Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

martes, 25 de diciembre de 2012

AMÉRICA, MÁS CERCA, GALICIA, MÁS LEJOS

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero
 
 



Carta nº - 14 -

El paso del trópicos-a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre él-no es tan maravilloso como se cree. Quizás lo más hermoso sean sus noches... si sopla algo de brisa, porque de otra forma el calor sofocante cargado de humedad lo convierte en un verdadero suplicio. Las guardias de mar nocturnas se hacen muy largas de manera que en cuanto veía un barco en el horizonte, le hacía señales luminosas con el “aldis” entablando amigable charla por Morse. Nos cruzamos información sobre origen y destino, nacionalidad, carga que transportaba etc. y si era español el tema preferido era los sueldos.
 A propósito del “aldis”. Desde el Peñón de Gibraltar, los ingleses suelen llamar por medio de este aparato de señales luminosas, a todos los barcos que cruzan el Estrecho. Solicitan nombre, viaje, nacionalidad etc. para hacer sus estadísticas que vienen después publicadas en una Gaceta del Lloyd Register de Londres. Navegaba yo en demanda del Cabo de San Vicente a bordo del “Maruja y Aurora”, el cual con la corriente en contra no andaba más de 6 nudos (11 kms por hora). Al estar al sur de Punta Europa recibí la clásica pregunta desde el Peñón: “What ship?” (¿Qué barco?) a lo que contesté : “Queen Mary” de Brurriana a Barbate. No le debió hacer ni pizca de gracia al señalero británico, pero a nosotros tampoco nos la hace el que estén allí y que encima nos controlen el paso por el Estrecho.

 Mi salida de la guardia a las cuatro de la madrugada venía premiada con un reconfortante baño nocturno en la piscina. Era la mejor hora para disfrutarla. Todos dormían y las estrellas lucen muy hermosas antes del alba. A los pasajeros de tercera clase no les estaba permitido hacer uso de ella, así es que también era el momento más apropiado para invitar al “ligue” de turno para un baño tropical sin testigos. Nos jugábamos un correctivo del Capitán pero ...¿cómo no correr riesgos ante tan apetecible oportunidad?
El pasaje, a medida que transcurrían los días de navegación, iba percibiendo que América estaba más cerca y Galicia tan lejos como jamás hubieran pensado pudiera estar. A veces se te encogía el alma viendo a personas mayores apoyadas sobre la borda, con la mirada perdida en el horizonte de la mar y llorando a lágrima viva, a más de diez días de nuestra partida. ¿Qué pasaría por sus mentes que tanto les entristecía? Para mí que cada día que pasaba se rendían más cuenta de que para muchos era un viaje sin retorno. Salían de sus camarotes al no poder resistir por más tiempo el terrible bochorno producido por el clima y el calor de las máquinas del barco. Se tumbaban en cubierta y se mojaban con las mangueras que poníamos a disposición de la tercera clase, bebiendo agua a todas horas. Los que podían superar el malestar producido por el suave movimiento del barco, iban cogiendo fuerzas y se les notaba más activos, pero continuaban caminando por los pasillos como “patos maneaos” sin poder acompasar el balance del barco. Otros se quedaban sobre cubierta toda la noche a pesar de la recomendación de no hacerlo para no dormir en un ambiente saturado de humedad. Pero aquella brisa producida por nuestra velocidad, les producía unas ganas irrefrenables de dormir al raso. ¡Qué poco qué ver con las noches de nuestra hermosa Galicia¡ Aquella brisa es fresca y huele a prados verdes, estiércol y humo de hogar...

 La radio brasileña traía al pasaje gallego un idioma familiar y cercano que por un momento les debía hacer pensar que habían estado dando vueltas y que de nuevo se encontraban en casa. ¡Triste espejismo¡ Estábamos a más de ocho mil kilómetros de Cabo Finisterre y aunque no se notara, la latitud nos había cambiado de estación. Estábamos en verano.
 Después de trece días de navegación, apareció la costa de Brasil desdibujada y difusa por la calima, pero lentamente iba tomando forma, dejando ver su exuberante vegetación. Desde el puente, con los prismáticos, podía uno percatarse de la extraordinaria diferencia con nuestras costas atlánticas, acantiladas y pobres de vegetación. Las playas, inmaculadamente blancas, interminables y limitadas solamente por el verde oscuro de sus selvas, infunden en el ánimo una mezcla de admiración sin límites y de temor a tanta naturaleza salvaje.

La gaita, ya no se la oye a la caída de la tarde o durante las reuniones entre paisanos que se cuentan sus vivencias y recuerdos. La cercanía de la costa y la vista de sus luces durante la noche, atraen a todos a la banda de estribor. ¡Es América¡ La tierra prometida que en poco tiempo se tornará en un calvario para la mayoría, hasta su integración en las nuevas costumbres, idioma, trabajo...
 Al amanecer, Cabo Frío nos avisaba de que Río de Janeiro estaba a la vuelta de la esquina.

Pablo

(Continuará)

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