Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

domingo, 7 de agosto de 2016

ATLANTICO SUR

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero


Foto: Puesto de venta de recuerdos de Abidjan en el que compré mis colmillos de elefante




 
Carta nº 76
De una carta a la familia
Isla de la Ascensión, 4 de Abril de 1971
 


          Después de pasar siete días descargando 12.000 toneladas de arroz en el puerto de Abidjan en Costa de Marfil, navegamos en demanda de la Isla de la Ascensión, situada en mitad de Atlántico Sur y a medio camino entre Africa Occidental y Argentina, nuestro destino.

Abidjan es una ciudad preciosa, que en nada tiene que envidiar a cualquiera otra de la costa europea. Los franceses han hecho de ella la más moderna de Africa Occidental dándole un sello de distinción, con un ambiente de lo más cosmopolita en las zonas en las que los europeos, -contrariamente a lo que sucede en las colonias británicas- se mezclan con la gente nativa sin complejos de ninguna clase por motivo del color de su piel o de su raza.

     Abidjan está situada a orillas de una extensísima laguna llamada Grand Bassá que se comunica con la mar a través de un canal. No he visto nunca playas tan bonitas como las de esta ciudad. Son kilométricas y rodeadas de palmeras rendidas sobre sus arenas rojizas, las de la costa. Las del lago están rodeadas de selva y son de arena blanca. 


     Los domingos la laguna se puebla de velas de colores y de lanchas rápidas arrastrando a esquiadores e impregnándolo todo de un cierto sabor mediterráneo. La laguna tiene cerca de 40 kms. de longitud y en ella desembocan varios ríos de aguas límpidas, formándose toda clase de accidentes geográficos que le dan un cierto carácter de mar interior. En la bajamar, el agua es dulce y en ella se cría una clase de insecto microscópico que al introducirse en los oídos humanos deterioran o dañan seriamente el órgano interno que regula el sentido del equilibrio. Al subir la marea, se desplazan con el agua dulce río arriba, lo que permite bañarse en sus aguas cuando en la pleamar es absolutamente salada.


     Por las tardes acudimos los marinos a una cafetería de lo más “chic” con una estupenda terraza con vistas a un parque que parece la continuación de la selva, de no ser por los paseos, los tenderetes y los niños blancos jugando con lo negros si ningún problema, disfrutando de la tierra con sus cubos y palas.


     El parque está flanqueado aquí y allá por tenderetes mostrando toda clase de artesanías africanas. Son espectaculares los grandes colmillos de elefantes, las pieles de leopardo y serpiente, pero a mi lo que más me atrae son las figuras en madera de ébano negro o ébano real. Las mejores las he comprado en Nigeria. Lo malo de todo esto es tener que cargar con todo hasta la llegar al barco. He adquirido dos colmillos de elefante de pequeño tamaño, pero que tienen gran mérito ya que están labrados en ellos dos figuras muy elegantes. 


     Ya en el ámbito más sentimental, le he comprado a Rosa un colgante que representa una máscara africana con rejilla muy fina, todo en oro. A mi me ha hecho gran ilusión y daría cualquier cosa por poder entregársela hoy mismo.


     Otro de los atractivos de la terraza es la mutación que nos ofrece el arbolado del parque. De día sus ramas están pobladas de grandes hojas oscuras que desaparecen al caer la noche. El secreto se nos desveló cuando un día, al atardecer, vimos como millones de murciélagos de grandes proporciones abandonaban los árboles en dirección al lugar por donde se había ocultado el sol.


 En este puerto, el año pasado y fletados por la ZIM descargamos entre otras muchas mercancías, una partida de veinte toneladas de zapatos baratos cargados en Italia. Cuando salían los estibadores de la bodega, todos lo hacían con zapatos nuevos flamantes, contrastando con sus desnudeces y su ropas deterioradas y sucias. Al terminar la descarga, se recogieron como barreduras de la bodega más de mil pares de sandalias viejas y chanclas de todo tipo y condición abandonadas después del cambio. El fletador ha decidido en próximos embarques cargar los del pie derecho en un barco y los del izquierdo en otro. No sé hasta que punto le resultará, pues esta gente es capaz de ponerse los de un pie en los dos.

Llevamos cuatro días de navegación desde que dejamos atrás el Africa Occidental y a pesar de que la Isla de la Ascensión es como una aguja en el pajar atlántico, mis cálculos con las estrellas al alba y al ocaso, nos han traído sin error alguno a recalar en ella. A la hora calculada, despuntó por nuestra proa en un horizonte azul y nítido el cono parduzco del volcán. Con objeto de verla y comprobar nuestra situación, nos hemos desviado de nuestro rumbo directo a Mar del Plata, pues seguramente jamás volveremos a tener la ocasión de pasar tan cerca de ella. Es quizás una de las menos conocidas por parte de los marinos del mundo entero, debido a que está a trasmano de todas las rutas que cruzan este océano. Aparte los bancos de delfines y algún tiburón o manta, no hemos visto el menor signo de vida en lo que llevamos de viaje.


     La isla de la Ascensión es de origen volcánico, no tiene agua, la vegetación es escasísima y solo viven en ella unos cuantos aborígenes y dos o tres blancos que cuidan de las instalaciones que unen por cable submarino Nueva York con Ciudad del Cabo. Es inaccesible, no tiene puerto, ni rada alguna, solo se puede llegar en avioneta o helicóptero. Nos acercamos tanto a su costa, que podíamos ver a sus escasos pobladores atentos a nuestros cambios de rumbo; deben haber pensado que llegaba el Mesías.


 Otros habitantes son las tortugas gigantes que ponen sus huevos en los meses de Junio y Julio, los entierran y se van, desligándose por completo de sus futuras crías.


Hace quince días que solo me quito el bañador para meterme en la cama. Llegaremos a Mar del Plata a principios del otoño austral y entraremos en el Mediterráneo a principios del verano boreal. Las noches son esplendidas y cuando viene algún chubasco tropical aprovechamos para dejarnos duchar por la lluvia fresca. No hay mayor disfrute en el trópico que una ducha nocturna bajo la lluvia.

 Permaneceremos en la Argentina un mes aproximadamente...sé lo que estáis pensando y el que sea, se equivoca. Aquello está más apagado que el Chimborazo y en mi corazón solo cabe ya la persona que me espera en Cáceres. Mi pena es no haberla encontrado antes, me habría evitado dilapidar años preciosos de mi juventud. Pero aún queda mucho amor dentro de mi y toda una vida para hacer feliz a Rosa en la que pienso en cada instante. Vivo obsesionado con mi vuelta a España, y mi mayor deseo es casarme con ella cuanto antes.

Pablo





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