
enorme de bonitos, que convirtieron la mar en agua en ebullición. Por espacio
de media hora nos amenizaron con sus saltos, encendiendo sus lomos brillantes
al darles el sol en su piel mojada. De haber llevado calados los aparejos
habríamos hecho buenas capturas para el cocinero.
Durante mi guardia me subo al puente alto y
me ducho con una manguera de agua salada, dejándome secar por la deliciosa
brisa, hasta que mi piel se queda salpicada de salitre. Miro a mi alrededor y
pienso que el sol que me baña, solo a mi lo hace en sabe Dios cuantos miles de
kilómetros cuadrados de Océano Atlántico. Al atardecer me voy a proa a
contemplar la puesta de sol. Echo una pierna por babor, la otra por estribor y
agarrado al torrotito me dejo mecer por las suaves cabezadas del barco,
mientras mi vista se pierde en el inalcanzable horizonte. No se oye más ruido
que el del agua al ser cortada por la proa de nuestro Navidad.
Cada día que pasa, como llevamos rumbo casi
oeste, el sol se retrasa en su ocaso casi quince minutos, lo cual quiere decir
que mañana ya no podré disfrutar de él, pues a las ocho debo estar en la cama.
Hoy hemos pasado junto a un gran pesquero
ruso parado en espera posiblemente de calar sus redes. Había en cubierta gran
número de “socialistas rojos”. Lo de rojos es por el color de la piel, todos
están quemados por el implacable sol del trópico y deben estar sufriendo lo
suyo.
A propósito de Rusia. El Capitán que es un
genovés socialista convencido, y que a lo largo de sus treinta años de
navegaciones ya no le queda rincón del mundo por conocer, ha estado en varios
puertos rusos en diversas ocasiones y cuenta cosas interesantísimas sobre los
países del “telón de acero”. Dice que el comunismo es el cáncer de la sociedad.
Me gusta oírle hablar de la democracia y del socialismo, pero de cuanto me
cuenta lo que más me entusiasma son las anécdotas de sus viajes y sus vivencias
durante la Segunda Guerra Mundial a bordo de un petrolero. Cada vez que salían
a la mar camino de Trípoli desde el sur de Italia, tenían la convicción de que
les atacarían los submarinos ingleses y que eran los partisanos italianos los
que informaban a los aliados del rumbo de cada convoy.
Siente gran simpatía por España pero no por
su gobierno. Os transcribo uno de sus pensamientos que me ha hecho leer:
“El hombre debe ser libre y saber
administrar esa libertad, pues en ella se basa la grandeza y el desarrollo de
un país. Todo Gobierno que se tenga por tal, debe preocuparse primordialmente
por la enseñanza y educación del pueblo ya que estos son los verdaderos caminos
que conducen a la libertad de pensamiento e ideas. Sin la iniciativa privada
jamás prosperará el nivel de vida de una nación” De esto último Rusia es un
buen ejemplo, según él.
Nos encontramos a 100 millas de Dakar en
donde entraremos mañana. Nos hemos hecho 2.300 millas desde Pointe Noire
(Congo) y nos quedan otras 2.500 millas para terminar nuestro viaje en Le
Boucau.
Pablo
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