(Tercera
parte)
Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
En el cuarto de derrota del "Sincerity"
Carta
nº 57
(Continuación
de la 55 y 56)
Al este de Tanganica, 10 de Junio
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De nuevo hemos pasado a la costa africana
para aprovechar la corriente ecuatorial. El calor ahora es intenso y se respira
un ambiente húmedo que casi se mastica. La calma es total, ni una brizna de
viento. Los chubascos se suceden unos a otros y parecen que el diluvio
universal se viniera sobre nuestro barco. Cuando se aproximan salta un
ventarrón acompañado de tales relámpagos y rayos que parece el fin del mundo.
Después la calma más absoluta y más humedad.
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Al este de
Kenia, 12 de Junio
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Pasadomañana llegaremos al estrecho de
Bab-el-Mandeb. Ahora navegamos cerca de tierra. La costa es solo una mancha
verde oscura salpicada aquí y allá de árboles monumentales. Hemos visto algunas
canoas a más de 20 millas de la costa ¡estos negros son marinos¡ pero durante
la noche representan un verdadero peligro, pues pescan sin luces y el radar no
detecta las pequeñas embarcaciones de madera. ¡Cuántos de ellos se habrán ido
al fondo del mar sin que el piloto de guardia se percatara de la colisión¡ En
algunas ocasiones durante la noche los hemos oído gritar al pasar cerca de
nuestro costado, pero eran gritos de saludo, al menos eso creemos...en ciertas
ocasiones navegan en canoas a motor y nos invitan a que paremos para darles
agua. En los derroteros ingleses, que no son otra cosa que una fuente de
información fidedigna de las costas del Africa, avisan de no caer en la trampa
de parar, pues son piratas de esta era, que una vez a bordo asaltan el barco y
se llevan lo que pueden, empleando como armas, cuchillos y alfanjes de grandes
dimensiones.
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Costa de
Somalia, 17 de Junio
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Hace dos días pasamos el estrecho de
Bab-el-Mandeb, con lo cual nuestro viaje de circunvalación del continente
africano está tocando a su fin. Ahora navegamos ya en el Mar Rojo entre islas
volcánicas de gran extensión cubiertas de lava
y tierra negruzca en cuanto alcanza la vista.. El calor más agobiante y
húmedo, el horizonte invisible debido al vapor de agua en suspensión y el sol
que se filtra a través de tan
enrarecida atmósfera, confieren a cuanto
nos rodea una tonalidad rojiza entre
tenebrosa y fantasmagórica que te hace pensar si tras eso no estará el
mismísimo infierno de Dante. Se respira con mucha dificultad. Las planchas
blancas del barco están tomando un color ocre del polvo que proveniente del desierto en un vuelo de cientos de millas, se pega a las
paredes y a los cristales. La soledad es absoluta y cuanto alcanza nuestra
vista es un paisaje desolador en el que ni los reptiles pueden sobrevivir. Solo
el blanco de la espuma que produce nuestra proa al cortar el agua, rompe el
cuadro siniestro de nuestro derredor.
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Islas, escollos, bajos de coral se suceden
en continua procesión. Zonas inexploradas por los oceanógrafos y cartógrafos
ingleses, en cuyas cartas náuticas la palabra unexplored aparece por doquier. Las islas presentan manchas blancas debido a que las
arenas transportadas por el viento en las tempestades, se acumulan en sus
laderas orientadas al desierto Arábigo, tras haber volado millas y millas sobre
las aguas del Mar Rojo.
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Arabia
Saudita, 18 de Junio
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Hoy y después de 42 días de viaje sin escalas,
han picado dos peces gordos. Ha sido muy emocionante. El primero que pesó 18
kilos, cayó en mi guardia al amanecer. Salí como un rayo hacia popa dejando en
el puente solo al timonel, después de ordenarle que metiera el timón todo a una
banda para frenar la arrancada del barco y evitar que al pez se le rompiera la
boca por efecto de la velocidad del “Uje”.
Mientras corría, gritaba al pasar por la cocina por si estuviera levantado a
esa hora el cocinero. Nadie me oyó. Llegué a popa con el corazón en la boca y
lo fui cobrando en un tira y afloja que duró más de diez minutos. A todo esto
el barco seguía girando con todo el timón a la banda y el timonel asomado en el
alerón del puente viendo si terminaba la faena para volver a rumbo. Ha sido un
ejemplar precioso de lucio real y al que
el cocinero napolitano - gran cocinero y mejor persona- le ha hecho toda clase
de festejos.
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Ha funcionado también mi sistema de alarma,
consistente en un hilo de nylon de unos cien metros de longitud que desde una
falsa amarra en la línea que lleva el anzuelo, viene hasta el puente a un
artilugio que aún no he “patentado” y que cuando pica el pez, el tirón hace que
se deshaga la falsa amarra, el cabo del anzuelo tire del hilo de nylon y éste
abra un interruptor que enciende la luz
del timonel.
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La mujer del Capitán -que viaja con
nosotros-, un día si y otro también le
decía al camarero en plan irónico:
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“Qué
el cocinero tenga todo preparado para cocinar el pez que el Chief
Officer va a pescar hoy”
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Después
de tantos días de viaje con los anzuelos en el agua sin cobrar ni un pez
volador, aquella sorna hería mi orgullo. Esta mañana cuando ha visto el
ejemplar me ha dicho:
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“Chief, no deje de avisarme la próxima
vez que pique otro, quiero filmar con el tomavistas la faena”
.
Hemos
comido dos días pescado fresco toda la tripulación para regocijo del “cuoco” por cuanto significa también de
ahorro para la “gambuza” del barco.
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En estos momentos navegamos cerca de la costa oriental del Mar
Rojo y paradójicamente nos encontramos a menos de 2.000 millas de Trieste, de
donde partimos hace ahora 42 días. Mañana finalmente llegaremos a Yeddah, puerto situado a escasos kilómetros
de la Meca, y al que de haber estado abierto el Canal de Suez, habríamos
llegado en tan solo siete días.
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Pablo.
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