Pablo Romero Montesino-Espartero

Pablo Romero Montesino-Espartero
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Camarote desde donde fueron escritas algunas de estas cartas-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Con este blog pretendo ir recopilando las cartas escritas por mi hermano Pablo Romero M-E, dirigidas a la familia, durante sus primeros años de navegación tras terminar su carrera de Marino Mercante allá por el final de la década de los años cincuenta, principio de los sesenta-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.

domingo, 7 de octubre de 2012

DE MI DIARIO DE NAVEGACIÓN

Autor:
Pablo Romero Montesino-Espartero



Carta nº - 5 -

“Singladura Nº. 12
Damos comienzo a la presente singladura navegando al rumbo de aguja 265º, viento frescachón de 60 k/h del 4º cuadrante y mar muy gruesa del mismo. Al ser mediodía verdadero observamos meridiana de sol, siendo situación latitud 46º-15´N y longitud 42º-31´W . Barómetro bajando.
A HRB 20 horas continúa aumentando la fuerza e intensidad del viento y la mar. Velocidad del buque 5 nudos. Barómetro bajando. Grandes bandazos..
Singladura Nº. 13
Navegando al 263º de la aguja con vientos de noroeste fuerza 8 rolando al norte. Velocidad del viento 75 km./h y temporal declarado con mar arbolada y olas de 7 m. Barómetro bajando.
Sufrimos duros golpes de mar por el costado de estribor embarcando grandes masas de agua. Bandazos de hasta 35º grados.
Finalizamos la singladura al rumbo 180º corriendo en popa el temporal. Rachas de viento huracanado de hasta 100 km./h y olas de mar montañosa de hasta 9 m. embarcando duros golpes de mar sobre la toldilla de popa. Se abaten los pescantes de los botes salvavidas como medida de seguridad”
Pocas cosas hay tan hermosas y de tanta fuerza emotiva en la naturaleza como la mar embravecida...pero vista desde tierra firme. Tengo grabados en mi mente en manera imborrable mi primer temporal en aquellos días finales de mi primer viaje a América. Nunca podré olvidar todos y cada uno de los acontecimientos acaecidos y la honda impresión que me causaron las fuerzas, para mí absolutamente desconocidas, de la mar y el viento. En mi época de estudiante en La Coruña, presencié como las borrascas vapuleaban la costa con mares tremendas, pero aquél viento aullando entre la jarcia del barco en la negritud de la noche y que con su fuerza deformaba nuestras caras cuando nos asomábamos al alerón del puente, aquél viento levantando montañas de agua con las crestas empenachadas y espumeantes, no lo olvidaré jamás.
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El barco estaba a merced del temporal sacando a veces la hélice fuera del agua al paso de la ola y obligándole a meter la proa bajo ella un tiempo interminable dada la lentitud con la que recuperaba su estabilidad longitudinal. Los golpes de mar hacían crujir cada remache de sus planchas de acero y las maderas emitían auténticos quejidos de bestia herida a punto de rendirse a la fuerza descomunal que batía cada centímetro cuadrado del casco. Parecía como si fuera cosa de poco tiempo el que saltara algún remache que anunciara el principio del fin. Nadie se sostenía en pie sin aferrarse con ambas manos a lo que podía. Los bandazos y cabezadas hacían que nuestros cuerpos tomaran una inercia difícil de contrarrestar.
A veces al retirarse la ola que nos pasaba bajo el casco, el barco levantaba la proa quedándose ésta sin agua debajo, cayendo a gran velocidad sobre la superficie del agua y produciendo con su quilla plana un impacto estremecedor que hacía que el buque sufriera flexiones de hasta dos metros en sus extremidades, como si de una vara de mimbre se tratara. A esto lo llamamos pantocazo que casi lo dice todo. Saltan los lavabos de sus anclajes, se rompen los cristales, caen las bombillas, las lámparas se desprenden y hace que las plantas de los pies lleguen a separarse del suelo varios centímetros sufriendo un plantillazo que se transmite por todo tu esqueleto si no te pones de puntillas antes del impacto. Cualquiera que haya cazado ranas con una tabla se podrá hacer una idea de lo que sería si la tabla pesara once mil toneladas y cayera desde 4 ó 5 metros de altura golpeando la superficie plana del agua.
En la siguiente singladura nos encontrábamos en el centro de la depresión y un durísimo temporal del noroeste azotaba aquella zona del Atlántico Norte. El día anterior, si bien es verdad que me sentía atemorizado cuando el Capitán dijo: “solo nos queda correr el temporal”, también no es menos cierto el que aquella inmensa humanidad de blancos cabellos y bruto hasta decir basta, inspiraba cierta confianza. Pero cuando dijo aquello de abatir los pescantes de los botes salvavidas por seguridad, sentí por vez primera ganas de salir corriendo. Por mi mente pasaron en un momento todos y cada uno de los miembros de mi familia. ¡Cuán ajenos estaban ellos del trance que estaba viviendo ¡ Los veía sentados alrededor de la acogedora camilla, quién sabe si hablando de mí e incluso envidiándome por mi visita al país de las maravillas. ¡Qué no hubiera dado yo en aquellos instantes por ocupar mi lugar junto al brasero de buen picón malpartideño, rodeado de todos los míos y no a dos mil millas de la costa más cercana, en medio de un océano inhóspito que nos obligaba casi a andar a gatas, debido a las tremendas escoras que alcanzaba en sus bandazos nuestro maltrecho y vapuleado barco.
El día 15 por la noche el barómetro comenzó a subir y el tiempo fue amainando. En muchas ocasiones habréis visto como los marinos tenemos por costumbre golpear ligeramente con el dedo índice el cristal del barómetro. La reacción del dispositivo sensible del instrumento ante el golpe seco, hace que la aguja se desplace hacia arriba o hacia abajo según la tendencia de la presión atmosférica. Durante un temporal el oficial de guardia, está muy atento a ese saltito de la aguja pues nos puede indicar el inicio de la mejoría del tiempo si sube o un mayor empeoramiento si baja. Es difícil explicar lo que puede significar ese mínimo aumento de la presión atmosférica en el ánimo del oficial de guardia.
Después de sufrir una buena paliza, y de los malos ratos vividos, el barco quedó maltrecho, con daños y averías que hacían de él una chatarra flotante.
Como un cachalote herido, resoplando por su chimenea el humo de un volcán, y con una escora permanente de 3 grados, fuimos alterando el rumbo durante las siguientes veinticuatro horas cuando la mar nos lo permitía, hasta alcanzar por fin nuestra derrota.
En la radio podíamos escuchar en la lejanía a Doménico Modugno cantar “Volare”, canción que de forma persistente sonaba en todas las emisoras y que nos iba indicando fielmente nuestro acercamiento al continente americano.

Pablo
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2 comentarios:

  1. Gracias por esta maravilla,bien merece...leerlo todo despacito.

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