Pablo Romero Montesino-Espartero
Carta nº 54
De una carta a la familia
El sábado a mediodía dejé Trieste en
compañía del Radio que es italiano y conoce bien todo el Veneto. Alquilamos un
Mini en el que creo haber hecho los kilómetros más bonitos de mi vida pasada y
posiblemente también futura. Mientras rodábamos por la carretera que va de
Cortina D´Ampezzo al refugio de las Tres Cimas de Lavaredo agradecí una y mil
veces a mi Dios el haberme permitido contemplar tanta belleza. No podía
imaginar que la naturaleza pudiera ofrecer espectáculo tan grandioso. Desde
aquél refugio situado a 2.400 metros de altitud he pensado mucho en vosotros,
especialmente en papá y Pedro Luis, hubiera dado cualquier cosa por tenerlos a
mi lado.
El Paso de las Tres Cruces, el lago
Misurina, Cristallo y Cortina D´Ampezzo , la Marmorada, son nombres todos ellos
dolomíticos que de ahora en adelante tendrán un significado grande para mi.
Para llegar al refugio de las Tres Cimas de Lavaredo tuvimos que subir por un
camino flanqueado por paredes de tres metros de nieve, por el que nuestro Mini
pasaba rozando su carrocería. Cuando alcanzamos el refugio, el sol empezaba a
declinar y por entre los picos nevados
del Monte Paterno los rayos de
un sol entre nubes, le daban al macizo
un aspecto casi fantasmagórico. Nos sorprendió la tremenda soledad de aquellos
parajes. Ni un ser humano, ni un animal, nada, solo roca, nieve, hielo y agua
del deshielo primaveral transcurriendo lentamente camino de los valles de
Auronzo di Calore.
Pasamos la noche en un hotel de interiores
tiroleses situado a orillas del lago Misurina completamente helado y en el que
las luces de nuestros faros rebotaban como si de un espejo se tratara. Me llamó
la atención la especie de colchón de plumas que en lugar de sábanas y mantas te
colocan en la cama. Es muy confortable y abrigado, pero no entiendo como pueden
lavarlo.
Por la mañana cuando me asomé a la ventana,
pude contemplar asombrado la cadena montañosa de los Dolomitas con su cumbres
iluminadas por los primeros rayos de sol
y a sus picos teñidos de una tonalidad rosada que incrementaban su grandiosidad.
En Cortina D´Ampezzo estuvimos bailando en
un albergue de montaña. Había un buen ambiente de deportistas. Nos sentimos un
poco como extraterrestres entre toda aquella gente vestida con prendas de
colores y gorros de esquiar y la verdad sea dicha, no nos comimos una rosca.
Todo esto ha sido como el “Adios a la vida”. Dentro de tres o cuatro días
dejaremos Trieste con nuestro barco cargado de valiosas mercancías –entre ellas
cincuenta coches Mercedes- para el puerto de Jeddah en Arabia Saudita al que
esperamos llegar después de cuarenta y dos días de navegación, por la ruta del
Cabo de Buena Esperanza, ya que el Canal de Suez sigue cerrado al tráfico por
la cantidad de barcos que fueron hundidos para obstruirlo en la guerra contra
Israel.
Pablo
Trieste, 29 de Abril de 1968
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